Entrevistas en tiempos del coronavirus

Astrid Gil-Casares: “Me molesta que digan que las mujeres no sabemos ser buenas amigas”

Astrid Gil-Casares @EFE
Astrid Gil-Casares @EFE
María Villardón

Astrid Gil-Casares (Madrid, 1973) ha sido financiera en Londres, mujer casada –ya no– y, ahora, escritora eventual, aunque quizá esquive esa eventualidad definitivamente si la novela Nadie me contó (La Esfera de los Libros) la convierte en contadora de historias. Mil y cien veces le han preguntado a esta mujer alta, delgada y políglota –seis idiomas habla, no crean, podría ser traductora en la ONU si quisiera– si es esta una historia en la que cuenta su vida. La maldita pregunta de la autobiografía a los escritores. Los periodistas siempre somos un poco murgas con este asunto. No obstante, la respuesta siempre es no. Siempre, sin excepciones.

Yo soy yo, Astrid, y Gaelle… es Gaelle (la protagonista). Sé que muchos querrán ver mi vida, pero no lo es. Aunque me gusta mucho el vino, como a ella, por ejemplo”, comenta al otro lado del teléfono. Ella en su casa, yo en mi terraza. Qué remedio. Las entrevistas en los tiempos de este letal y desconocido virus no permiten que le mire a los ojos, a la cara y a las manos, los tres elementos más chivatos de la verdad de las personas

Pero, en este caso concreto, no importa. Ríe con vitalidad, tiene sentido del humor, pero, además, tiene muy clara una cosa: quiere que el libro sea leído y disfrutado porque puede ser un punto de inflexión en su vida creativa y laboral. O seguir escribiendo o representar un fondo a nivel europeo –cosas de las finanzas, un mundo muy conocido para ella en el que trabajó varios años –antes de casarse con Rafael del Pino– o, por qué no, hacerlo todo. “Aún lo estoy decidiendo, pero lo cierto es que me gustaría compatibilizar ambas cosas. Creo que podría, así seguiría escribiendo”, apunta.

Cuando ponen en jaque la autoestima

‘Nadie me contó’ es la historia de Gaelle. Una mujer arquitecto con dos hijos que, debido a su matrimonio con un poderoso empresario, Sebastián, ha tenido todo desde el punto de vista material. Una vida que cualquier persona –sin excepción– querría vivir, aguantaría un sinfín de anulaciones personales con tal del mantener un estatus social como el de la protagonista. Sin embargo, el vacío permanente, así como la erosión psicológica eterna que pone en jaque la autoestima de cualquier individuo, hacen que todo estalle por los aires. Adiós vida millonaria, bienvenida vida mundana.

Aquí es donde comienza todo, con unas vacaciones con sus hijos en Baleares donde Gaelle puede repensar y reflexionar sobre lo maravilloso que es ser feliz con lo más sencillo, con lo más estúpido –incluso– porque, según apunta Gil-Casares, “este libro va de segundas oportunidades, de levantarse con alegría, tras pasar un luto, que creo que es necesario, para dejar paso a la luz y comenzar de nuevo”. En definitiva, cuando hay algo que ocurre sin remedio y “cercena el autoestima”. Eso sí, insiste la autora en que, a pesar de la herida, «hay que seguir disfrutando de la vida sin conformarnos”.

No se refiere Gil-Casares sólo a las segundas oportunidades en el amor, no, también al día a día de muchas personas cuando “de alguna forma te parten la vida, por ejemplo, despidiéndote del trabajo, a pesar de los esfuerzos puestos, porque no es lo que esperaban de ti, por ejemplo, esto acaba con muchos de tus planes”.

Una oda a la amistad y a la lealtad

Gil-Casares habla de recuperar la confianza, en uno mismo y en los demás, pero ‘Nadie me contó’ también es una oda a la amistad. Gaelle tiene un grupo de íntimas amigas con las que ríe, llora y se dice las verdades del barquero sin anestesia, sin titubeos, sin moñadas y con mucha lealtad, eso también. “Me molesta que digan que nosotras no sabemos ser buenas amigas, diría que no, nos apoyamos entre nosotras. Fíjate, creo que hay una solidaridad femenina mayor de la que creemos y me gusta que se transmita ese mensaje de amistad”.

Es una historia en la que hay ritmo, ocurren cosas constantemente porque es un poco gamberra, algunas de ellas realmente surrealistas que levantan las carcajadas porque, claro, para una persona mortal que va a Mercadona/Lidl/Condis con el moño en lo alto y las mallas de correr a llenar la nevera semanalmente, como es mi caso, resulta inverosímil que Gaelle no sepa que la compra se paga con tarjeta, que haya tarjetas de club de socios con descuentos o que se la pueden llevar a casa si paga una cantidad extra. 

Gaelle ha vivido demasiado tiempo fuera de la realidad, por eso es imposible no reírse con sus enloquecidas historias de persona normal. Es una novela emotiva, cargada de amistad, amor y algo de sexo, eso también. “En la novela hay historias, lo reconozco, que me han pasado de verdad a mí”, comenta entre sonoras carcajadas. Pero, descuiden, que no las voy a contar en absoluto porque, si lo hago destriparía lo anecdótico y, ahora, en estos tiempos de reflexión, donde muchos quizá nos reconvirtamos en algo inesperado gracias a este obligado confinamiento provocado por lo que ya se está llamando Guerra Mundial C, lo mejor es leer todo en primera persona, aunque sea encarcelados en casa.

Y, recuerden, sólo hay una manera de juzgar las cosas con la suficiente distancia, independencia y equidad: acudiendo directamente a las fuentes y, afortunadamente, en este aspecto los libros no son una excepción. 

@MaríaVillardón

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