EL FOCO DE MARÍA ZABAY

Agustina Bazterrica: «Todas las torturas que yo narro están basadas en nuestra historia»

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En el vasto universo de la literatura, existe un género que siempre ha suscitado un gran interés entre los lectores: la ciencia ficción. Dentro de ella, triunfa la literatura distópica con sus hipotéticas sociedades futuras. Planetas desolados y pasajes sombríos construyen posibles futuros que ahondan en los conflictos sociales, la ética y las libertades individuales, incitando a reflexiones profundas sobre la sociedad y su destino, cuestionando las posibles derivas de los individuos.

Es lo que ha hecho la reconocida escritora Agustina Bazterrica con su novela Las indignas en la que el mundo como lo conocemos ha desaparecido. Después del apagón definitivo que puso fin a la era de internet y el poderío de la inteligencia artificial, ya no hubo forma de reconstruir la sociedad porque la naturaleza terminó de destruirla. La temperatura aumentó, casi todas las especies se extinguieron, hubo inundaciones, lluvia ácida y guerras del agua que delinearon un nuevo y desolador paisaje. Tras errar por una tierra hostil, varias mujeres llegan a un antiguo convento en busca de refugio. Allí son captadas por una secta religiosa que nos recuerda a la dictadura matriarcal de El País de las Mujeres de Sheri S. Tepper.

«Todas las torturas que yo narro están basadas en nuestra historia», afirma Bazterrica, señalando a la inquisición. Y reconoce que no lo pasa mal al escribir porque es muy fría. Esa dureza la compensa con su prosa rica y, en ocasiones, casi poética. Con ella, nos hace recordar pasajes bíblicos como el de Isaías 43 2, cuando una de las protagonistas camina por las brasas, se arrodilla y no se quema.

En su haber: más de 200.000 lectores en una treintena de países que disfrutan de sus mundos orwellianos o a lo Zamiatin. Vidas controladas en las que torturas, víctimas y verdugos comparten escena. Retratos desoladores de un futuro posible que en el caso de 1984 se convirtieron en un aviso profético que resuena en la conciencia colectiva.

Esperemos que acierte un poquito menos que Orwell y sus guerras del agua no lleguen nunca.

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