ASÍ VIVIÓ LA 'OKUPACIÓN' DE SU CASA UNA VÍCTIMA

El chivatazo de un vecino les permite recuperar en tiempo récord su vivienda ‘okupada’ en Alginet

Okupa Alginet
Okupa Alginet
Ignacio Martínez

El ‘chivatazo’ de un vecino permitió a 3 hermanos, uno de ellos persona vulnerable, recuperar su vivienda ‘okupada’ en una urbanización de localidad valenciana de Alginet. En este caso, la suerte se alió con los propietarios frente a los ‘okupas’. Es precisamente uno de esos 3 propietarios, Ana, quien ofrece en primera persona el testimonio que pocas veces se escucha: el de las víctimas. Reconoce que las consecuencias psicológicas persisten: aún tienen miedo y se sienten observados desde el exterior. Ella sigue pensando que «han violado mi casa». La responsabilidad de las políticas de Vivienda en la Generalitat Valenciana es de Héctor Illueca (Podemos), vicepresidente segundo del gobierno que preside el socialista Ximo Puig.

Entre julio y septiembre del pasado año, los tribunales recibieron un total de 105 denuncias por ‘okupación’ de viviendas en la Comunidad Valenciana. Unos datos muy similares a los del ejercicio de 2020, cuando las denuncias por ‘okupación’ fueron 108. El problema se ha agudizado en los últimos días. Fuentes próximas confirman la reciente ‘okupación’ de 20 viviendas de un bloque de 28 en Castellón. Y, hace 24 horas, se conocía la ‘okupación’ de otras 8 en aquella localidad. También, en Benicassim hay problemas relacionados con los ‘okupas’. Y, en Alicante, Vox acaba de presentar una moción en el Ayuntamiento que insta a tomar medidas.

En Valencia, se ha vivido un curioso, por inusual, caso de ‘okupación’. Y ello, porque los propietarios pudieron recuperar su vivienda en un tiempo récord. La suerte se alió con ellos. Ana y sus dos hermanos pasaron años disfrutando de la casa que sus padres tenían en una urbanización de Alginet, en la provincia de Valencia. La casa tiene 2 plantas, terreno con pinada y una piscina. Y en ella, los 3 hermanos -Ana es la mayor- guardan los recuerdos de sus padres.

Pero cuando llega el invierno, la familia se dispersa, a pesar de que el hermano menor, junto con Ana, van regularmente. Sin embargo, el pasado diciembre fue un mes frío. La noche caía a temprana hora. Y la urbanización, carecía de la vida en porches y jardines. Aprovechando esa circunstancia, los ‘okupas’ supuestamente saltaron la reja que delimita la propiedad. Una vez dentro, presuntamente forzaron los barrotes de acero de una de las ventanas que da al comedor. «¡Violaron mi casa!», dice Ana.

A continuación, todo transcurrió deprisa, según cuenta Ana. La vivienda tiene dos puertas de acceso. La principal, da al comedor. Los ‘okupas’, según Ana, cambiaron la cerradura de esa puerta. Y, también, de los portones que dan paso al jardín desde el exterior.

Ana dice que un vecino, casi por casualidad, intuyó movimiento en la vivienda. Y cual no fue su sorpresa cuando, al fijarse más, observó, atónito, la presencia de una mujer que en nada se parecía a ella. Decidió ese vecino llamar a la familia. En ese momento, supieron que su vivienda había sido ‘okupada’. «Fue primero la Policía Local. Vio que no había nadie y, entonces, acompañaron a mi hermano para que pudiera entrar. Y, ya dentro, ellos llamaron a la Guardia Civil para que hiciera el atestado», sostiene Ana.

La casa estaba vacía, dice Ana, que afirma que faltaban enseres y la decoración había cambiado. Un jarrón desconocido coronaba una de las estancias. Ana denuncia que también faltaba ropa. Pero estaban dentro y no podían irse. De modo, que el hermano menor le echó valor. Pasó allí la noche, condición imprescindible para que la vivienda no fuera ‘re okupada’. Al día siguiente, cambiaron las cerraduras de nuevo. Ahora, intentan superar el miedo en cada momento que están allí. Se sienten vigilados desde el exterior, dicen, aunque no lo pueden demostrar. Psicológicamente, el drama de lo sucedido les persigue y no saben cuándo volverán a disfrutar de la paz de que gozaron en otros tiempos: el fantasma de una nueva ‘okupación’ ronda 24 horas al día por sus cabezas. Son los efectos psicológicos de la ‘okupación’, que nadie ve.

Después de todo lo sucedido y sufrido en primera persona, Ana se pregunta: «¿Se está protegiendo a personas vulnerables o se están comprando votos de personas que se acostumbran a vivir de la paguita, poniendo en peligro el pequeño patrimonio de los que trabajamos duro, ahorramos y pagamos impuestos?». Ahí, queda su reflexión.

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