El mito de la Diada: Casanova no murió en combate, ni estaba en Barcelona y siempre sirvió a España
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Un año más, el separatismo se apropia de la figura de Rafael Casanova para su relato con motivo de la Diada de Cataluña. Se trata de uno de los falsos iconos construidos por el separatismo que la realidad histórica desmonta: Casanova no murió en combate, ni estuvo en Barcelona durante el sitio a la Ciudad Condal que finalizó el 11 de septiembre de 1714 y nunca combatió por la independencia de Cataluña, sino por una España libre de la ocupación francesa.
Así queda constatado en un informe del Instituto de Seguridad y Cultura bajo el nombre de Nacionalismo y desinformación: la construcción del mito de la Diada y cuyo autor es Jorge Vilches, politólogo y profesor de Historia del Pensamiento en la Universidad Complutense de Madrid. «El mito de la Diada no aguanta un repaso histórico», es una de las principales tesis que expone Vilches. El politólogo considera que la figura de Rafael Casanova es «un claro ejemplo de manipulación histórica» del independentismo.
Unió Catalanista, un partido minoritario, organizó el 11 de septiembre de 1891 el primer homenaje a la estatua de Rafael Casanova, el que fuera consejero en jefe de Barcelona en 1714. Los independentistas aseguraron que Casanova había «muerto en combate» por las libertades de Cataluña, un hecho completamente falso puesto que nunca combatió por la independencia catalana sino por una España libre de Francia, tal y como luego ratificó «el bando de los Tres Comunes de Barcelona».
Casanova tampoco estuvo presente el 11 de septiembre de 1714 en Barcelona debido a que fue herido en una pierna como consecuencia de un disparo y fue trasladado a la casa de su hijo ubicada en San Baudilio de Llobregat (Barcelona). Allí permaneció hasta 1719, cuando recibió la amnistía y pudo volver a ser abogado, su profesión real.
Jorge Vilches recalca que cualquier ideología necesita «elaborar mitos e identificar héroes» para justificar el falso mito histórico creado por el separatismo catalán en torno a Rafael Casanova. «El nacionalismo catalán buscó un día para señalar su lugar en la memoria, la fecha de nacimiento o expresión colectiva, una suerte de 14 de julio francés o 4 de julio norteamericano. Eligió el 11 de septiembre de 1714, fecha en la que se inventaron una historia, un conjunto de mitos para engañar y movilizar, para justificarse», afirma el profesor de Historia.
«Sacrificar todo»
«El fin último de cualquier ideología es sacrificar todo desde la libertad al pluralismo, la convivencia, la tolerancia, la modernidad y, por supuesto, la información. En consecuencia, la ideología y la verdad, o la misma realidad, no suelen coincidir», señala Vilches en su informe.
«No importa la realidad, la información, sino el efecto, que es el que la gente tome conciencia y se movilice. Es desinformar; esto es, mentir para obtener un rédito político. Falsear el pasado o sacar conclusiones volitivas», defiende el politólogo. «Toda ideología -y el nacionalismo lo es- necesita recrear un pasado, tener una visión de la historia que justifique su discurso político presente, las acciones colectivas y las reivindicaciones», expone también.
«Sin libertad»
Jorge Vilches recoge además el señalamiento y marginación que realizan los independentistas con el resto de catalanes que no comulgan con sus ideas. «Una de las características del totalitarismo es convertir en crimen o traición el no asumir y repetir la ‘verdad’ -una sola verdad, con categoría de norma de obligado cumplimiento para la explicación de la realidad- y que castiga al infractor con la marginación o el silencio. En el nacionalismo catalán no hay libertad para la persona, sino determinación histórica, cultural y biológica», indica.
«Cuando el partido nacionalista llega a las instituciones procede a su colonización; es decir, a llenar la administración y las instituciones con sus acólitos, de manera que Estado, Gobierno, partido en el poder, sociedad y nación son la misma cosa porque sólo hay un interés legítimo», apunta en este sentido.
«Su verdad»
Vilches hace mención en su informe a la «desinformación» que el independentismo construye para intentar imponer su «verdad». «El programa nacionalizador se convierte en la doctrina oficial, en ‘la verdad’, y su construcción de la comunidad homogénea basada en la desinformación pasa a formar parte de la identidad», afirma. «En la invención nacionalista catalana todos los elementos debían encajar con su separación del resto de España. Para esto había que atacar sus símbolos: la Corona y las normas, Felipe V y su absolutismo», apostilla.
El estudio destaca, por último, otro objetivo del separatismo: el de «sacrificar la libertad y entrar en el autoritarismo». «Cuando el poder se dedica a crear una doctrina y a convertirla en el discurso oficial, rodeada de las parafernalias de un culto colectivo, de masas, está en la senda de sacrificar la libertad y entrar en el autoritarismo», zanja Jorge Vilches en su informe.