DANA MORTAL

La tragedia de Valencia reabre las heridas de la torrentada mortal de Sant Llorenç en 2018

La tardanza en decretarse la alerta roja y cerrar las carreteras incrementó la magnitud de la catástrofe

El caudal del torrente de Sant Llorenç se multiplicó por cuatro en dos horas y se desbordó, provocando la tragedia

Inundaciones Sant Llorenç
Efectos de las inundaciones en Sant Llorenç en octubre de 2018.

La DANA de consecuencias mortales que asoló este martes la Comunidad Valenciana y Castilla La Mancha, dejando por el momento la cifra de 72 muertos, reabre las heridas de la trágica torrentada de Sant Llorenç (Mallorca) de 2018, ocurrida también en el mes de octubre -el día 9- y que se llevó la vida de 13 personas.

La peor gota fría del siglo se ha cebado especialmente con la localidad de Torrent, la más grande de la provincia de Valencia tras la capital y a apenas 14 kilómetros de ella. Dos ríos se han desbordado y la fuerza del agua ha derribado varias viviendas. Los dispositivos de Emergencias siguen trabajando para llegar a las zonas inaccesibles, que están sin luz y sin comunicaciones telefónicas.

El 9 de octubre se cumplieron seis años de la mayor tragedia sucedida en Baleares en las últimas décadas. El caudal del torrente de Sant Llorenç se multiplicó por cuatro y ascendió a los 4,5 metros de altura, según un estudio de la UIB, después de las fuertes lluvias que dejaron hasta 300 litros por metro cuadrado. Por eso, cuando las tormentas azotan la zona de Sant Llorenç por estas fechas, los vecinos no pueden dejar de pensar en el desastre que vivieron y aprietan fuerte los dientes para que no se repita.

Aquella trágica noche hubo múltiples fallos en la gestión de las inundaciones. La descoordinación inicial fue la tónica en unos momentos en los que la caída del sistema operativo de la red de comunicaciones TetraIP del Govern empeoró las cosas.

Los operadores del 112 tampoco dieron abasto para atender todas las llamadas de los afectados. La reducción de personal en este servicio de urgencias había mermado su eficacia. Sus pocos efectivos acabaron llorando de rabia e impotencia al ver que estaban desbordados.

Las trágicas inundaciones en la provincia de Valencia, con decenas de fallecidos, recuerdan en muchos aspectos a lo sucedido en Sant Llorenç  hace seis años. De forma inesperada llovió de forma torrencial y en pocos minutos el caudal del torrente de Sant Llorenç se multiplicó casi por cuatro y ascendió hasta los 4,5 metros de altura. Se desbordó al paso por el pueblo de Sant Llorenç, provocando la tragedia.

Hubo en ese desastre algunos fallos que ahora, seis años más tarde, se han reproducido en la provincia de Valencia. En Sant Llorenç la alerta roja por lluvias torrenciales se decretó cuando el torrente ya se había desbordado y ya se conocía la existencia de víctimas mortales. La torrentada sorprendió a muchos ciudadanos en unas carreteras que no se cortaron al tráfico hasta dos horas después del inicio de las lluvias torrenciales. Llovieron 237 litros por metro cuadrado en una hora, entre las 18.30 horas y las 19.30 horas.

El Govern de la socialista Francina Armengol atribuyó a la Aemet la falta de previsión ante los efectos devastadores de la torrentada. Sostuvo que la alerta roja (riesgo extremo) se decretó a las 22.26, una hora y 19 minutos después de activar el nivel 2, que marca una situación en la que se ha producido un fenómeno adverso que supera la capacidad de atención de los medios y recursos locales.

El operativo de emergencias que se había preparado era el correspondiente a una alerta amarilla y se tuvo que reforzar a marchas forzadas a media que se conocía la magnitud de las inundaciones. El Ejecutivo lamentó que la alerta roja no se decretara con la suficiente antelación sino cuando ya se había desbordado el torrente.

Un estudio de la Universitat de les Illes Balears (UIB) determinó cuáles fueron los factores causantes de los daños en el área urbana de Sant Llorenç, Más allá de la elevada exposición al riesgo de inundaciones ya conocida, el desastre fue generado por una elevada exposición de los edificios y las infraestructuras a las inundaciones, la ausencia de sistemas de alerta tempranos con protocolos de actuación eficientes y la falta de instrucciones precisas a la población.

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