Sin recambios no hay paraíso

Sin recambios no hay paraíso

La ausencia de determinados jugadores ni tampoco las bajas surgidas en el transcurso de un partido pueden justificar una derrota o un mal encuentro. Al mítico entrenador argentino Helenio Herrera, también conocido como HH o «El Mago», se le atribuye, entre otras muchas sentencias, la de que «la liga la ganan los suplentes», la dijera o no porque al mismísimo Napoleón Bonaparte le han adjudicado la mitad de las frases que seguramente pronunciaron otros.

El Mallorca ha ganado sin Raillo y sin Samu, también sin Muriqi y con Larin, con Antonio Sánchez de lateral y, salvo Chiquinho, que debe ser muy malo, todos han gozado de oportunidades. Así que el problema no son las lesiones, ni las sanciones, sino la confección de una plantilla que agotó los milagros antes de la Navidad del 2024. Si en primera división conformas un vestuario para once o a lo sumo catorce jugadores, te exponen demasiado.

No digo que se necesiten veinticinco porque el presupuesto no da para tanto, pero al menos has de contar con docena y media de futbolistas capaces de competir entre sí para prever las eventualidades propias de una competición tan larga o incluso dos, si contamos la Copa. Lo contrario obliga a un sobre esfuerzo que impone un rendimiento de un doscientos por cien que, superada la trigésima jornada, pasa factura física y mental.

Pablo Ortells no ha planificado nunca en relación a la exigencia de la categoría, aunque hay que reconocerle su acierto en la elección de los entrenadores. Un listón no aplicable a la de los fichajes cuya relación calidad/precio sitúa al equipo muy por debajo de la posición que actualmente ocupa en la tabla, ya la décima. Como afirma mi amigo Emilio Pérez de Rozas en referencia a más elevadas alturas, lo que cuenta no son los puntos, sino el modo de jugar y si a ello nos atenemos los de Arrasate no están muy por encima de los equipos que tiene por detrás excepción hecha del Valladolid y Las Palmas.

Aunque las instrucciones sean del tipo «el club nunca hace nada mal», se practica una nefasta política de comunicación tanto directa como indirecta. La exhibición de las caretas de Abdón en la grada, la filtración del presunto interés por ciertos jugadores para colocarlos en el mercado, la patochada de la Kings League en la que dudo que hubiera querido participar algún compañero distinto a Maffeo, el modo en que se negocian bajas y altas o renovaciones puesto en evidencias por la cantidad de ellos que desean abandonar el club, el fracaso por dejadez del Mallorca B y la dinámica del fútbol formativo, el soporte a manifestaciones del estilo de «Raillo internacional» y una larga lista de decisiones más que discutibles con la injerencia evidente de la dirección financiera en la deportiva, activan el mar de fondo que, como bien saben los navegantes, esconde peligros tan inquietantes como los de una tormenta y la embarcación aun no ha tocado puerto por cerca que esté.

En este bonito deporte y feo negocio se da una máxima infalible: lo que sucede en el campo es el reflejo de lo que ocurre en los despachos. Salvo la excepción del Barça que confirma la regla.

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