Sánchez: autor, cómplice y encubridor

No seré yo el que pretenda dar lecciones a un juez. Tengo la rotunda certeza de que el magistrado que instruye la causa contra Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, por tráfico de influencias me da sopas con onda en Derecho. Esto sólo es una reflexión bajo mi punto de vista desde el derecho penal del que tengo conocimiento, aunque precisamente por experiencia, el derecho se interpreta tantas veces y de diferentes formas que no me atrevería a decir que en muchas ocasiones el blanco es blanco, ya que después aparecen mil matices. Así, el tráfico de influencias se tipifica en los artículos 428 a 431 del Código Penal español como un delito contra la Administración pública.
Consiste en que una persona (sea funcionario o particular) aprovecha una posición de poder o influencia para conseguir un beneficio económico o de otro tipo a través de la intervención de un funcionario público. Este delito es el que supuestamente ha cometido Begoña Gómez y que ahora será juzgada separadamente por malversación de caudales por un jurado popular como señala la legislación española para este delito.
Dicho esto y aunque parece ser que la instrucción está en curso, no puedo por más que tener una gran duda en la interpretación del delito cometido supuestamente por la esposa de Sánchez, ya que me pregunto quién ha sido el sujeto activo de este delito, quién ha ejercido de «instrumento del delito» en la ejecución del mismo y todo me remite al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien ha sido el que ha ejercido la influencia necesaria y efectiva para que el «sujeto pasivo», o sea, Begoña Gómez, se beneficie del delito.
Y claro, no puedo por más desde mi escaso conocimiento porque el presidente del Gobierno, o sea, Sánchez, no ha sido imputado por el mismo, pues no veo influencia suficiente por sí sola a Begoña Gómez, sino porque es la esposa del presidente. No veo más influencia suficiente que no sea que detrás de todo ello está Sánchez.
Pero irremediablemente vuelvo al principio sobre el delito de malversación de caudales públicos por el que la esposa del presidente está imputada y llego a la reflexión de que esos caudales públicos que supuestamente se han malversado han sido incuestionablemente generados por los beneficios obtenidos por el tráfico de influencias reseñado, de tal manera que son irremediablemente vasos comunicantes, que el uno lleva al otro y viceversa.
Rotundamente yo en todo este asunto al que veo verdaderamente responsable es a este nefasto presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que desde el primer minuto de su acceso al poder ha asaltado todas las instituciones para su beneficio, tanto político como económico, y es el que verdaderamente debería ser imputado penalmente, pues como hemos comprobado, la responsabilidad política para este vil individuo no existe.
Por todo ello, no logro entender cómo los jueces que instruyen estas diligencias no han imputado a Sánchez en las dos figuras de la autoría, como son los autores y los cómplices o la tercera desgajada hace tiempo en una reforma del código penal, el de encubridor, porque me niego a pensar que Sánchez, si no ha intervenido directamente en los hechos, no tuviera indefectiblemente conocimiento de los mismos.
Sin embargo como los caminos del Derecho en muchas ocasiones son inescrutables, aquí están estas elucubraciones, todas estas dudas que me asaltan, que no obstante posiblemente en un futuro cercano se resuelvan, porque por lo que se observa quedan muchos informes, quedan muchas diligencias aún por practicar. Sólo me queda el temor de que la justicia en este caso no esté por muchas razones a la altura de un Estado de Derecho, que ya de por sí está bastante deteriorado, ya que si la Fiscalía General del Estado está imputada y manipulada, también crecen las dudas de cómo va a funcionar la acusación pública correctamente.
De nada sirve procesar a quienes orbitan alrededor del poder si se deja indemne al núcleo mismo de la corrupción. La esposa del presidente puede sentarse en el banquillo, pero todos sabemos que el verdadero asiento vacío será el de Pedro Sánchez. Y si los jueces no lo ocupan con su nombre, será la ciudadanía, la memoria colectiva y la Historia quienes lo sienten allí, porque ningún poder, por grande que se crea, puede escapar eternamente a la verdad.
Temas:
- Gobierno
- Pedro Sánchez