EL CUADERNO DE PEDRO PAN

Iguana Teatre levanta un monumento a la interpretación

La compañía ha elegido el marco de Fira B! para el estreno en catalán de su más reciente producción, 'Petites tragèdies'

iguana teatre
La compañía ha elegido el marco de Fira B! para el estreno en catalán de su más reciente producción, Petites tragèdies.

Solamente el profundo entendimiento del legado de Aleksandr Pushkin y la perfecta sintonía con los magistrales hallazgos de su narrativa son capaces de transformar un texto hasta encarnarlo en un trío actoral mayúsculo en su caracterización y espectacular en todas y cada una de sus evoluciones. La dramaturgia de Pere Fullana, deliciosamente inspirada, es lo que le da alas al vuelo en libertad de Rodo Gener, Carles Molinet y Marina Nicolau.

Iguana Teatre ha elegido el marco de Fira B! para el estreno en catalán de su más reciente producción, Petites tragèdies, y acudir después –el 9 de diciembre- a Sevilla (Festival Rayuela) haciendo lo propio en castellano.

Aleksandr Pushkin fue el creador de un estilo narrativo propio en el que se producía con naturalidad, y atrevimiento, la interacción del drama con el romance y la sátira, abriéndole la puerta a la literatura rusa moderna. Ésta fue su actitud permanente desde la adolescencia, allá por los años 20 del siglo XIX, desconcertando a los poetas consagrados y entusiasmando a los lectores. Hasta su vida fue un permanente desconcierto, primero desde la provocación y acto seguido la consagración de su genio. Su vida transitó entre los lujos de San Petersburgo y el silencio que reclamaba la escritura de sus obras, llegándole inesperadamente la muerte en un duelo trucado, la madrugada del 29 de enero de 1837. Había cumplido 37 años.

Boris Godunov, ese gran drama histórico que retrata la sociedad medieval rusa de finales del siglo XV, fue en 1825 el punto de partida de la literatura rusa moderna, de la misma manera que el Ulysses (1922) de James Joyce rescató a la novela de la decadencia que arrastraba. Boris Godunov era una obra incómoda, de hecho fue censurada en 1831, y es en ese período cuando Pushkin se retiró a Bolshoye Boldino, en la región de Nizhni Novgorod, dando inicio al que se ha dado en llamar su período mágico.

Pequeñas tragedias, un conjunto de cuatro obras cortas, pertenece a este período en el que destaca especialmente su entendimiento de la tragedia a partir de esta afirmación: «Verosimilitud de las situaciones y la verdad del diálogo». No solamente eso. Él mismo describía estas Pequeñas tragedias como «esbozos dramáticos, estudios dramáticos, ensayos dramáticos» que se nutren de contextos variopintos, juegos literarios diversos y el manejo de citas a su antojo. Una de las características de estas pequeñas obras es que se alejan del alma rusa –una constante en su obra- para llevarnos a lugares remotos de Europa: El convidado de piedra se ambienta en España; El caballero avaro en Francia; El festín durante la peste en Inglaterra, para cerrar el cuarteto con Mozart y Salieri ambientado en Alemania. Pushkin empleó una década en el desarrollo de la idea, iniciada en 1826, para acto seguido pasar a la escritura de Pequeñas tragedias a partir de 1830-31. El convidado de piedra se publicó póstumamente el año 1839.

El hecho de hablar de pequeñas historias no debe confundirnos, puesto que en ellas subyace toda la filosofía y visión estética de su particular estilo, y lo más importante abriéndose a cualquier interpretación, siempre y cuando tuviera lugar desde el respeto a la vida que late en cada una de sus líneas en las que siempre está presente el principio de «verosimilitud de las acciones y la verdad del diálogo» y el convencimiento del propio Aleksandr Pushkin de estar iniciándose en una estructura de relato hasta entonces desconocida.

No es casual en este sentido que en la ficha artística de Petites tragèdies Iguana Teatre ya nos advierta: «A partir de textos de Aleksandr Pushkin», que es manera de avisarnos de estar asistiendo a un punto de partida.

Estamos pues ante una versión por libre mucho antes que una adaptación.

La presencia de Marina Nicolau es buen ejemplo de ello, encarnando a Roberto en El caballero avaro (Rodo Gener a su vez como contrapunto en la piel de la baronesa) y –ella de nuevo- al propio joven genio en Mozart y salieri. De la misma manera que las marchas fúnebres oriundas de Nueva Orleans en El festín durante la peste o el cabaret desdibujado en la sátira que se inspira en la figura de Don Juan (El convidado de piedra) surgen de la necesidad de acercar al presente unos textos que pronto cumplirán los dos siglos. Por ello Iguana Teatre subraya que su versión por libre se debe a la necesidad de «reflejar la impresión de haber sido escritos hoy».

Estas Pequeñas tragedias forman un mosaico fiado a la moral en el que se reflejan bien definidos la avaricia, la envidia, la soberbia y la lujuria. En la versión de Iguana Teatre todo lo recorre un fino humor satírico, excepto en dos relatos que en sí mismos son una mayúscula aportación de Pere Fullana como dramaturgo. En primer lugar, cuando aborda la envidia en Mozart y Salieri y decide distanciarse de los personajes; que sean ellos mismos, los llamados a plasmar el problema moral a través de sus diálogos, por cierto en extremo fieles a la creencia en el primer tercio del XIX de que Salieri había envenenado a Mozart. Rodo Gener como el mensajero de la muerte borda sus silencios hasta llevarlos al estruendo y contribuye a crear unas figuras de gran belleza minimalista mientras lleva en brazos a un Mozart que es consciente de que no acabará su Réquiem. Unas escenas, breves, casi a pie de escenario, que si me lo permiten simulan un breve homenaje al teatro de barra. El otro cuadro singular es El festín durante la peste donde la soberbia se manifiesta a partir de la estampa más espectacular de la obra.

Cualquier compañía de teatro, independiente o no, me cuesta imaginar que pudiera hacerle sombra a la versión libre de Iguana Teatre donde sobresale por encima de todo el monumento que se levanta a la interpretación.

La terna actoral se entrega sin desfallecimientos al permanente cambio de roles que convierte Petites tragèdies en un pequeña gran obra maestra en la que nadie sobresale y todos se subliman. Muy bien Carles Molinet, Rodo Gener y Marina Nicolau. Esta última ya había debutado en Iguana el 2018, con 22 años, en Llum trencada. Nada más que añadir. Salvo aplaudir.

Lo último en OkBaleares

Últimas noticias