El Govern de Armengol ya celebra el fin de la crisis en Baleares cuando crecen las colas del hambre
El conseller de Economía, Iago Negueruela, afirma que este año las Islas lograrán la "recuperación total" de su economía
Mientras tanto, aumenta la demanda de ayuda social y la mitad de la población balear no llega a fin de mes
Los Capuchinos de Palma reparten cada día 300 bocatas para los más necesitados
Manuel no falta, día sí y el otro también, a la cola de los 300 bocatas que desde las nueve de la mañana se reparten en el convento de los frailes menores Capuchinos de Palma. Antes y desde el siglo pasado eran los miembros de la orden del Pan de San Antonio de esta congregación religiosa quienes se encargaban de dar a los necesitados el bocata y la bebida cada mañana. Aquí y en otros puntos de entrega de alimentos de Baleares, las colas del hambre siguen en aumento, mientras el Govern que preside la socialista Francina Armengol celebra la fuerte recuperación económica de las Islas y anuncia el fin de la crisis.
El conseller de Modelo Económico, Turismo y Trabajo, Iago Negueruela, anunciaba este jueves que en 2022 las Islas experimentarán la «recuperación total» de su economía y que volverían al PIB de 2018. Según el conseller, las previsiones de crecimiento de Baleares son ahora mucho mejores de las que había en el primer semestre del año pasado.
Negueruela basa sus optimistas afirmaciones en los datos del paro y en el informe del BBVA Research donde se ha revisado al alza el crecimiento de la economía balear, situándose en la previsión del Ejecutivo autonómico. Negueruela considera que riesgos como la inflación afectan más a otras comunidades «con un peso industrial más alto por la importación de materiales y el tráfico marítimo».
El supuesto fin de la crisis no se vislumbra de momento en el sector menos favorecido de la población y la demanda de ayuda social básica sigue creciendo. Buena muestra de ello la ofrecen las colas que cada día se forman en el convento de los Capuchinos de Palma.
Ahora son voluntarios los que van llenando a las familias y personas más pobres de Palma una cesta siempre vacía y que nunca está asegurada. “Desde hace más de 90 años se da el Pan de San Antonio, que antes era sólo un bocata y una bebida”, afirma María, voluntaria del centro, que rechaza dar su nombre real “porque aquí todos trabajamos codo con codo”.
Entre 300 y 350 bocatas
“Cada mañana hacemos entre 300 y 350 bocatas”, dice esta profesora jubilada, que reparte el bocadillo con queso o cualquier clase de embutido a toda persona que llega a la puerta, sin preguntar nada, ni pedir documentación alguna.
“Ahora el mercado de abastos, una casa de comidas preparadas, El Corte Ingles, Mercadona, Eroski… nos dan toda clase de productos para repartir. Ya no sólo damos bocatas, como siempre se ha hecho aquí, sino también tomates, pollo congelado, macarrones y todo lo que nos dan”. También se mantiene la costumbre de usar el cepillo de la pequeña parroquia para comprar el pan de cada mañana, si hace falta, y el embutido, además de la comida que les proporciona el Banco de Alimentos cada sábado, con la que preparan una bolsa de alimentos.
“Hoy hay garbanzos, pollo, verduras, pero cada día es diferente, excepto los sábados, que hacemos unas bolsas especiales para jubilados y enfermos que no pueden venir a diario y así les dura toda la semana”.
También hay donaciones de empresas privadas y de particulares que permiten a los Capuchinos comprar alimentos perecederos, además de otras aportaciones de corazón, como las de un jubilado que cada primero de mes gasta 200 euros en comprar aceite, azúcar, arroz, galletas o lo que se tercie.
Los miércoles las voluntarias son todas maestras jubiladas, pero cada día hay personas diferentes repartiendo a la gente que llega a la puerta en un goteo incesante. La jornada para ellas, como apunta María, arranca al filo de las 6.30 de la mañana para preparar bocatas y después ya se ponen a repartir lo que vaya tocando, “hasta jamón nos han dado esta Navidad”, dice.
“Lo que es fijo son los bocatas y los dulces. Tenemos muchas panaderías que nos traen los pasteles del día anterior o ensaimadas de Can Joan de S’Aigo y otros muchos hornos, que nos dan pasteles buenísimos”.
Manuel ya cogió el suyo y se va con el bocata en la mano sin mirar a nadie, directo a un banco de la Plaza de España, donde le espera una cuadrilla, que ya pasó antes que él por la puerta siempre abierta de los Capuchinos.
Riesgo de pobreza
Frente al optimismo del Govern y las expectativas de recuperación económica, está el aumento de las colas del hambre y la demanda de ayuda social a instituciones como Cáritas o Es Refugi. Según el informe sobre el estado de la pobreza en Baleares 2021, la mitad de la población de las Islas tiene dificultades para llegar a fin de mes, mientras que el 22% se encuentra en situación de riesgo de pobreza o exclusión social, es decir, 266.000 personas en las Islas, lo que supone siete puntos porcentuales más que en 2019. En él se establece, además, que Baleares es la región que más ha incrementado la tasa de pobreza.
El mismo informe indica que, en la actualidad, hay más personas pobres en Baleares -alrededor de 170.000 más-, así como más personas en privación material severa -un incremento del 138%- y más personas viviendo en hogares con baja intensidad de trabajo -un 1% más-.
En una reciente entrevista con este medio digital, la directora de Cáritas en Mallorca, Esther Romero, también señalaba el incremento de la demanda de ayuda. Aseguraba que en la época actual las colas del hambre «responden a necesidades que hasta ahora estaban resueltas pero que con la pandemia se han agravado. Mucha gente que antes podía llegar a fin de mes y nunca había acudido a una entidad social a pedir ayuda, se ha encontrado que en esta crisis sanitaria no ha podido trabajar ni conseguir ingresos por culpa del confinamiento, no ha podido pagar el alquiler… En definitiva, muchas personas no han podido cubrir necesidades básicas que antes, aunque fuera a duras penas y con trabajos extra, podían».