Diálogos abiertos entre clasicismo y romanticismo en el Castillo de Bellver
La Sinfónica inició el pasado 26 de junio el Festival Bellver 2025 con obras de Beethoven y Schumann

Atendiendo a la reacción entusiasta del público, no podía comenzar mejor esta edición del Festival Bellver rebautizado un tiempo como Estius Simfònics aunque al parecer últimamente ha recuperado su encabezamiento original. También es cierto que la magia del patio de armas del Castillo de Bellver es una baza impagable para ir a sumergirnos de lleno en la música.
Desde luego, el programa prometía y también el solista invitado. Primera parte un fugaz monográfico Beethoven que en cierta manera venía a ser un guiño al estreno público de 1807 en Viena, aquella maratoniana velada con obras exclusivamente del compositor alemán, acompañando al estreno del Concierto para piano número 4, considerado obra cumbre de la literatura pianística, por su estructura innovadora, e incluso clave en la transición del clasicismo al romanticismo, especialmente por su libertad formal y también por la capacidad para trascender convenciones clásicas, según concluyen numerosos estudios elaborados por la musicología.
Este concierto, además, profundiza en las relaciones entre el solista y la orquesta, jugando incluso un papel crucial, destacando asimismo algunos pasajes por su profundidad emocional, y aquí es donde entrará a jugar un papel predominante el pianista belga de origen ruso Denis Kozhukhin, quien antes de ganar el Primer Premio del Concurso Queen Elizabeth, en 2010, estudió en la Escuela de Música Reina Sofía de Madrid entre los años 2000 y 2007; escuela por la que también pasó el director titular de la Sinfónica de Baleares, Pablo Mielgo.
La firme complicidad entre estos dos ex alumnos de la Escuela Reina Sofía estaba servida, con el valor añadido de que el instrumento de Mielgo en los años de Conservatorio es el piano, a lo que venía a sumarse que Kozhukhin ya había sido dirigido por Mielgo en una reciente temporada de abono. Y fluyó una soberbia complicidad.
El soberbio temperamento de Kozhukhin transitó sin complejo alguno entre el allegro moderato, el andante con moto y el rondó vivace. Después, ya en el bis quiso dejar huella de su profundidad emocional acudiendo a Chopin.
Si Beethoven se adelantó a su tiempo en el año 1806, Robert Schumann haría lo propio en 1841, año del estreno de su Sinfonía número 4. A pesar del desconcierto que causó entre el público, debido a la innovación formal, lo cierto es que ya estaba anticipando los desarrollos posteriores en la música orquestal a través de combinaciones instrumentales poco usuales para la época. Teniendo en cuenta que se considera la década de 1820 como punto de partida del romanticismo, y si consideramos que el capítulo sinfónico de Schumann se definirá y desarrollará entre 1841 y 1850, se entenderá la gran trascendencia de esta sinfonía por lo que tiene de innovación formal.
Situados en junio de 2025, el público no tenía por qué sentir el desconcierto ante las innovaciones formales que se vivió 184 años antes, aunque bastaba con seguir el desarrollo de los cuatro movimientos de la Sinfonía número 4 de Robert Schumann para apreciar un brillo orquestal, que si bien fue el origen de las críticas contemporáneas, la complejidad de esta obra se abría paso sin complejo alguno, convencido, como estaba Schumann, del trabajo que había plasmado en la partitura y de su total satisfacción, lo que en su momento no impidió que revisara en profundidad la orquestación en 1851.
Los historicistas prefieren interpretar la versión original de esta sinfonía, si bien en las salas de conciertos lo habitual es escuchar la revisión de 1851. Y en todo caso, lo escuchado en Bellver no dejaba de ser un diálogo abierto entre el clasicismo y el romanticismo en un momento clave de la historia de la música. Ahora nos aguarda una gala lírica este50 3 de julio.
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