El cuento de hadas de Maruja García Nicolau

Maruja García Nicolau, mi protagonista de hoy, merece al igual que su marido un homenaje en estas crónicas románticas que beben tanto del pasado como del futuro que está por venir. La sociedad mallorquina no habría sido la misma sin ella paseando su belleza y estilo por los mejores salones, donde según contaba, se la miraba de reojo. La clase no se hereda, ni la educación desgraciadamente tampoco, pero nacer bella, lejos de ser una ventaja, puede ser una trampa. Maruja nunca cayó en ella, ni se dejó tentar. Fue siempre una señora de las de verdad, habiendo nacido en la humildad de una época difícil.
Nació un 26 de mayo de 1943 en Son Cotoneret, una pequeña barriada humilde de Palma y falleció el día de su 78 cumpleaños, con la corona de miss en su mesita de noche y en brazos de su hijo Carlos. No sufrió, no sabía que se iba. A todos nos encantaba escuchar sus historias, en ocasiones surrealistas pero muy reales, y algo que recuerdo muy bien, en casa se hablaban maravillas de ella. Cuando la conocí entendí por qué.
Tuvo una infancia muy feliz, era otra época, en la que la calle era el parque de juegos. Seguro, a la vista de todos. Si no vigilaba uno lo hacía el otro, como en un ritual donde uno pasaba mucho tiempo. No pasó penurias económicas, aunque siendo la mayor de siete hermanos, trabajó desde pequeñita para llevar unas pesetas a casa. Su primer trabajo fue limpiar servilletas y manteles en el antiguo Hotel Villarío. Y se fue haciendo una joven mujer con una belleza inusual, moderna, viva, alegre, perfecta. Siempre comentaba que incluso así de guapa y pese a los piropos que recibía, se encontraba fea comparándose con amigas del Sagrado Corazón, donde estudió.
Con 18 años, trabajaba vendiendo fruta en Santa Catalina y un día entró en el colmado una persona que cambió su vida para siempre. Se hizo la magia y comenzó el cuento de hadas. Un hombre con clase y elegancia que pertenecía a otra clase social mallorquina, en esa época contaba mucho, un joven Pepe Tous, el que fuera más adelante marido de Sara Montiel.
Maruja sabía que era alguien, pero le trató con su gracejo habitual. Entonces él le dijo: «Eres una chica muy mona, la semana que viene se organiza el concurso de Miss Baleares, ¿te quieres presentar?». Maruja, sorprendida, le contesta que su padre, guardia civil en aquel entonces, los mataría a los dos. Pepe se ofreció a ir a hablar con él y se pudo presentar con el beneplácito familiar. Sorpresa, perdió, quedo segunda. Un mes después, en el mítico Teatro Lírico de Palma, salió elegida Miss España 1962. Existe un NO DO de aquella época, donde saluda al público al ser elegida en traje de noche palabra de honor y guantes blancos a juego, como si de Audrey Hepburn se tratara.
Maruja hablaba de Pepe Tous como si fuera su segundo padre, como si de una película se tratara. Contaba que Pepe fue quien la preparó para lo que le esperaba. Le enseñó desde cómo se utilizan los cubiertos en una mesa de la alta sociedad, hasta cómo posar y comportarse en ciertos círculos que en aquella época estaban reservados para unos pocos.
En 1962 siendo Miss España, tenías que elegir entre presentarte a Miss Europa o Miss Universo. Como la economía de ese momento no era la mejor, Pepe decide que Maruja viaje a Beirut, donde sale elegida Miss Europa. ¿Hay algo más elegante que ser coronada miss Europa en Beirut? Mallorca, España vibró. Lo que más llama la atención de esa mujer de perfume intenso y mirada vivaz, es cómo una chica tan humilde, en una época tan difícil, pudiera en primer lugar adaptarse a esa situación que habría superado a cualquiera y en segundo lugar algo que ella decía a sus hijos continuamente: con clase se nace, da igual dónde. El dinero y la categoría a veces no van de la mano. Pepe Tous creó un mito que supo superarse.
¿Qué ocurrió? Miss Europa, radiante, aterriza en Mallorca, un SEAT 1500 descapotable lleno de flores la pasea por toda la ciudad de Palma. Halagada y elogiada la heroína patria fue recibida en el Ayuntamiento por más de 15.000 personas a gritos de la más guapa de Europa. El alcalde de entonces la nombró Hija Adoptiva de Palma y los Bomberos la hicieron su madrina de honor (ese título le encantaba). La corona de flores más grande que llegó al funeral fue la de ellos.
Tras su triunfo ejerció de modelo en París, donde a nivel personal me contó cómo un conde italiano de la época le decía quédate conmigo y nunca te faltará de nada; era bastante mayor que ella. No picó. En realidad también me comentó que nada ni nadie la impresionaba en exceso. Entrevistas y portadas en las mejores revistas y diarios de la época como HOLA y SEMANA que eran lo más. Cenas y fiestas con el mayor glamour de la alta sociedad mallorquina de la época, donde ella en ocasiones se sentía vigilada por el entorno y presionada por si sus formas no eran las correctas. El caso es que su carrera como modelo fue corta, tampoco probó suerte como actriz, no hubo tiempo.
Maruja fue invitada a realizar el saque de honor en el Lluís Sitjar, con Martín Mora como portero del Mallorca. Ese día se conocen, quedan en la antigua Granja Reus y el gran y elegante Martín le promete quererla más que nadie. Decía que triunfó el amor sobre lo demás.
Pepe Tous, siempre al tanto, se reunió con Martín para comentarle que si no iba en serio con esta relación, se podía cargar la carrera de una chica que podía llegar a cotas muy altas. Discutieron, aunque luego fueron grandes amigos, pero hay que entender que a Pepe se le escapaba un diamante. Pepe la quería como a una hermana, nunca intentó ser algo más.
Y así fue como Maruja y Martín se convirtieron en amantes para siempre. Se casaron en la Catedral de Palma llena hasta los topes. Fueron muy felices, tuvieron cinco hijos y doy fe de que el amor puro lo fue hasta el último aliento.
Fueron una pareja popular. Martín pertenecía a una familia adinerada, pero fueron amigos de todo tipo de personajes públicos de la época, tanto de la farándula como de la empresa y la sociedad. Una de sus mejores amigas fue Sara Montiel, la llamaba Gitana y llegó a decir que después de ella y junto con Sofia Loren era la mujer más guapa que había conocido. Verlas juntas era un espectáculo, doy fe. Fue una gran madre y amiga. De sus labios jamás escuché vulgaridad ni cotilleo alguno y hablamos bastante, de todo y más.
Martín pertenecía a otra capa social de aquel entonces y decía orgulloso en esas charlas improvisadas que su mujer tenía más mérito que él, puesto que venía de unas condiciones más duras a nivel social. La halagaba constantemente, nunca faltaron flores, tarjetas con frases dedicadas a ella, gestos de señor revuelto por el cariño. Maruja sufrió un ictus que la dejó en una silla de ruedas y Martín la cuidaba, la llevaba a comulgar y la hacía sentir como una gran dama. Fue su hijo Carlos quien le dijo a su madre que papá se moría. No lloró, fue peor, murió de amor tres meses después. Su último aliento fue tan dulce como ella.
Su vida y su muerte rodeada por los suyos son un cuento de los de antes, donde los sueños se convierten en realidad. Así lo decía ella. Martín lo habría titulado La Muerte de una Dama. Lo fue.