Vox se vuelca contra los okupas

Vox se vuelca con una mujer boliviana víctima de los okupas que se siente «abandonada por la izquierda»

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Borja Jiménez

A Paola, mujer de Bolivia de 24 años, no sólo le han okupado su casa, también la han amenazado, agredido, vejado e insultado delante de su hija de apenas dos años de edad, frente a la que los delincuentes han llegado a consumir sustancias estupefacientes. Hoy, Paola protesta frente a la que es su casa, junto a Vox, formación que lucha en Andalucía contra la okupación ilegal -y por tanto contra la izquierda-. Paola ha admitido a OKDIARIO que la izquierda la ha «abandonado» y que únicamente Vox y una asociación de Bolivia, le han mostrado apoyo.

«Me siento muy respaldada por Vox y por la asociación de mi país, Bolivia. Me están ayudando y me siento más respaldada que nunca», explica Paola a OKDIARIO, donde reconoce que «una empresa de desokupación nos prestará gratuitamente sus servicios».

Javier Cortés, presidente de Vox Sevilla, ha explicado que han acudido a apoyar a Paola porque «Vox tiene un compromiso claro contra la okupación ilegal de viviendas». «Hemos tenido conocimiento de que Paola ha perdido su vivienda. Estamos aquí para mostrar nuestro apoyo y para ejercer una presión social y mediática, que es la que está a nuestro alcance, porque con la Ley no es posible que esta mafia sea expulsada en 48 horas», ha subrayado.

Rafael García, portavoz de Vox en la Diputación de Sevilla, ha recordado que «precisamente ayer hicimos una moción en Diputación de Sevilla para la defensa de la propiedad privada. Pero la izquierda la tumbó». «Era una modificación de la Ley para que la okupación se considere un delito grave, una habilitación para que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad puedan entrar en las viviendas okupadas una vez el propietario ponga la denuncia y se verifique que esta es cierta, y una modificación de la Ley de enjuiciamiento criminal para que este tipo de delitos se puedan juzgar más rápidamente», explica García.

Okupación

Paola es una vecina del barrio de Triana (Sevilla), donde vivía tranquilamente junto a su pequeña, de sólo dos años. Con la pandemia del coronavirus, la empresa en la que trabajaba decidió aplicar un ERTE, lo que dejó a Paola sin ingresos. Como solución, decidió alquilar una de las habitaciones de la casa a una pareja, de origen gitano.

Con el paso de los días, la pareja comenzó a comportarse sin ningún tipo de cuidado hacia Paola y su hija. «Fumaban en casa, consumían drogas y no tenían apuro alguno», señala la mujer afectada, que explica que, con el paso de los días, el comportamiento de sus inquilinos fue a peor… hasta el punto de llegar a insultarla, e incluso agredirla.

«Ha sido una pesadilla. Empezaron a insultarme y a amenazarnos de muerte a mí y a mi niña. Me agredieron delante de la niña», explica Paola, que lleva desde el pasado 12 de julio viviendo con una amiga porque la pareja cambió la cerradura y la expulsó de su propia casa. Los okupas agreden a la propietaria, de este modo, con total impunidad.

Denuncia

Tras la agresión, que denunció ante la Policía, esta joven de 24 años y nacida en Bolivia decidió marcharse de la vivienda por su hija, aunque ha indicado que continuaba yendo a la misma con el fin de que no denunciaran su abandono. «La Policía me dijo que no podían echarlos y que sólo podía poner una denuncia tras otra, por lo que me vi atada de pies y manos con una situación insostenible», ha admitido.

No obstante, la pareja -que sólo iba a estar en la vivienda un mes, el único que abonaron a Mancilla- decidió irse a mediados de julio por lo que esta vecina de la capital andaluza creyó que «los problemas» habían terminado. Sin embargo, el día que dejaron la residencia esta joven volvió a su casa y comprobó que de nuevo estaba ocupada pero esta vez por otras personas, una pareja con una menor a la que no conocía.

Mancilla volvió entonces a denunciar ante la Policía la nueva ocupación de su vivienda, si bien le dijeron que «tampoco los podían echar al haber una menor de edad en la casa y que si quería me quedara a dormir con ellos». «¿Cómo me voy a quedar allí con un hombre que lleva una pulsera telemática y otro a los que no conocía?», se ha preguntado, así que, temiendo por su vida y la de su hija, decide no quedarse ahí. Los okupas agreden, insistimos, con total impunidad.

«Para mí todo esto es un calvario, una terrible pesadilla, no tengo ni la ropa de mi hija, no le deseo esto a nadie… Ayer estas personas sólo me dieron unos juguetes y con el poco dinero que tengo he tenido que comprarle ropa y alimentos a mi hija. Gracias a mis amistades he podido salir adelante porque si no estaría en la calle con ella», ha lamentado visiblemente afectada.

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