Los mayores errores de traducción que cambiaron la historia
Cuando una traducción falla, puede alterar la historia, las creencias o incluso las relaciones entre países. Vemos aquí algunos errores históricos de traducción.
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Traducir es mucho más que pasar palabras de un idioma a otro. Es un arte que exige sensibilidad, intuición y una profunda comprensión del contexto. Cada lengua guarda su propia manera de ver el mundo, y a veces, lo que en una cultura significa una cosa, en otra puede tener un sentido completamente distinto. De ahí que un simple error de traducción no solo cambie una frase, sino que pueda transformar el curso de los acontecimientos.
Aquí repasamos algunos de los errores de traducción más famosos y, sin duda, más influyentes.
1. Moisés y los cuernos que nunca tuvo
Uno de los errores más conocidos en la historia de la traducción se encuentra en la Biblia. Cuando San Jerónimo, en el siglo IV, tradujo el texto del hebreo al latín, se enfrentó a una palabra que lo desconcertó: karan. En hebreo, ese término podía significar “resplandecer” o “tener cuernos”. Jerónimo, sin malicia pero con confusión, optó por la segunda opción.
El resultado fue que durante siglos, los lectores de la Vulgata, a versión latina de la Biblia, creyeron que el rostro de Moisés brillaba… porque tenía cuernos. El error no solo se quedó en el texto: se extendió al arte. En la famosa escultura de Miguel Ángel, el Moisés del siglo XVI aparece con dos cuernos en la cabeza, símbolo de una mala traducción que sobrevivió siglos.
Lo más curioso es que el error no se descubrió hasta muchos siglos después, cuando los estudios del hebreo bíblico permitieron aclarar que Moisés no tenía cuernos, sino un rostro que irradiaba luz.
2. “El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”… o el vodka está fuerte
Este caso es más anecdótico, pero igual de ilustrativo. La famosa frase bíblica “El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”, atribuida a Jesús, sufrió un cambio radical durante una cadena de traducciones del griego al inglés, y luego del inglés al ruso. En algún punto del proceso, un traductor, quizá con poco conocimiento o con un toque de humor involuntario, transformó la frase original en “El vodka está fuerte, pero la carne está podrida”.
3. “Mokasatsu”: una palabra que cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial
Uno de los casos más trágicos de la historia de la traducción ocurrió en 1945, en el momento más tenso de la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos había exigido a Japón una rendición incondicional, advirtiendo que, de no hacerlo, las consecuencias serían devastadoras. Ante esa presión, el primer ministro japonés, Kantaro Suzuki, respondió con una palabra ambigua: mokasatsu.
En japonés, mokasatsu puede tener dos significados, dependiendo del contexto: “sin comentarios por ahora” o “ignorar con desprecio”. Los traductores estadounidenses eligieron la segunda interpretación y transmitieron al gobierno que Japón había rechazado categóricamente la rendición. Días después, el presidente Truman ordenó lanzar la bomba atómica sobre Hiroshima y, posteriormente, sobre Nagasaki.
Hoy, los historiadores debaten hasta qué punto ese error fue decisivo, pero no cabe duda de que contribuyó a una de las decisiones más trágicas del siglo XX. Un solo matiz lingüístico bastó para cerrar la puerta a la diplomacia y abrir la del horror nuclear.
4. El tratado que no decía lo mismo: el caso de Nueva Zelanda
En 1840, los británicos firmaron con los jefes maoríes de Nueva Zelanda el Tratado de Waitangi, que debía establecer una relación pacífica y definir la soberanía sobre las islas. Pero hubo un detalle fatal: el texto se redactó en dos versiones, una en inglés y otra en maorí, y no decían exactamente lo mismo.
En la versión inglesa, los maoríes “cedían su soberanía” a la Corona británica. En cambio, en la versión maorí, la palabra utilizada se entendía como “kawanatanga”, algo más cercano a “gobernanza compartida”. Es decir, los jefes maoríes creyeron que firmaban un acuerdo de cooperación, no una cesión total del poder.
El resultado fue un siglo de conflictos, tensiones y reclamaciones que aún hoy siguen presentes en la sociedad neozelandesa.
5. La joven que se convirtió en virgen
Pocos errores lingüísticos han tenido tanta repercusión cultural y religiosa como este. En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea ‘almah’ se usaba para describir a una “mujer joven”, sin hacer referencia a su virginidad. Sin embargo, cuando se tradujo al griego, se utilizó el término parthenos, que sí significa “virgen”.
Ese pequeño matiz lingüístico fue decisivo para la interpretación cristiana del nacimiento de Jesús, y terminó marcando siglos de teología, arte y pensamiento religioso. Todo un dogma de fe nació, literalmente, de una elección de palabra.
6. El mensaje perdido en la traducción diplomática
Otro caso menos conocido, pero igual de curioso, ocurrió durante la Guerra Fría. En una conferencia en Ginebra, un diplomático estadounidense habló de la “inevitable superación del capitalismo”. Su intérprete ruso tradujo “inevitable” como “obligatoria”, una palabra con una connotación autoritaria en ese contexto. Aquella diferencia encendió tensiones momentáneas y requirió varias aclaraciones para evitar un malentendido mayor.
Traducir: un acto de equilibrio entre mundos
Todos estos casos tienen algo en común: muestran que traducir no es solo reproducir palabras, sino interpretar realidades. Cada lengua guarda su propia visión del mundo, su manera particular de nombrar lo invisible. El traductor, en ese sentido, es un puente entre culturas… pero también un guardián de la precisión.
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