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El pueblo más feliz de España: a solo 1 hora de Valencia, escondido entre montañas y piscinas naturales

Felicidad.
Felicidad.
Gemma Meca
  • Gemma Meca
  • Licenciada en Historia, máster en Periodismo y Comunicación Digital. Redactora en Ok Diario. Cuento historias, soy amante de los astros, sigo a la luna, los TT de Twitter y las tendencias en moda. Experta en noticias de consumo, lifestyle, recetas y Lotería de Navidad.

A solo 1 hora de Valencia y escondido entre las montañas está el pueblo más feliz de España. A la hora de organizar una pequeña escapada en estos días que tenemos por delante, nada mejor que hacerlo de la mano de un propósito que todos deberíamos seguir en la vida, ser felices. Este sentimiento que parece que desaparece por momentos cuando emprendemos una rutina que quizás no termine de ser lo que esperaríamos, se ha convertido en una dura realidad en muchos aspectos.

Tocará ahora más que nunca pensar en esas vacaciones que quizás nos acaben sorprendiendo y alejando de algo que hasta la fecha no habíamos tenido en cuenta. Son días en los que el ambiente rural, este nuevo parón que tenemos por delante, debe estar pendiente de algunos cambios que hasta el momento no habíamos tenido en cuenta. Habrá llegado el momento de estar pendiente de unas circunstancias que quizás hasta ahora no habíamos esperado. Hay un destino soñado que nos permitirá descubrir el lugar más feliz del país y que está mucho más cerca de lo que nos imaginamos.

España tiene este pueblo feliz

La realidad es que España es uno de los destinos turísticos más deseados del momento. Somos un país que lo tiene todo. Playa y montaña, relajación o acción, podemos escoger el mejor plan posible, prácticamente sin salir de casa. Con todo lo que tenemos por delante y una actitud que quizás hasta ahora nunca hubieras imaginado.

Es hora de apostar por este tipo de elementos, de dar un giro a nuestro día a día, dejando a un lado aquello que realmente deseamos. Una opción que puede acabar siendo la que nos acompañe en estos días que tenemos por delante y que pueden ser claves. Es tiempo de claves y de actuaciones que podrían acabar generando algunos compromisos esenciales.

La felicidad es una cualidad que podemos descubrir de forma casi inesperada en uno de esos viajes que pueden cambiarnos la vida. Llena el depósito de gasolina, prepárate para vivir una experiencia que realmente puede darte ese toque de alegría que necesitas. Descubrirás un pueblo a sólo una hora de Valencia que te transportará a otra dimensión. Con piscinas naturales y una larga lista de elementos que pueden darte aquello que necesitas y más, toma nota de lo que está por llegar.

A sólo 1 hora de Valencia, escondido entre montañas y piscinas naturales

Escondido entre montañas y piscinas naturales está un pueblo que debes conocer y que quizás te acabe aportando una larga lista de propiedades que quizás hasta ahora no habías tenido en cuenta. Organiza esta escapada perfecta con todo lo que necesitas y más de la mano de un destino impresionante.

Tal y como se presenta este pueblo en su web: «La villa de Chulilla se sitúa en un territorio que está vertebrado por el río Turia, y él ha sido el que ha marcado toda su evolución histórica; la elección del asentamiento de la población basada en la importancia de elementos estratégicos y de control. Ha sido la hidrografía con su doble carácter de proporcionadora de recursos económicos y facilitadora de estrategias defensivas, quien ha determinado la historia de Chulilla. Ya en nuestra era el carácter de autarquía y aislamiento generalizado al final del antiguo imperio fue conformando la estructura territorial que derivaría en el distrito musulmán del castillo islámico de Xulella, que tuvo su continuidad territorial tras la conquista en la Baronía del siglo XIII. La relación castillo – río Turia establecerá el eje doméstico de los habitantes de las alquerías de época islámica, originándose, si no lo fue ya en época romana, el sistema de regadío del valle a partir del azud del Salto, llamado popularmente “Charco Azul”. Chulilla aparece documentalmente entre las donaciones que realiza el rey musulmán de Valencia Abu Zayd, al Obispo de Segorbe en 1236. En 1248 Jaime I la dona a Pere Escrivá de forma vitalicia “castrum et villam de Xulella” pero esta donación no será la definitiva. Tras este paréntesis de señorío militar vuelve al eclesiástico al ser instituida en 1274 la Baronía de Chulilla, sobre el territorio del antiguo distrito musulmán, y entregada al Cabildo y Obispo de Valencia. Hasta 1331 la población será mayoritariamente musulmana y en 1340 se realiza la Carta de población por Raimon Gastón y su Cabildo, recibiendo el documento los representantes de los cien pobladores cristianos, Miguel Silvestre y Arnaldo Guernica. A lo largo de los siglos XV, XVI y XVII, se observa en base al estudio de los nombres de familia, una cierta sustitución de los primeros linajes que llegaron en el siglo XIV por los que actualmente conforman el patronímico contemporáneo. A esta época podemos llamarla la era del esparto, no sólo por su importancia económica, aún conocida por nuestros mayores, sino también por cómo regulaba las ordenanzas comunitarias. Ya en el siglo XVIII se produce una ruptura anunciada: el territorio de la Baronía que había permanecido apenas modificado desde un milenio atrás, el del antiguo distrito islámico, se desgajará y surgirán los nuevos municipios de Villar y Losa. El siglo XIX es un siglo de expansión y de cambio: liberación de la dependencia del Arzobispo-Barón, construcción de nuevos molinos, modernización del Balneario, mejora e introducción de nuevos cultivos; pero también de las guerras carlistas en las que el castillo de Chulilla fue ocupado por las tropas del general Cabrera y posteriormente reconquistado por las tropas isabelinas tras sucesivos asedios. En la segunda mitad del siglo XIX, la población quedó afectada por estos acontecimientos lo que unido a su situación marginal respecto a los ejes de desarrollo de la región hará que su carácter rural se mantenga en el siglo XX, que traerá el inicio de la transformación urbana y la modernización y de la emigración de chulillanos y chulillanas en busca de nuevos horizontes. Se despedirá con un zarpazo: el incendio de 1994, otros, amén de la guerra civil, ya habían pasado a la historia: la epidemia de la cucaracha y la riada del 57. Por último, ya en nuestro siglo, Chulilla se presenta con una renovada vocación de municipio ya no de una economía tradicional primaria sino de servicio, en el que la puesta en valor de su patrimonio monumental, natural e histórico refuerce la calidad de vida para propios y foráneos».

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