Hay un iPhone de 2 TB: ¿realmente necesitas tanto almacenamiento?
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Cada otoño reaparece el mismo dilema: elegir capacidad base, subir a 512 GB, saltar a 1 TB o ir a por el tope. El iPhone de 2 TB no es solo un número redondo, es no volver a pensar en borrar apps, fotos o vídeos durante años. Para quien viaja, graba a diario o trabaja con formatos pesados, ese margen extra evita la microgestión constante del almacenamiento y reduce la ansiedad de “me quedo sin sitio justo cuando pasa algo importante”.
Ahora bien, tanta capacidad tiene sentido si realmente llenas el teléfono con contenidos que merecen estar siempre a mano. No hablamos de memes o capturas puntuales, sino de secuencias de vídeo de alta calidad, fotografías en formatos avanzados y proyectos profesionales. Si tu uso es más cotidiano, es probable que 2 TB sea una póliza de seguro más que una necesidad real.
Quién puede sacarle partido
Los creadores que graban vídeo con perfiles avanzados, los que hacen sesiones de fotos en RAW y quienes trabajan en movilidad con apps profesionales se benefician de verdad. En su día a día, los clips de alta tasa de bits y las fotos de gran tamaño ocupan muchos gigas en poco tiempo. Si además quieren conservar versiones intermedias para editar más tarde, el espacio vuela. También encaja en perfiles que viven mucho tiempo offline: viajes largos, cobertura irregular o trabajo en entornos donde la nube no es una opción inmediata.
Tampoco hay que olvidar a quienes usan el iPhone como consola portátil. Juegos cada vez más exigentes y bibliotecas que superan varias decenas de gigas convierten los 2 TB en un colchón cómodo para instalar sin miedo a tener que ir desinstalando.
Ahora bien, ¿cuándo es demasiado?
Si tus fotos son en HEIF, tus vídeos en calidades moderadas y sueles confiar en copias en la nube, probablemente 2 TB te sobren. Muchas personas apenas pasan de los 128 o 256 GB porque la mayor parte del contenido vive en servicios de streaming y los archivos importantes se sincronizan. En ese escenario, pagar por el máximo almacenamiento del teléfono no se traduce en una ventaja real en el día a día.
Hay otro punto práctico: a mayor capacidad, más tentación de guardarlo todo sin filtrar. Eso complica las copias de seguridad, ralentiza migraciones entre dispositivos y te obliga a gestionar bibliotecas gigantescas con el tiempo. El orden digital también tiene un coste.
Nube y SSD como alternativa
Para muchos, la combinación ganadora es una capacidad intermedia en el iPhone, almacenamiento en la nube y, cuando toca trabajar con vídeo o archivos grandes, un SSD externo por USB-C. Con esa mezcla mantienes el teléfono despejado, no disparas el presupuesto en el momento de la compra y solo llevas encima lo que realmente necesitas. Además, la nube protege de pérdidas y fallos, y permite compartir material sin saturar el dispositivo.
Eso sí, la nube implica depender de conexión y de una suscripción. Si no quieres cuotas mensuales, el iPhone de 2 TB vuelve a ganar atractivo como inversión única, siempre que lo amortices con el uso. Pero mucho ojo con los robos o perderlo, todo se va por la borda.
Decide con tus datos, no con el miedo
La forma más honesta de elegir es mirar cuánto ocupas hoy y proyectar dos o tres años. Si cada curso te obliga a vaciar el carrete, si trabajas con formatos pesados o si quieres grabar sin pensar durante viajes o eventos, el iPhone de 2 TB te quita fricciones y tiempo perdido. Si no, 512 GB o 1 TB suelen ser el punto dulce entre precio y tranquilidad.
También conviene recordar que el valor de reventa mejora con más capacidad, pero no siempre compensa el sobrecoste inicial. Recuerda, este iPhone supera los 2400 euros si optas por ese almacenamiento. Es un plus, no la razón principal para elegir el máximo.
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