La mayoría de historias sobre los orígenes humanos no son compatibles con los fósiles conocidos, según un estudio
En los 150 años transcurridos desde que Charles Darwin especuló con que los humanos se originaron en África, el número de especies en el árbol genealógico humano se ha disparado, pero también lo ha hecho el nivel de disputa sobre la evolución humana temprana. Los simios fósiles suelen estar en el centro del debate, ya que algunos científicos descartan su importancia en los orígenes del linaje humano (los homínidos) y otros les confieren un papel estelar en la evolución.
Una nueva revisión, publicada en la revista ‘Science’, examina los principales descubrimientos sobre los orígenes de los homínidos desde los trabajos de Darwin y sostiene que los simios fósiles pueden informarnos sobre aspectos esenciales de la evolución de los simios y los humanos, incluida la naturaleza de nuestro último ancestro común.
Los humanos se separaron de los simios –en concreto, del linaje de los chimpancés– en algún momento entre hace unos 9,3 millones y 6,5 millones de años, hacia el final de la época del Mioceno. Para entender los orígenes de los homínidos, los paleoantropólogos tratan de reconstruir las características físicas, el comportamiento y el entorno del último ancestro común de los humanos y los chimpancés.
«Cuando se observa la narrativa de los orígenes de los homínidos, es un gran lío: no hay consenso alguno –admite Sergio Almécija, científico investigador principal de la División de Antropología del Museo Americano de Historia Natural y autor principal de la revisión–. La gente está trabajando bajo paradigmas completamente diferentes, y eso es algo que no veo que ocurra en otros campos de la ciencia».
Hay dos enfoques principales para resolver el problema de los orígenes humanos: «de arriba a abajo», que se basa en el análisis de los simios vivos, especialmente los chimpancés; y «de abajo a arriba», que da importancia al árbol más grande de los simios, en su mayoría extintos.
Por ejemplo, algunos científicos suponen que los homínidos se originaron a partir de un antepasado que caminaba con los nudillos, parecido a los chimpancés. Otros sostienen que el linaje humano se originó a partir de un ancestro más parecido, en algunos rasgos, a algunos de los extraños simios del Mioceno.
Al repasar los estudios en torno a estos enfoques divergentes, Almécija y sus colegas, con conocimientos que van desde la paleontología hasta la morfología funcional y la filogenética, discuten las limitaciones de basarse exclusivamente en uno de estos enfoques opuestos al problema de los orígenes de los homínidos.
Los estudios «descendentes» ignoran a veces la realidad de que los simios vivos (humanos, chimpancés, gorilas, orangutanes e hilobátidos) son sólo los supervivientes de un grupo mucho más amplio y ya extinto. Por otro lado, los estudios basados en el enfoque «ascendente» son propensos a otorgar a los simios fósiles individuales un papel evolutivo importante que se ajusta a una narrativa preexistente.
«En La descendencia del hombre, en 1871, Darwin especuló que los humanos se originaron en África a partir de un ancestro diferente de cualquier especie viva. Sin embargo, se mantuvo cauteloso dada la escasez de fósiles en ese momento –señala Almécija–. Ciento cincuenta años después, se han encontrado posibles homínidos -que se acercan a la época de la divergencia entre humanos y chimpancés- en África oriental y central, y algunos afirman que incluso en Europa».
«Además –continúa–, actualmente se han documentado más de 50 géneros de simios fósiles en toda África y Eurasia. Sin embargo, muchos de estos fósiles muestran combinaciones de rasgos en mosaico que no se ajustan a las expectativas de los antiguos representantes de los linajes de simios y humanos modernos. En consecuencia, no existe un consenso científico sobre el papel evolutivo desempeñado por estos simios fósiles».
En general, los investigadores descubrieron que la mayoría de las historias sobre los orígenes humanos no son compatibles con los fósiles que tenemos en la actualidad.
«Las especies de simios vivas son especies especializadas, reliquias de un grupo mucho mayor de simios ya extinguidos. Si tenemos en cuenta todas las pruebas –es decir, los simios y los homínidos vivos y fósiles–, está claro que una historia evolutiva humana basada en las pocas especies de simios actualmente vivas no tiene en cuenta gran parte del panorama general», afirma Ashley Hammond, coautora del estudio y conservadora adjunta de la División de Antropología del Museo.
Kelsey Pugh, becaria postdoctoral del Museo y coautora del estudio, añade que «los rasgos y combinaciones de rasgos únicos y a veces inesperados observados entre los simios fósiles, que a menudo difieren de los de los simios vivos, son necesarios para desentrañar qué rasgos heredaron los homínidos de nuestros antepasados simios y cuáles son exclusivos de nuestro linaje».
Los autores concluyen que los simios vivos por sí solos no ofrecen pruebas suficientes. «Las dispares teorías actuales sobre la evolución de los simios y los humanos estarían mucho más fundamentadas si, junto con los primeros homínidos y los simios vivos, se incluyeran también en la ecuación los simios del Mioceno –afirma Almécija–. En otras palabras, los simios fósiles son esenciales para reconstruir el ‘punto de partida’ desde el que evolucionaron los humanos y los chimpancés».