El ‘descuartizador de Valdemoro’ quería quedarse como trofeos con la cara y los tatuajes de su víctima

Juicio al descuartizador de Valdemoro
Juicio al descuartizador de Valdemoro

La investigación de la Guardia Civil sobre el crimen de Valdemoro del pasado mes de octubre llega a su fin revelando un asesinato atroz con momentos delirantes. Leonardo Valencia, tatuador, okupa y traficante de drogas al por menor, eligió a su víctima al azar después de varios intentos infructuosos con sus ex parejas.

Precisamente su última pareja, Celia, relata al detalle en la investigación como fueron las 24  horas posteriores al crimen. Fue ella la que delató al asesino antes de que la guardia civil la detuviera y la justicia le imputara como encubridora del crimen.

El relato de Celia arranca a las 2:40 del día 16 de octubre de 2019, poco más de una hora después del asesinato. Leonardo le manda un whatsapp “puedo ir a verte, estoy un poco triste” pero ella no lo ve. Celia se esconde en casa de un amigo, Miguel Ángel, después de recibir malos tratos y amenazas de muerte por parte de Leonardo. Los mensajes y llamadas del descuartizador continuaron hasta las 15:58 en que le dice “Cogémelo, es urgente, llevo desde ayer poniéndome, estoy muy mal la he cagado mucho, en serio” Celia está en el ambulatorio de Valdemoro y a las 16:20 se presenta Leonardo, desaliñado, “oliendo a sangre y humo” y la ropa manchada de sangre. La lleva a un parque y le confiesa que ha matado a una chica que era cliente suya y fue a verle esa madrugada. Leonardo miró a Celia y le dijo “quítate las gafas y mírame: he matado a alguien y tenía razón, no he sentido nada al hacerlo”. A continuación le dijo que tenía que ayudarle a limpiar su casa y deshacerse de los restos de la víctima. Le dio dinero para comprar productos de limpieza y se fue a por el coche de Celia.

En esas Celia llamó al amigo que le daba refugio en su casa, y le contó que Leonardo insistía en que había matado a una chica que apenas conocía, y que no se lo creía, pero por si acaso iba a acompañarle porque tenía miedo de que la matara si no lo hacía. Celia le acompañó a dos comercios chinos donde compraron una pala para enterrar el cadáver, guantes, lejía… Horas después Celia entraba en la casa de los horrores, el chalet okupado por Leonardo donde había montado su estudio de tatuaje y había asesinado a una joven la noche anterior. La casa estaba llena de sangre y armas blancas, en una bolsa las herramientas del crimen, en otras restos de la víctima. Celia se negaba a limpiar pero asegura que Leonardo entre risas le dijo “si no lo haces tú serás la siguiente”. Y mientras limpiaba vio restos que parecían humanos y Leonardo le dijo “que la cara y los tatuajes se los quería quedar de trofeos”. Celia siguió limpiando, incluso más tarde acompañó a Leonardo a hacer una entrega de cocaína y a un supermercado de Valdemoro a comprar bolsas de basura y amoniaco.

No fue hasta pasadas las 20:00 horas de ese día en que Leonardo sale de nuevo de la casa para deshacerse de restos de la víctima, cuando Celia llama a su amigo Miguel Ángel al que iba contándole todo lo que estaba ocurriendo. Esta vez ya le dice que el crimen es real, y que tiene una prueba. Miguel Ángel corre a buscarla, juntos entran a toda velocidad en el  aparcamiento del cuartel de Valdemoro y denuncian el crimen. Como prueba enseñan una fotografía hecha por Celia en la casa de Leonardo. La imagen de un cubo de basura con lo que parecen ser restos humanos.

La Guardia Civil suspende la declaración y la detiene como presunta encubridora. Se preguntan por qué si Celia ayudó a Leonardo bajo amenazas de muerte no aprovechó para escapar en las tres ocasiones que fueron a supermercados o la dejó sola. Minutos después la Guardia Civil sorprendía a Leonardo regresando a su domicilio con un carrito de la compra que había usado para deshacerse de partes del cadáver, y comenzaba un registro terrorífico de la casa del asesino.

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