El cofundador de OceanGate muerto en el Titan: «He roto algunas reglas para hacer esto»
"Creo que hay una regla para no hacerlo, pues lo he hecho", decía Stockton Rush, CEO de OceanGate
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Una aventura arriesgada. Descender al fondo del océano implica unos riesgos que los más osados están dispuestos a correr, por afán de emociones, por temeridad, capricho o porque pueden sufragar los gastos que requieren una de esas exóticas y peligrosas peripecias.
Stockton Rush, CEO de OceanGate y una de las cinco personas que viajaban en el submarino desaparecido en el Atlántico Norte, se había ganado una reputación como una especie de Jacques Cousteau moderno: amante de la naturaleza, aventurero y visionario.
Rush abordó su sueño de explorar las profundidades marinas con un ímpetu infantil y una antipatía hacia las normas, una pauta que se ha evidenciado desde el domingo por la noche, cuando su submarino desapareció, y que se ha visto acentuada con la salida a la luz de un vídeo donde cuenta que para estar ahí «ha roto algunas reglas».
Stockton Rush se basa en el general MacArthur (el militar estadounidense más condecorado) como pretexto para esas reglas que deseaba romper. «Titanio y fibra de carbono, creo que hay una regla para no hacerlo. Pues lo he hecho». El principal riesgo de mezclar fibra de carbono y titanio es la corrosión galvánica, debido a sus diferentes propiedades electroquímicas.
Rush, que decía quería ser recordado como un hombre innovador, ha corrido un riesgo que finalmente le ha costado la vida a él y a los otros cuatro tripulantes del Titan.
El director canadiense James Cameron, quien defendió la práctica segura de las inmersiones en aguas profundas, ha recalcado que «muchas personas» habían mostrado su preocupación por la empresa OceanGate Expeditions porque «lo que estaban haciendo era demasiado experimental y necesitaba ser certificado».
Una «excursión idílica» es lo que ofrecía el submarino Titan para visitar los restos del trasatlántico Titanic, hundido en 1912 a unos 600 kilómetros de la costa de Newfoundland (Canadá). Una inmersión de casi 4.000 metros de profundidad bajo la superficie marina. No sólo se trataba de un viaje «arriesgado», como indican varios expertos, sino que el contrato que los propios tripulantes debían de firmar «evade responsabilidades vitales».
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