Dormir en la copa de un árbol en una cabaña en el País Vasco es posible: «El llamativo modo de vida…»
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¿Alguna vez de pequeño o también siendo adulto, has deseado poder tener una cabaña en un árbol? Pues tienes suerte porque ahora es del todo posible. En pleno País Vasco existe la opción real de que puedas pasar la noche en una cabaña construida sobre las ramas de un árbol, con vistas al bosque y en contacto pleno con la naturaleza. Es un plan completamente distinto, pensado para quienes desean desconectar de verdad de la ciudad. Una escapada ideal para el fin de semana y de la que te ofrecemos ahora todos los detalles.
El lugar está en Zeanuri, un municipio de Bizkaia rodeado de montes y vegetación. Allí podemos encontrar varias cabañas de madera que parecen escondidas entre las copas, cada una con un estilo propio. Y ofrecen algo único: la posibilidad de volver a lo esencial, de levantarse con el canto de los pájaros y desayunar en una terraza que literalmente cuelga entre los árboles. Lo curioso es que, aunque se trate de un alojamiento turístico, la sensación que transmite es de refugio. Es como si uno volviera a ser niño y pudiera tener por fin su cabaña secreta en el árbol, pero adaptada a la vida adulta. En ella tienes camas cómodas, desayunos en cesta que suben con polea, cenas ligeras para compartir, etc… pequeños gestos que convierten la experiencia en algo que no se olvida fácilmente y que todos quieren probar.
Dormir en la copa de un árbol en una cabaña en el País Vasco es posible
Estas cabañas en los árboles se ubican en Zeanuri, en el sur de Bizkaia. El acceso se hace desde la N-240, desviándose hacia Otxandio por la carretera BI-3542. Está bien comunicado, pero al llegar sorprende la sensación de aislamiento: de pronto todo queda en silencio y solo se escucha el viento moviendo las ramas.
La localización no es casual. Están dentro de un entorno natural que parece hecho a medida para esconderse unos días. Desde allí se puede llegar en menos de una hora a Bilbao o a Vitoria, pero lo cierto es que muchos visitantes prefieren quedarse todo el rato en la cabaña y en el bosque y vivir una experiencia plena. Es de hecho, un plan perfecto para un fin de semana o para un puente largo.
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Cómo son las cabañas y qué ofrecen
En total son diez cabañas, todas con nombres en euskera y personalidades diferentes. Amalur, que significa Madre Tierra, y Eguzki, Sol, están pensadas como nidos acogedores. Ilargi, Luna, e Izar, Estrella, parecen sacadas de un cuento y aceptan niños desde los siete años.
Elaia, Golondrina, y Txantxangorria, petirrojo, cuelgan a nada menos que 17 metros del suelo. Sólo con subir ya se siente la adrenalina, aunque luego todo se calma al estar dentro. Para quienes viajan en grupo o con perro, la cabaña Hontza, Búho, ofrece espacio hasta para cinco personas.
Hay también opciones más íntimas, como Kikisai, que significa Grito de alegría, escondida entre la vegetación, o Lasai, Calma, con una bañera que se disfruta sobre todo en invierno. Y si lo que se busca es algo totalmente diferente, está la Suite Oooh!, redonda y rodeada por una terraza que ofrece una vista de 360 grados sobre el bosque.
La experiencia de dormir entre ramas
Quedarse en una de estas cabañas va mucho más allá de dormir en un sitio distinto. La llegada ya sorprende, porque uno sube por escaleras de madera hasta encontrarse con la casa colgando en medio de las ramas. Al anochecer, lo único que se escucha es el sonido de los árboles con el viento pasando entre sus ramas. Y por la mañana, la cesta del desayuno sube por una cuerda hasta la terraza: café, bollería, zumo, todo sencillo pero servido de una manera que convierte la rutina en un momento especial.
Las cenas, tipo picoteo, se sirven en la propia cabaña. No hace falta moverse de allí para disfrutar del entorno. Y claro, no todo son pájaros: en ocasiones los corzos pasean tranquilos bajo las estructuras, como recordando que uno está realmente en su territorio. Esa mezcla de comodidad y naturaleza pura es lo que hace que muchos repitan.
Precios y opciones de alojamiento
Dormir en una de estas cabañas tiene precios que van desde los 195 euros por noche para dos personas (como en Amalur o Eguzki) (y en temporada alta) hasta los 325 euros de la Suite Oooh!, la más exclusiva. Algunas admiten más huéspedes, con un suplemento de unos 30 euros por persona adicional, como Ilargi, Izar o Hontza.
Además de las cabañas, existen los llamados carros cíngaros, pequeñas casas rodantes de madera que se alquilan desde 99 euros por noche con desayuno incluido. Una alternativa más asequible, también pensada para parejas o familias pequeñas.
La estancia puede completarse con extras opcionales: cenas ligeras desde 27 euros, menús infantiles por 14 euros, cava, flores, bombones o incluso un spa ecológico al aire libre por unos 40 euros para dos. Los precios suben en fechas especiales como Navidad o Fin de Año y la política de cancelación contempla devoluciones parciales según la antelación.
La construcción de las cabañas se ha hecho con cuidado, buscando integrarse en los árboles sin dañarlos. Es una forma de alojamiento que apuesta por lo sostenible y que se aleja del turismo masivo. No son grandes instalaciones ni luces llamativas, solo madera, hojas y un entorno natural que pide respeto pero que plantea sin duda, el plan más perfecto que puedas vivir en el País Vasco.