Virtuosos, severos y obtusos

Rubiales beso

A mí, como a muchos, me avergüenza un personaje que se aferra a su escroto en señal de victoria, ni más ni menos que una ministra cuyas objeciones en el congreso van precedidas de «¡Jolines!», igual que un presidente avasallado por su ego que adelanta caminando al Rey de España (o a cualquier otra persona) y le da la espalda, como un rey que interpela a otro mandatario con un «Por qué no te callas», sea quien sea, a mí, me avergüenza todo aquel que no se conduce cortésmente, esa es la verdad.

El protocolo y las buenas maneras, totalmente infravalorados por este régimen que habitamos, porque no las comprende y las asocia con los malvados ricos, se desarrollaron en las distintas culturas para evitarnos sufrir las miserias de nuestros congéneres y de paso permitirles a ellos esquivar las nuestras.

La cortesía y la sofisticación formal no son frivolidades ni rémoras de la lucha de clases a destruir y una prueba de esto, como dice mi gran amigo, el escritor, criminólogo y detective Javier Regidor Bailly-Bailliere, es lo que está ocurriendo con el presidente de la Federación Española de Futbol, Luis Rubiales.

La delicadeza de una sociedad es un indicador de su evolución intelectual y moral. Así como el buen estilo de una persona habla inequívocamente de su entendimiento y su sensibilidad… Si Rubiales hubiera observado un comportamiento más protocolario – dice Javier – nada de esto tan vergonzante hubiera ocurrido, queridos lectores.

Yo, me confieso, como él, una defensora a ultranza de la cortesía, los modales y de la ganancia antropológica en general (y en su defecto de la coherencia), sin embargo, con un sin embargo gigantesco, y doliéndome los ojos tras la sobada testicular del fulano (que no me interesa) me avergüenza y abochorna infinitamente más esta borregada, esta mayoría sedienta de su sangre que pide como clan de hienas, con las fauces abiertas y escupiendo espumarajos fosforescentes, la demolición de otro ser humano, sea quien sea, haya hecho lo que haya hecho (en este caso, un pico).

Me avergüenza y me entristece, y me precipita a la más pesimista desconfianza hacia el género humano. Y miren, no sé qué fue antes, si la maldad o la estupidez, lo que es incuestionable es que se dan la mano, y hasta puede que un pico. Lo dicho, ¡triste! A mí la izquierda me perdió por puritana. Y el Hombre, por gilipollas.

Volviendo al desguazado Rubiales. Desconozco el historial pre delictivo, si lo hay, y las chapuceras andanzas pasadas de su vida, no me cae bien Rubiales (ni mal). No me importa Rubiales.

Lo que me trae a esta tribuna es la estupefacción y la repulsa que me producen dos fenómenos en la conducta de las masas que suelen ir unidos: El virtuosismo y la severidad. Manifiestos en el discurso del virtuoso utilizado como marioneta… Con ese virtuosismo de la bondad vacía, incoherente, sin resonancia afectiva ni intelectual, que mastica a dos carrillos todos esos conceptos que alimentan la sensibilidad del imbécil… con ese virtuosismo que le eleva a los cielos de la superioridad moral, porque es el virtuosismo, repito: del tonto.

¿Recuerdan a los paletos de La bella y la bestia armados de garrotes y antorchas para linchar al monstruo en el castillo? En la película son dirigidos por Gastón y hoy por las autoridades del pensamiento único que ridículamente compiten a ver quién se indigna más y quién pide más fuerte la ejecución del reo.

En efecto, el obtuso no genera pensamiento, siempre va dirigido… Y siempre ignora las motivaciones ocultas de quienes se aprovechan de él, a las que no apoyaría si estuviese mejor informado, menos aburrido o menos rabioso. O si fuera menos tonto.

Pero lo es, y se acuesta a lamerle las botas a la Ingeniería social que no tendrá piedad de él. Porque aquí no se trata del patán de Rubiales, se trata de la libertad de todos, en peligro mientras exista una Jenny que un día comparece riéndose de un incidente sin importancia (véase entrevista en Cope «bésame donde quieras») y al día siguiente solicita que el crimen (de darle un pico) no puede quedar impune.

El switch de Jenny, amedrentada, imagino, por la apisonadora del pensamiento único, su confusión, o cómo crear una víctima en cuatro sencillos pasos, es un hecho trascendente. El pico es baladí.

De este modo, con una dosis agresiva de lenguaje tecnócrata, es fácil atomizar una sociedad obtusa (como todas) en grupos aún más controlables y manipulables, eso que llaman la corrección política que hoy actúa como adarga contra todo y es excusa para cualquier clase de censura, cancelación y hasta de violencia.

¿Pero quiénes son los malos? Lo tienen claro, los malos no son ellos, de donde deducimos que no se puede ser del club de la bondad (la profesión más exitosa en estos tiempos) sin un malvado contra el que oponerse, que nos otorgue notoriedad como virtuosos.

Quizá Rubiales tendría que haber dimitido: fiestas privadas pagadas con dinero de la RFEF, comisiones indebidas, orgías, desconocimiento de las nociones básicas de protocolo… Que lo investiguen, pero ¿la destrucción por un beso?…

Para terminar, a todos los que hacen leña del presunto engendro y destruirán al próximo cancelado de turno con distintos grados de ferocidad desde la atalaya de la ética y la moral, les invitaría a profundizar sobre la palabra moral y la palabra ética, dos definiciones que no podrán darme con rigor, porque es imposible (si no hay valores absolutos donde anclar antes los conceptos del bien y del mal).

Con mucho cariño les pediría que después de meditar en torno a una torpe e ingenua definición, que la cotejen con su propia biografía, si es que tienen la capacidad de autoanalizarse con el puritanismo levítico con el que cuestionan a los demás.

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