Vicente Gil: «Los palestinos han querido que Hamás les gobierne y Sánchez les premia por matar»

Hamás Sánchez

El PSOE es el PSOE. Y no puede evitarlo. Presume de 145 años de historia, pero lo cierto es que su historia está, mayoritariamente, manchada de sangre. Desde Pablo Iglesias a la II República y llegando al día de hoy, la historia del PSOE es para avergonzarse.

El PSOE intentó convertir la II República en un soviet más de Stalin mediante la tortura, el crimen, los golpes de Estado, las alianzas con los separatistas y las amnistías. Como ahora.

El PSOE hizo de esa mitificada República un régimen criminal de pura limpieza ideológica y religiosa (un «muro» con pistolas y chekas) hasta llevarnos, la izquierda, a una guerra civil, que perdieron. Con su derrota, España se libró de la Guerra Mundial y de terminar convertida en un gulag comunista más de la URSS que nos hubiera llevado a 50 años de miseria y represión hasta la caída del Muro de Berlín.

Esta es la verdad. Les guste o no escucharla a los «zurdos», que diría Milei.

Llegada la Transición, el PSOE de Felipe González, presionado por Estados Unidos y Willy Brandt, abandonó el marxismo para abrazar la socialdemocracia. Ayudó, sin duda, la brutal pasta, en forma de marcos y dólares, que les soltó el SPD alemán.

La corrupción y los crímenes de estado terminaron lastrando una etapa, la de Felipe González, que era necesaria para consolidar nuestra democracia y que, visto lo que llegó después, ahora se añora. Porque después llegó Zapatero, al que llamaban Bambi siendo más bien un sectario con cara de Mr. Bean.

Es el Zapatero que, con una mano, firmaba con Aznar el Pacto Antiterrorista mientras, con la otra, llamaba a Eguiguren (el Santos Cerdán de entonces) para que fuera hablando con Otegi. Zapatero dejó al PP de Aznar el trabajo de acabar policialmente con ETA para aprovecharse políticamente de ello y, en vez de rematarla al llegar a Moncloa, ofrecerle a Otegi y a su banda, por la espalda, poder, escaños y sueldos públicos. Para cualquier terrorista siempre es un plan mejor que terminar en la cárcel, que es lo que les esperaba a todos con Aznar y el PP.

Esto es lo que hizo Zapatero con ETA. Vender la sangre de tanta gente derramada. Rendirse ante ellos para empezar a construir una nueva mayoría electoral del PSOE, a años vista como se ve ahora, con la ultraizquierda, los terroristas vascos y los separatistas catalanes de cualquier calaña a los que ofrecer, simplemente, la derrota de España.

La semana que viene cuando Sánchez apruebe la amnistía de Puigdemont no culminará ese proceso. Habrá empezado. El siguiente paso para que Sánchez y Begoña Gómez puedan seguir en Moncloa será el referéndum de independencia.

Sánchez es el sucesor de Zapatero. Zapatero fue el iniciador de todo esto que vivimos ahora. Incluido el procés, con aquello de 2003 de «respetaré lo que diga el Parlament catalán y el Estatut». De aquellos polvos estos lodos.

La historia criminal del PSOE, capaz de bañarse en sangre ajena si es necesario para conservar el poder, ha escrito, ahora, otro capítulo inmoral. Sánchez ha premiado a Hamás políticamente con el reconocimiento de Palestina, uniéndose así, en estos días, a importantes países del mundo como Bahamas, Las Antillas o Trinidad y Tobago. Sánchez ha premiado los crímenes brutales de esas bestias islamistas el 7 de octubre.

Los palestinos quisieron que Hamas les gobernara. O mejor, dicho, que les robara. Los palestinos no quieren un estado. Desde los tiempos del terrorista Yaser Arafat sus dirigentes corruptos han mareado la perdiz para no aceptar nunca la solución de los dos estados que Bill Clinton y Hillary Clinton les ofrecieron, en etapas distintas, de acuerdo con Israel, previo paso, años antes, por la Conferencia de Madrid auspiciada por Felipe González.

Los dirigentes palestinos han preferido siempre seguir así, robándonos a nosotros y a su pueblo las ingentes cantidades de miles y miles de millones de ayuda internacional. Los dirigentes de la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania lo tienen en Suiza o en los Emiratos.

Los terroristas de Hamás convirtieron Gaza, con nuestro dinero, en una red de 500 kilómetros de túneles con armas superior a la red del Metro de Nueva York usando como escudos escuelas, hospitales o edificios de la UNRWA. Y lo han hecho con la connivencia de la izquierda europea, la ONU y numerosas ONGs.

Cuando Israel retiró hace 20 años a sus nacionales de Gaza, Gaza era un vergel y una tierra enormemente próspera. Fueron los palestinos los que votaron a Hamás para que les gobernara. Han sido ellos los que les han arruinado porque no quieren un estado rico, sino un califato donde someter a sus mujeres y aniquilar a Israel. Fueron centenares de civiles palestinos los que cruzaron la frontera el 7 de octubre para acompañar en sus crímenes brutales a los terroristas armados de Hamás.

Los palestinos son culpables de lo que les pasa. Han tenido, por décadas, la oportunidad y miles de millones de ayuda occidental para ser otra cosa, más allá de unos parias, y no han querido.

Nadie quiere, en realidad, a los palestinos. Esta es la verdad y este es su drama. Ni Egipto, ni Jordania, ni Líbano, que sólo los aguantan porque tienen que hacerlo. La frontera de Egipto con Gaza en Rafah es más alta que cualquier muro que pueda levantar Trump en la frontera de México.

Palestina nunca existió. Es otra de esas mentiras históricas del delirio woke que convierten, ahora, por ejemplo, a Jesucristo en palestino.

Las guerras son duras, pero esta es una guerra entre el Bien y el Mal. La que se libra en Gaza es una guerra de supervivencia de Occidente frente al empuje islamista y la gilipollez woke izquierdista que nos lleva a la extinción. Y, como en todas las guerras, por supuesto, hay que respetar sus normas.

¿No murieron inocentes, desgraciadamente, cuando los aliados arrasaron sin piedad, y sin dejar piedra sobre piedra, las ciudades de la Alemania nazi y acabar con Hitler? ¿No murieron cientos de miles de inocentes con las dos bombas atómicas que se lanzaron sobre Japón?

«La guerra -decía Ortega- es la cirugía histórica». Desgraciadamente es así. Nadie me va a contar el horror de la guerra. De las guerras que viví como testigo. Aún conservo, como algo que jamás se desprende de ti, el sonido de un disparo y el golpe seco de un cuerpo contra el suelo. O el hedor de una fosa común, de un camión frigorífico o de una morgue repleta de cadáveres.

La guerra es la guerra. Nada que ver con el terrorismo contra democracias avanzadas y consolidadas como España o Israel.

Y en esto, hete aquí que un personaje sin escrúpulos como Sánchez, de bajeza moral infinita, ha decidido premiar los crímenes de Hamás del 7 de octubre, las violaciones de mujeres y niñas y el asesinato de bebés y embarazadas. Todo con tal de rascar unos votos cara al 9J y tapar a su mujer y la corrupción que corroe a su Gobierno.

Propongo a Sánchez y a Begoña Gómez que se sienten esta noche en Moncloa con sus dos hijas -Ainhoa y Carlota, 19 y 17 años- y les pongan el vídeo que ayer les mostramos de las chicas soldado israelíes ensangrentadas y torturadas por las bestias de Hamás, animándose entre ellos a dejarlas embarazadas. Esas chicas pudieron ser, señor Sánchez, Ainhoa y Carlota, aunque a usted a Begoña o a Yolanda Díaz les dé igual.

Sólo piensan en el poder. Las mujeres para Sánchez, Yolanda Díaz y la izquierda española son de primera o de segunda, según sean judías o no.

La vicepresidenta del Gobierno de España ha grabado un vídeo repitiendo el lema de Hamas que simboliza el exterminio de Israel: «Desde el río hasta el mar». Sólo para ganar unos votos en su caída a los infiernos y mantener el ático que le pagamos, el coche oficial, las prebendas y el carguete sin el cual no sería nadie. ¿Se puede ser más miserable?

Ayuso ha acusado a Sánchez de hacer con Hamás lo mismo que Zapatero con ETA. Sánchez, ahora, abrazado a Bildu y Otegi, le dice a Hamás. «Enhorabuena por tus crímenes. Aquí está el premio».

El daño a España es enorme y lo pagaremos todos mientras tengamos a un inmoral en el poder. Esta es la historia criminal del PSOE, bañada en sangre. La de Zapatero con ETA y la de Sánchez, superándose, con ETA y con Hamás.

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