Vía libre al ingenio

Vía libre al ingenio

Una frase gramaticalmente incorrecta sobre el 18J de 1936, propia de un indocumentado como es Íñigo Errejón: “Esta noche, hace 80 años las mejores de nuestras abuelas y abuelos comenzaban a salir en alpargatas a luchar por los humildes y la libertad”, demuestra que el árbol de la libertad crece en el estiércol. Aún así, lo de tu abuela en zapatillas habrá enternecido a la parte más pobre de la población. Por eso te pregunto: ¿Qué sabrás tú de todos nuestros abuelos para soltar las idioteces que sueltas? Seguramente, durante aquellos días de hierro hubo abuelas que, sin haber ofendido a ningún ser humano, tuvieron que huir sobre sus tacones de las hordas podemitas de entonces. La vileza fratricida aconsejaba la fuga para sobrevivir. ¿A qué viene ahora, 8 décadas después, lo de volver a poner en pie de guerra la alpargata contra los tacones? Una cabeza de chorlito sólo busca que corra la sangre.

Está visto que tu imaginación, al igual que la de tu ex Rita Maestre, anda obturada. ¿Cómo saber dónde está vuestra inspiración real en evitación de tener que oír y tragarnos la sarta de despropósitos que se os ocurren? Usáis la democracia como una amenaza arrojadiza. ¿En qué taller afináis las ideas? ¿Las debatís a ritmo de sonajeros? ¡Fantástica invención lo de los coches municipales para comer pipas y lo de los bancos elásticos, una pasada! Que el niño se rompa la crisma y la niña se desnuque, es lo de menos, que no hay nada mejor que divertirse. Sólo falta que los adultos también puedan estamparse en la M-30 y M-40, así que a ver cuándo las llenáis de semáforos cada 100 metros, que con la bendición de Carmena, tenéis vía libre al ingenio. Y frente al candente verano seguro que pronto lanzaréis el no va más, los ataúdes refrigerados, que ahorrarán el inhumano embalsamamiento de los seres queridos. Sois geniales.

Me cuenta un amigo que desde que vio a Rita con el torso desnudo en la capilla de la Complutense, él ya no cree en la Virgen. Ahora sueña con Rita y le reza tres rosarios al día para que se le aparezca otra vez. La izquierda populista, los descontentos de la prosperidad, esos que han leído en alguna parte que la mayoría de los triunfos revolucionarios se logran con acciones impopulares y arbitrarias, ha decidido cambiar a todos los que no tengan dos dedos de frente.

La historia no sólo repite las mismas infamias, sino que también las venera. Más allá de la tolerancia, entre la estulticia y el rencor, brota una abrumadora plebe de resentidos. Sus puntos cardinales son de nuevo cuño pues creen que la modernidad es un compendio de neón y comida basura. Sus dioses son macarras y sus diosas están reñidas con la higiene. Basta verles comer para hacer de tripas corazón. Sus sueños limitan al norte con la incultura, al sur con la obscenidad, al este con el karaoke y al oeste con el botellón. Quien les tenga pavor puede dormir tranquilo. Su atávica codicia y las ansias de poder que los define, harán que se destruyan entre sí.

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