¿Es usted masculino de la forma adecuada, como Sánchez?

Sánchez
  • Teresa Giménez Barbat
  • Escritora y política. Miembro fundador de Ciutadans de Catalunya, asociación cívica que dio origen al partido político Ciudadanos. Ex eurodiputada por UPyD. Escribo sobre política nacional e internacional.

Me entero por un diario de que un padre, cuyo hijo va a un Instituto de Barcelona, se queja de que el centro ha creado un grupo de WhatsApp llamado Nuevas masculinidades cuyo objetivo es cuestionar el rol de los hombres con sus hijos. Atribuye el oprobio a que la izquierda woke se ha infiltrado en todas partes, incluidos esos grupos, para extender su influencia. Y yo creo que le ha costado darse cuenta, pues esa infiltración ya lleva tiempo en marcha. En la época de Ada Colau, el Ayuntamiento de Barcelona financió con 1,3 millones de euros al año unos cursos para promover «nuevas masculinidades» diciendo cosas tan de feminismo irracional como que «ser hombre es una ficción» y que «hay que abolir la masculinidad». Y seguramente fue lo que después inspiró a la inefable Irene Montero, de la que nadie habla ahora con tanto Cerdán y tanto Ábalos en las noticias, pero que perteneció a una época absolutamente escandalosa también del Gobierno de Sánchez. Montero impulsó diversas iniciativas como la de crear talleres para conseguir hombres «blandengues» que ofreció el Ministerio de Igualdad. Obsesión en reeducar machos que compartía con la entonces secretaria de Estado, Ángela Rodríguez Pam, que consideraba que el Gobierno tenía que adoctrinar al hombre para que se encargase de cosas como preparar los cumpleaños de sus hijos.

Al parecer tenemos que corregir a los hombres de su periclitada masculinidad. También a esos padres del grupo de WhatsApp que no saben doblar como dios manda las braguitas de la niña. Los hombres deberían llorar y ser «blandengues», dice el/la progre. ¿Pero todos? ¿Deberían ser los bomberos también más «blandengues»? ¿Alguien se imagina a Montero y Pam en pleno incendio espetándoles a los matafuegos que no sean «machirulos» y que ellas no necesitan «héroes»? «El intento de socavar, subvertir y problematizar la masculinidad saludable está garantizado para volverse contra nosotros. Primero, nos hace vulnerables a otras culturas que educan a los hombres para que sean fuertes y capaces. En segundo lugar, suprimir la masculinidad saludable solo conduce a otras expresiones de masculinidad, en su mayoría no saludables» dice acertadamente Konstantin Kisin.

En Cataluña, y seguramente también en el País Vasco, se dan de manera especial esa clase de extravagancias. Pero no sólo. Las «nacionalidades» están muy mimadas, pero la izquierda irracional ha tomado muchas instituciones en un sentido general. Sobre todo Educación. Ese Taller de «Nuevas masculinidades» para padres, es una muestra más de la deriva, en este caso, en la escuela catalana. El padre de ese grupo de WhatsApp dice: «Se preocupan más de lavar el cerebro a los adultos que de educar a los hijos». Pues podría ser. Los alumnos de Primaria y los de ESO, leo, no alcanzan los conocimientos básicos en inglés, matemáticas y tecnología. Son los peores resultados obtenidos desde que se hacen estas pruebas (2009). Entre las erróneas políticas sobre la lengua y la afición que se tiene en Cataluña a metodologías pedagógicas que se han demostrado fallidas en todo el mundo (una educación basada en la «experiencia» del alumno y la ausencia de autoridad) no levantamos cabeza.

¿Les parece un sinsentido? Pues esperen. Los cursillos de nuevas masculinidades no sólo son una tontería woke para estigmatizar al hombre en su conjunto. Ahora van a ser un instrumento de exorcismo de este Gobierno. ¡Que se lo pregunten al presidente! Sánchez (el «honesto», según Yolanda Díaz) los va a utilizar para ahuyentar a puteros y ladrones de su partido. Los trabajadores de Moncloa ya han recibido un correo electrónico anunciándoles que en septiembre van a tener que hacer un cursito muy completo que les va a limpiar el aura masculina. Aunque quizá quien más lo necesite sea el propio Sánchez. Durante años vivió muy bien del negocio sexual de su suegro y, al parecer, no vio qué tenía eso de malo.

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