Trump y el posible revulsivo para la economía y la sociedad

Trump economía

Donald Trump ganó las elecciones y rápidamente se extendió por todos los medios la idea de que esto será un desastre para el mundo libre, para la economía y, especialmente, para la Unión Europea.

Es verdad que Trump no es un santo, es verdad que sus modales no son los que serían deseables para el mandatario más importante del mundo, y es verdad que su política económica tiene sombras proteccionistas, pero también es cierto que nada de esos defectos iban a eliminarse del puesto de mando en Estados Unidos si no hubiese ganado Trump, sino que serían aún mayores y con elementos nocivos adicionales.

Así, Trump amenaza con imponer medidas duras de proteccionismo sobre muchos productos importados, una gran mayoría procedentes de la UE, que es una mala señal para la economía europea. Del mismo modo, también amenaza con dejar de financiar de manera tan elevada el gasto militar de la OTAN, cansado de la despreocupación europea por dicha institución. Son, ambas, medidas que afectan económicamente a la UE y que pueden suponer un importante quebranto.

Ahora bien, en lugar de quejarse y lloriquear, la UE debería analizar su situación y tratar de reaccionar adecuadamente, para intentar convertir en oportunidades lo que esas medidas económicas de Trump suponen como amenaza. Ahí viene lo que puede ser una ventaja para la economía de todo el mundo.

En Europa, por ejemplo, si en lugar de quejarse y lloriquear, la UE trabaja duro, analiza sus debilidades y trata de cambiarlas; si intenta volver a ser fuerte y no sucumbir a la ideología woke que la está arruinando, tanto como sociedad como en el ámbito económico, la llegada de Trump le vendrá bien, porque arrinconará todos los elementos absurdos que la han sumido en un crecimiento casi inexistente y en un endeudamiento excesivamente elevado y comenzará a despegar económicamente.

La llegada de Trump puede significar el fin del fundamentalismo medioambiental, que lo único que ha hecho no es preservar el medio ambiente, sino generar una cultura muy provechosa para sus impulsores, pero empobrecedora para el conjunto de la sociedad.

Así, esperemos que, con ello, se ponga freno al esperpento medioambiental que se nos ha metido en la cabeza durante los últimos diez años y podamos volver a apostar por la energía nuclear y por el fracking. Esperemos que cese el alarmismo climático interesado, en lugar de estudiar sosegadamente qué se puede hacer racionalmente para impedir un deterioro del planeta sin que ello suponga ni un empobrecimiento de la sociedad ni una restricción de su libertad.

El proteccionismo con el que amenaza Trump es un error, sin duda, pero puede que sea más algo con lo que el presidente estadounidense trate de negociar que una clara convicción. En este sentido, la UE debe ser inteligente y negociar con Trump, que no deja de ser un empresario.

Confiemos en que esta llegada de Trump haga que, por efecto contagio, acabe también con la absurda catarata de regulaciones que hay en la UE y en buena parte del mundo, y que apueste también por una política de bajos impuestos, así como por la reducción del gasto.

Asimismo, el hecho de que Estados Unidos deje de financiar como hasta ahora a la OTAN, en lugar de un problema puede ser una solución para la UE, porque ha descuidado su inversión en defensa, acomodándose a ser defendida por su aliado norteamericano. Esa decisión de Trump, debería espolear a los países europeos para invertir más en defensa y eliminar, al mismo tiempo, otros gastos improductivos. Adicionalmente, la inversión en defensa siempre es el origen de futura aplicación a la vida civil de todas las innovaciones conseguidas en el campo militar, de manera que esa inversión contendrá un efecto multiplicador sobre el crecimiento, en lugar del estéril gasto público derrochado en medidas absurdas, en cumplimiento de la llamada cultura woke, que lleva a la sociedad a su destrucción, previo paso por el empobrecimiento.

Por todo ello, la victoria de Trump supone la derrota de todo el fundamentalismo de todo tipo, especialmente medioambiental y de la llamada cultura de la cancelación, que no era más que una forma de aplicar censura al discrepante.

En definitiva, la victoria de Trump es una gran oportunidad para que, en muchos temas, el mundo recupere la cordura, temas que afectan profundamente a la economía y a la prosperidad de las naciones y, por tanto, a la vida de los ciudadanos. Así, si la UE deja de echar las culpas a otros, analiza las barbaridades de política económica y social que ha aplicado y rectifica, la victoria de Trump puede ser hasta buena para su economía.

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