El «triángulo» ¿amoroso? Feijóo-Ayuso-Moreno

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Cuentan desde Andalucía, inmersa ya en varias Semanas Santas, todas de tronío no sólo la de Sevilla, que el “tercer hombre” del nuevo presidente nacional, el político de difícil apellido (nos va a costar a los cronistas pronunciarlo bien) Bendodo, lleva meses, justo desde la victoria hace un año de Ayuso en Madrid, advirtiendo de que Andalucía no es exactamente igual que la región central y tampoco que su capital. Dice que, sin ir más lejos, un eslogan como el que ayudó al triunfo a la castiza presidenta madrileña: “Socialismo o libertad”, no tendría en el Sur la misma acogida, es decir, más claramente, que sería totalmente contraproducente. Si formulas así las cosas te pueden contestar que es socialismo. ¿Por qué? Pues porque todavía en aquella región la impronta que ha dejado el PSOE es una metástasis social que se adentra en las ocho provincias. Esta pasada semana y durante la celebración del Congreso del Partido Popular, un personaje muy influyente en Sevilla, se manifestaba así: “Un solo error del PP aquí, y los socialistas vuelven al Gobierno”.

Traducido a un mensaje de la antigüedad: “Andalucía es diferente”. Como lo es Galicia. En nuestro noroeste no se entienden los requiebros para encandilar a los votantes, ni los denuestos, aunque sean tiernos, para descalificar al oponente. Los electores de allí no admiten sorpresas; exigen fiabilidad. Feijóo, como Fraga en su momento, y el doctor Fernández Albor en los inicios de aquella autonomía, iban siempre a lo seguro y ese pragmatismo a fe que les deparó pingües resultados. A la vista están. Feijóo en su viaje al centro, el territorial y el político, se va a topar en Madrid con una ciénaga donde reina la marrullería y el embuste. No le pilla de inocente (como fue el caso del caído Casado) pero cuando ya se ha cruzado con Pedro Sánchez Castejón puede que se haya dado cuenta de que el seductor, como así le llaman sus forofas diputadas, no es más que un farsante. Guante de seda en puño de hierro, esta es la mejor definición de Feijóo.

¿Existe alguna posibilidad cierta de que el triángulo equilátero que se ha dibujado tras Sevilla como de enorme confluencia interna y de amor político, sin fisuras, corra el peligro de romperse? Pues la contestación se la ofrecía a este cronista un nuevo dirigente del PP en los pasillos del Palacio de Congresos de Sevilla: “El lado más inestable es el de Ayuso”. Y lo explicaba así: “Ella ha salido aún más reforzada tras el Congreso; “¡Hay que recordar -decía- cómo estalló el plenario con su aparición en el atril de los intervinientes!. ¡Qué forma de aplaudir!”, y terminaba: “No parece Ayuso una soberbia al estilo de Sánchez, pero cree a pies juntillas que nadie le ha regalado nada”. Cierto: trata de protagonizar su éxito. Ahora mismo, su leal colaborador Serrano, portavoz en la Asamblea regional, prepara para el 4 de mayo un mitin fastuoso en recuerdo de la victoria de hace un año. El cronista ha preguntado al respecto: “¿Estará presente Feijóo?”. Respuesta sugestiva: “No está decidido, pero tampoco es indispensable”. Una contestación interpretable.

En la anterior Dirección del PP, Pablo Casado quiso imponer su autoridad por persona interpuesta, Teodoro García Egea. ¿O no fue exactamente así? A toro pasado se mira por el retrovisor y la sentencia es ésta: “Nada de eso: Egea era el escribano, el autor intelectual era Casado”. Eso es lo que declaran sin reservas en el entorno de Ayuso y es también la opinión que se asentaba en autonomías como Castilla y León, en la que Mañueco decidió un adelanto pírrico de elecciones sobre el que la Dirección del PP venía insistiendo desde muchos meses antes. Mañueco rechazó poner más vinagre a sus relaciones con Egea, declarado enemigo suyo desde que no le quiso como candidato a la Presidencia de la región castellano y leonesa.

Feijóo practica la bonhomía controlada, lo que es tanto como significar que respeta y alienta la libertad de los demás, salvo que alguno de ellos le intente tocar los bandullos. Le han elegido casi por unanimidad (aquí nadie ha hablado curiosamente de una votación “a la búlgara”) para mandar en toda la extensión de la palabra y se va a hacer notar, hasta el punto de que -son noticias del cronista- asumirá en primer plano las victorias y las derrotas. Los comicios regionales y autonómicos de dentro de doce meses le conducirán al triunfo para la Moncloa o estirarán su permanencia en ella del peor gobernante (nunca me cansaré personalmente de repetirlo) que haya tenido nunca, nunca, España desde los tiempos del Rey felón, Fernando VII. Tras el festejo y los juegos florales de Sevilla ha llegado para Feijóo el enfrentamiento con la cruda realidad. Por lo pronto y cumplida su reunión con el mentiroso Sánchez, éste -ya lo verán- intentará tomarle con el pie cambiado, convocando el depauperado “Debate sobre el Estado de la Nación” antes de finales de junio, no vaya a ser que el presidente andaluz, como le aconsejan algunos asesores, le adelante y le abra  las urnas antes del verano. Esa esa la trampa que, con la tópica ocultación, le ha preparado el infame presidente a su nuevo rival político.

En estas circunstancias cualquier fisura en el triángulo dibujado en Sevilla sería una enorme noticia para el PSOE del embustero y también, y esa es otra, para los escasamente leales hermanos separados de Vox cuyo comportamiento con Mañueco es claramente descriptible. Este “triángulo” del que estamos hablando no es, por tanto, un vínculo amoroso permanente; es más bien un pacto de necesidad con vistas al único objetivo que debe instalar el PP en su hoja de ruta: expulsar del Gobierno (tampoco estaría de más que de España entera) a Sánchez. Cualquier otro fin es marginal, incluida la notoriedad de los tres lados del triángulo en las próximas citas electorales. Es un triángulo de necesidad que el PSOE, como de costumbre, intentará volar y que Vox hará lo preciso para que su rotundidad no se consolide. Por primera vez desde hace años, el PP tiene ahora mismo vocación de unidad: a Rajoy se le rebeló incluso su antiguo jefe Aznar y Casado, como se ha comprobado, no tenía consigo ni siquiera a sus más próximos. Ya se sabe que la tendencia autodestructiva de la derecha española figura en los manuales de Psiquiatría. En momentos de tantos parabienes y de euforia nada contenida no está mal considerar estos reparos destinados al “Triángulo de Sevilla”.

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