El trabajo de Casado

Enrique de Santiago

En política, se puede estar diciendo algo durante mucho tiempo y no conseguir nada y que llegue otro, diga lo mismo que tú, y consiga un resultado increíble. Eso, lo que pone de manifiesto es que, para entrar en la competición política, se debe de aprovechar una ventana de oportunidad que haga relevante el discurso; es decir, que, junto con el discurso, se den una serie de condiciones que, vectorizadas en el mismo sentido, rompan la pantalla de ocultación que la sociedad genera en su defensa.

Una vez superado ese muro, el discurso que sirvió de ariete debe de modularse, moverse y recorrer la sociedad de forma transversal alcanzando al mayor número de ciudadanos posibles y, para ello, esas soflamas, además de contenido, deben de sujetar las gotas justas de corazón y la fuerza precisa para ser gobierno.

Casado no dice nada nuevo, no expresa más que el decálogo del centro derecha de siempre, aquél que supo lanzar al estrellato Aznar, que sirvió de ilusionante proyecto que fue el manifiesto fundacional de Vox y que, ahora, en esencia, abandera Casado.

La ventana de oportunidad se abrió, como otras veces ha sucedido en el pasado, como por ejemplo con Vox en la persecución del secesionismo. Ahora, hace falta cumplir inmediatamente con los cambios prometidos para obtener transversalidad, alcanzar el alma de los que se sienten traicionados, despegados, olvidados o, sencillamente, asqueados y, una vez realizado ese trabajo, presentar un programa de gobierno aplicable, creíble, sólido y con suficientes dosis de garra e ilusión que permitan ganar el poder.

El problema de Casado no es su luz, que la tiene, no es la esperanza, que la generó, ni la apertura de la puerta política, que la obtuvo, su problema es trasladar ese cambio, esa ilusión, esa fuerza a las Comunidades Autónomas, a las provincias, donde regenerar será vital para acercar el partido a unos votantes hastiados, desilusionados y que precisan ver cambios, como los producidos en la cúpula superior, con los que dar credibilidad a su discurso, atracción de los que les abandonaron y calidad al producto. Se tienen que producir cambios profundos en las ejecutivas regionales y provinciales, en las que se ponga de manifiesto que el nuevo rumbo del partido es real, que se integren en él las viejas guardias, afiliados perdidos, gente nueva y se resuelva, de nuevo, la ecuación que consiguió Aznar en su día, la unidad de todos los sectores que integran el centro derecha democrático y la ilusión y esperanza de la gran mayoría de los electores, que lo fueron de ese proyecto que luego vieron traicionado unos, incumplido otros, desilusionante o corrupto los más y que ha llevado a la división, la lucha… a la victoria de la izquierda más rancia.

Cuidado Pablo, las “putillas y chaperines” mostrarán su resistencia a ser fumigados, aplicarán su capacidad de transformación para no perder su nicho, que apuñalarán o traicionarán a las novedades, con las que también habrás de tener cuidado pues, ahora, muchos llegarán para intentar pillar cacho.

El nuevo presidente del PP tiene muchos retos, como coser heridas, que será fácil; cambiar en comunidades y provincias, donde encontrará grandes resistencias; ilusionar a las bases con el cambio, desarrollar un programa de gobierno y atraer al electorado y, todo ello, en aproximadamente 6-8 meses, para afrontar las primeras elecciones en las que demostrar que “sí se puede”… ¡Uff! Mucho te espera, pero si quieres algo, debes de ser consciente de que para hacer una tortilla debes romper huevos, los precisos, los justos, pero romper y batir, es necesario.

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