Tiempo nuevo para la ‘progresía’
El retorno a la Casa Blanca de Donald Trump el próximo lunes día 20, y llevando además de la mano a Elon Musk, gran magnate económico y tan presente en la tecnología digital de evidente importancia en el mundo de la comunicación actual, ha puesto al progresista Sánchez muy nervioso. Ahora la amenaza de la ultraderecha para él, no es sólo la autóctona de Vox, sino la «internacional ultraderechista» a la que considera una amenaza para la democracia, lo que le exige protegerse buscando aliados ‘progresistas’ en la UE y en Iberoamérica para hacer un frente común con ellos. Si no fuera cierto, sería para tomárselo a broma teniendo como ‘progresistas’ socios destacados suyos, entre otros al PNV, Otegi, Puigdemont y Yolanda Díaz. Pero sabemos que Sánchez es la personificación del progresismo, que «es el», evocando a Luis XIV que encarnaba el Estado en la monarquía absoluta francesa del siglo XVII.
Lo cierto es que tiene sobrados motivos para preocuparse ante el panorama judicial que tiene por delante, y su última idea ha sido eliminar la legitimación de la acción popular para incoar causas judiciales como las de su mujer, su hermano, su partido, su gobierno y para rematarlo «su» fiscal general. Así que promover la acción de la justicia en defensa de la legalidad ante posibles casos de corrupción, debe quedar en la práctica casi únicamente en manos de la fiscalía.
Y con «su» investigado García Ortiz al mando, lo que es una ofensa para un Estado de derecho que se precie. Otra cosa es que para sus progresistas socios tener el sanchismo en la Moncloa es algo que jamás podían haber imaginado y por supuesto no le van a retirar su apoyo para continuar allí. Y que se lo venden caro, como ahora con esa pretensión de eliminar la acción popular para impedir los procesos contra todo su entorno. Como el PNV, cuyo apoyo fue decisivo para que triunfara la moción de censura sanchista porque «la corrupción del PP por el caso Gürtel le exigía hacer caer al gobierno» y vemos su connivencia con la corrupción sistémica actual. Pero es lo lógico cuando el gobierno de España se encuentra en manos de quienes conforman el sanchismo, que es la antítesis de un gobierno al servicio del interés general de España.
No se puede esperar ningún acto de dignidad de Sánchez para abandonar voluntariamente el poder, al que se aferra además para seguir la hoja de ruta señalada por quienes le auparon ahí y allí le mantienen. Es conocida, por ejemplo, su especial relación con Bill Gates y George Soros ( y ahora con su hijo), con quien ya se reunió en la Moncloa apenas instalado en ella. Información, por cierto, conocida no oficialmente, sino por una especial filtración. Una España a la que quieren destruir y precisamente porque conocen su misión histórica para llevar la civilización occidental a América, basada en los principios y valores que hicieron a Europa admirada en el mundo.
Era la Cristiandad, (ahora la UE) construida sobre Roma, Grecia y Jerusalén, es decir, sobre el derecho romano, la filosofía griega y la religión cristiana. Esa España, estiman, es un obstáculo serio para su objetivo de un nuevo orden geopolítico global en el que la cultura woke debe imperar. Para ello, el pueblo español debe perder totalmente los valores que cimentaron gestas históricas como la Reconquista, auténtica preparación para la inmediata Evangelización de América; la defensa de la Cristiandad europea ante el cisma protestante, y que el Imperio Otomano fuera derrotado en Lepanto evitando que hoy- de momento- Europa sea musulmana. Y podemos añadir la derrota del comunismo en España. Si algunos a esto lo quieren calificar de conspiranoia o algo similar, pueden hacerlo, están en su derecho. Pero lo cierto es que con la nueva posición adoptada por Elon Musk y Mark Zuckerberg en el control de lo que circula en X y Meta, no les resultará tan fácil como hasta ahora la censura de todo lo que ellos consideran- política, cultural o económicamente,- incorrecto, por no ser conforme a sus intereses. A partir del próximo lunes se abre un tiempo nuevo para Sánchez y la progresía globalista.