Tejero ha vuelto al Congreso

Tejero ha vuelto al Congreso

O los Tejero. Los golpistas catalanes han hollado, como Tejero en el 81,
el Parlamento Nacional. Esta vez sin pistolas, ¡loado sea el Altísimo! Y
como Tejero, afortunadamente, se han marchado a la cárcel donde
residirán, si Sánchez nos les premia con el indulto, muchos años. Nuestra
democracia, que es la más boba del mundo, ha facilitado a esa cuadrilla de
sediciosos (me niego a aplicarles el epíteto de “presuntos) la posibilidad
de acudir al Congreso de los Diputados de su odiado “Madrit”, y les ha
puesto en el mano un acta a la que nunca debieron acceder porque el
lugar de un golpista no es el centro de la soberanía popular, sino el trullo
más sórdido.

Esta caterva de dinamiteros no hubiera podido aparecer como
candidatos en países electorales tan irreprochablemente democráticos
como Alemania, donde los nazis y los comunistas están proscritos o
Estados Unidos, un serio Estado en el que quien atenta contra el Estado
puede incluso jugarse el pescuezo. En ninguna estas Naciones, tampoco
en Francia, estaría legalizado un partido, admitido en sociedad, que
pretende sin disimulos y con violencia de varia índole, barrenar el Sistema.
En ninguno. Aquí, sí: en esta democracia boba esta tribu de pantufleros
secesionistas se han aprovechado, se están aprovechando todavía
riéndose como lo hacen sentados en el banquillo del Tribunal Supremo, de
la pusilanimidad de un Estado que, o no sabe cómo defenderse o, lo que
es peor, no quiere defenderse porque está muy cómodo siendo su
cómplice.

Son un mal universal estos sujetos, incluido naturalmente el fugitivo
Puigdemont, un delincuente en toda regla, más ilegal que un qunqui de
los de El Lute. Puigdemont desde su lujosa cueva pagada con toda
seguridad por nosotros los esquilmados contribuyentes españoles, y sus
conmilitones aún se recochinean de nosotros presuponiéndonos como
rehenes de un Estado, son sus palabras, “con escasa calidad democrática”.
¡Los muy golfos! O sea, nos insultan, les pagamos, y ahora encima como
parlamentarios de la Nación que quien barrenar, miccionan en nuestros abrigos y todavía el presidente del Gobierno se arrima a ellos, les ofrece sinecuras a la esperan de ponerles en libertad. De verdad: en España si
somos más tontos nacemos ovejas.

Y no volquemos la culpa única en los jueces que, al fin, no tienen otra
labor que interpretar las leyes que les promulga graciosamente el Estado
de la Señorita Pepis. Son las normas angelicales que les ofrecen nuestros
parlamentarios, los de la derecha que aún sufren complejo de legitimidad
de origen como los malos vinos en tetra brik, los de la izquierda que, de
común, se suelen alinear con los saboteadores de la Nación, y, claro está,
los nacionalistas de variado pelaje; estos catalanes volcados en la
subversión, y los vascos que, a lo tonto y ya sin encontrar la ayuda de los
que asesinaban, está vaciando el Estado de competencias, al tiempo que
llenan los bolsillos de Ajuria Enea y alrededores de dádivas contadas en
centenas de millones de euros.

Estos nuevos Tejeros ya están en nuestro Parlamento, se marchan, eso
sí, un tiempecito a la cárcel (al menos eso es lo que ellos creen) en la
confianza de que una pesadilla histórica y letal para España llamada
Sánchez, les transporte otra vez a la Cámara del que han empezado a
cobrar. Es ese Parlamento que ya vicepreside un individuo extraído de la
peor Argentina y que atiende en apellido por Pisarello, y cuya mayor
contribución a España son desaires sin fin a la bandera, insultos por
doquier y una obsesión: alzarse con el santo y la limosna de la fantasmal
“república” (con minúsculas, por favor) catalana. Este pavo y los presos
que ya han orinado (una vieja aspiración, por cierto, de Romeva) en el
Palacio de las Cortes, son los socios preferidos de Sánchez, este hombre
de soberbia pantagruélica al que muchos hispanos se disponen a votarle
por vía directa introduciendo el sobre del PSOE en la urna, o por la
indirecta, más chusca todavía, de apoyar a quien impide que el centro
derecha gane en ayuntamientos, comunidades o Europa. ¿Somos o no tan
tontos como las ovejas?

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