Algo no debe saberse

En el pensamiento de Michel Foucault, filósofo francés, se albergaba la firme idea de que «algo no debe saberse» y se refería a que ciertos saberes, aquellos que se relacionan con la historia de las luchas de poder, están deliberadamente ocultados y no deben ser conocidos públicamente. Este pensamiento podría extenderse a otros ámbitos y con el asunto del apagón energético que ha sufrido España creo que ese pensamiento le viene sumamente acertado.
Las causas del apagón las conoceremos o no. Ciberataque, oscilaciones, exceso de renovables, desconexión con Europa, temperaturas, sabotaje, infraestructuras insuficientes, etc. Dice el Gobierno que nada de especulaciones y que lo están investigando y nos informarán o no. Algo no debe saberse. Al margen, lo que ha quedado constatado es lo vulnerables que somos ante la tecnología, la esclavitud de esta modernidad que cuando falla, volvemos casi a las cavernas y, ciertamente, surge la duda de si estamos haciendo las cosas bien en cuanto a disponer de muchas más opciones, alternativas, recursos de todo tipo que nos permitirían no terminar parados en todos los sentidos en situaciones como la que hemos vivido.
Pero lo más grave, sin pretender saber nada de las causas de este desastre tan absoluto, es que tengo la sensación de que se está utilizando la energía como instrumento político y, además, de forma negligente, ocasionando todo tipo de daños, incluso, y lo más importante, pérdida de vidas humanas. Es ineludible hacerse preguntas. ¿Esto ha sido consecuencia de la Agenda 2030? ¿Estamos poniendo en peligro la seguridad energética por intereses espúreos?
Es evidente que Red Eléctrica tendrá que decir algo al respecto, pues tiene una responsabilidad clara en las causas del apagón, pues casi todos los expertos apuntan a ello, pero no es suficiente que dependa del Gobierno, pues tiene el porcentaje mayor de accionariado, para que su responsable, Beatriz Corredor, colocada ahí por Zapatero, diga la tontería de que somos los mejores del mundo. Y a todo este cúmulo de despropósitos, lo más ignominioso es que hay maldad; en este Gobierno hay una maldad recubierta de una nefasta ideología.
También la ministra de Transición Ecológica ha dicho que somos una potencia en energía renovable y que echarle la culpa a esta energía es simplista, pero nos hemos quedado a oscuras. Todo en este Gobierno huele a podrido e incompetencia, pero sobre todo a maldad ideológica. Romper un contrato de compra a Israel de munición necesaria, por cuestiones ideológicas, es otro desastre económico, diplomático, político. Negar en la DANA la intervención inmediata del músculo del Estado, Ejército, Guardia Civil, etc., por maldad ideológica y dañar al adversario político provocando 300 muertes. Y así sucesivamente.
¿Acaso no es lógico preguntarse qué intereses impulsan a eliminar las centrales nucleares, productoras de energía las 24 horas, los 365 días del año, limpias y seguras? Es una absoluta negligencia, un rotundo error privar a España de las centrales nucleares, como lo es renunciar al resto de energías y no haber realizado las inversiones necesarias para que esto no sucediera. Y claro, aparece como siempre Pedro Sánchez y, además de no saber qué ha pasado, le echa las culpas a las empresas privadas de todo lo sucedido, pero no sabemos qué ha sucedido; los culpables serán otros. Nos preguntamos también qué haremos con los coches eléctricos cuando no haya corriente para cargarlos y nos preguntamos si no sabemos que esa corriente para cargarlos nace de otra fuente de energía determinada.
En la ideología más radical da la sensación de que queremos ser tan verdes, los más verdes de Europa, del mundo, que a la postre nos vamos a quedar en negro, en lo más negro, referido a la absoluta oscuridad en la que nos quedamos con el apagón. Ciertamente creo que no somos un país donde no haya gente inteligente, preparada, sumamente cualificada para saber exactamente qué es lo que ha ocurrido, corregir errores y que difícilmente vuelva a pasar, pero irremediablemente me viene a la cabeza que los partidos políticos, por cuestiones de cuotas de poder y mecánica partidista, suelen colocar al frente de ministerios, entidades, instituciones, a los menos idóneos y, en muchas ocasiones, a los más incompetentes, y esto ocurre tanto a nivel estatal como autonómico.
Me pregunto, como ejemplos, cómo es posible dirigir una Dirección General de Emergencias sin saber nada de éstas, cómo puede ser ministro de Sanidad alguien que no es médico, una juez ministra de Defensa, una registradora de la propiedad directora de Red Eléctrica… y no hacer caso a los técnicos por ideología política.
En definitiva, hay amplísimos casos en los que a los ciudadanos nos ponen en manos de personal cuya capacidad real, práctica, para ostentar determinados e importantes cargos es pura ciencia ficción y después pasa lo que pasa y vienen las lamentaciones, las riadas y los apagones, y muchas cosas más que me temo que vendrán. Pero algo no debe saberse. Este Gobierno, además de la sistémica corrupción que le inunda en todos los ámbitos, también es el líder de la desconfianza, con un Sánchez, cuyas líneas de honestidad, ética y moral política quebró desde el primer día, mentiroso hasta el infinito, traidor, vendida su ética y moral política; pero tras el apagón, según el CIS, el PSOE supera al PP en intención de voto.
De algo no nos estamos enterando, no solo del apagón. Desde luego, hace tiempo que no entiendo lo que pasa en España y qué pasa con los españoles. Algo no debe saberse. «La incompetencia es tanto más dañina cuanto mayor sea el poder del incompetente» (Francisco Ayala).