Opinión

Los canadienses derrotan a Trump

Justin Trudeau

Desde que en noviembre de 2015 el liberal Justin Trudeau fuera elegido por el Parlamento como primer ministro de Canadá, sus 40 millones de habitantes han sufrido los experimentos de los globalistas en un grado mayor aún que los españoles bajo el socialista Pedro Sánchez.

En esta década, Trudeau, cuyo padre, Pierre, desempeñó el mismo cargo a lo largo de quince años (1968-1979 y 1980-1984), ha sido un ejemplo de gobernante que enmascaraba sus actos despóticos y sus mentiras con un lenguaje sentimental, alabado por los «medios tradicionales». Un arquetipo de lo que el Foro de Davos desea para los pueblos de Europa y América.

Por ejemplo, invocó la legislación antiterrorista contra los camioneros que protestaban contra sus demenciales medidas en la pandemia; y obligó a los bancos a cancelar sus cuentas y hasta las de quienes les hacían donaciones. Acusó a la Iglesia católica de la muerte de cientos de niños nativos en sus orfanatos y colegios, lo que alentó ataques a los templos, y luego no se descubrió ningún cuerpo en esos lugares. Y promovió de tal manera la eutanasia, rebajando los requisitos para solicitarla y despojando de recursos a la sanidad pública, que Canadá ya es el país del mundo en el que más muertes se producen por esta causa, casi un 5%.

Después de tres elecciones perdidas (2015, 2019 y 2021), por fin, el Partido Conservador se encontraba en condiciones de volver al poder, que había perdido con la derrota del primer ministro Stephen Harper en 2015. En abril de 2022, las encuestas empezaron a colocar a los conservadores por delante de los liberales. Y en septiembre de ese año, salió de las primarias un líder joven, Pierre Poilievre, nacido en 1979 y parlamentario desde 2005.

Cuando se confirmó su reelección en noviembre de 2024, Donald Trump anunció la imposición de aranceles comerciales a Canadá para forzar a su Gobierno a detener el tráfico de inmigrantes ilegales y el de fentanilo, la droga que mata a docenas de miles de personas en ambos países. Trudeau se puso en ridículo con una visita a Trump en su residencia de Florida antes de que este volviese a tomar posesión.

A principios de enero, las encuestas le dieron a Poilievre y los conservadores cerca de un 45% en intención de voto, un porcentaje con el que sin duda habrían obtenido la mayoría absoluta en el Parlamento federal, formado por 343 escaños. Los liberales, dirigidos todavía por un Trudeau que había perdido varios ministros, sobrevivido a una moción de confianza y con numerosos parlamentarios pidiendo su retirada, estaban en poco más de un 20%. El primer ministro anunció su dimisión el día de los Reyes Magos.

Sin embargo, a finales del mes cambió la marea y quien la revirtió, como si se tratara de Júpiter, fue Trump. Nada más jurar su cargo, Trump gravó las importaciones canadienses y ofreció la incorporación del país a la Unión como «el estado número 51». Un regalo para los liberales y un disparo para Poilievre, admirador de Trump y de sus políticas contrarias al wokismo.

El Partido Liberal comenzó un ascenso como un globo, aunque no tenía candidato a primer ministro, mientras los conservadores caían como una piedra. Tan seguros parecían de su triunfo los liberales y sus patrocinadores que los primeros escogieron como líder a un globalista descarado. El financiero Mark Carney, antiguo directivo de Goldman Sachs, que además fue gobernador de los bancos centrales de Canadá y del Reino Unido. Encima, la ONU le nombró en marzo de 2020 enviado especial para la acción climática.
El 14 de marzo, el Parlamento invistió a Carney como primer ministro sin ser siquiera diputado. Una novedad en el país norteamericano.

Carney aprovechó las baladronadas de Trump, a las que los canadienses estaban respondiendo con boicoteos de los productos de EEUU y la suspensión de viajes, para envolverse en la bandera. En la campaña habló más de soberanía y de pueblo que de calentamiento global. Unos pocos días antes de la votación, Carney reveló que, en una conversación telefónica con Trump el 28 de marzo, este le volvió a proponer la disolución de Canadá en Estados Unidos y él, como un héroe de la independencia, lo rechazó.

Los resultados de la elección del 28 de abril son indiscutibles. Seis puntos más de participación que en 2021 y concentración del voto en los dos principales partidos, que sumaron casi el 85%. La condición de referéndum anti-Trump de estas elecciones ha sido tan potente que Poilievre perdió su escaño. Carney atrajo tres millones más de votantes y pasó de 160 diputados a 168. Poilievre ganó sólo 2,3 millones y el grupo parlamentario, que tenía 119 escaños, se quedó en 144.

Para el resto de su mandato, Trump tendrá al norte a un enemigo globalista, que no vacilará en sabotearle, con la ayuda de los demócratas estadounidenses, en vez de a un aliado. Y él ha colaborado en ese desastre. Se comprende su enfrentamiento con México y los cárteles de la droga, pero ¿con el inofensivo y dependiente Canadá?

Al menos en esa semana, Trump se hizo con una victoria. El 30 de abril, su secretario del Tesoro, Scott Bessent, y la viceprimera ministra de Ucrania, Yulia Svyrydenko, firmaron el acuerdo sobre minerales, cuya negociación con los modos ásperos de Trump, dio excusa para que se le acusara de prepotente y explotador.

En resumen, las elecciones parlamentarias de Canadá muestran que la injerencia de Donald Trump y de Elon Musk a través de X puede ser contraproducente contra candidatos favorables al MAGA en otros países, al igual que lo son las portadas de la prensa globalista contra los políticos que desagradan o asustan a sus financiadores, como Javier Milei y Giorgia Meloni.

Otra conclusión es que el patriotismo se confirma como un elemento movilizador en política mucho más vigoroso que los asuntos favoritos de los gobernantes del consenso dominante, como la descarbonización, los derechos LGBT y la sociedad multicultural. Para agrupar en torno a él a los rusos contra la invasión alemana y evitar el desmoronamiento de su tiranía, Stalin dejó a un lado el comunismo y apeló al nacionalismo y hasta la religión. De una manera similar, Carney no ha hablado de la emergencia climática, sino del enemigo exterior y de un «Canadá fuerte», que era su eslogan.

El pueblo se une para la defensa de su nación, no para instalar aerogeneradores… ni para que se le baje un par de puntos de los tipos del IRPF.

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