Tardà, Campuzano y lo que está por venir
Se va Tardà y se queda Rufián. Se va Campuzano y se queda Nogueras. Se va el pragmatismo y la moderación y se queda en el Congreso el circo y la radicalización. Se van dos parlamentarios respetados y se quedan dos diputados que no tienen respeto por nada, incluso ni por sus votantes. Se van dos estadistas y se quedan dos activistas.
Cuando hace no muchas semanas oía criticar en los corrillos de Madrid la actitud intransigente de los grupos parlamentarios del PDeCAT y Esquerra en la cámara baja, con Carles Campuzano y Joan Tardà al frente, me sorprendía al escuchar esa valoración. Igual es que el bipartidismo ha estado muy bien acostumbrado a tener al catalanismo político a sus pies, salvando al gobierno de turno cuando era necesario, gobernase el PP o el PSOE, o tal vez les sorprendía que los grupos catalanes en el Congreso hiciesen política, mientras ellos hacían otra cosa.
Pero cuando oía eso, pensaba que aún podía ser peor. Unos minutos antes me había encontrado por los pasillos del Congreso a Josep Sánchez Llibre, ex diputado de CIU ahora en la patronal, el último representante del catalanismo político que decidió actuar por el bien del conjunto de la nación, cuando en 2011 el PP -en la oposición- se negaba a apoyar al PSOE ante la amenaza europea de intervenir las cuentas españolas. Dias más tarde, contra todo pronóstico, CIU ganaba por primera vez las elecciones en Cataluña.
Hace unas semanas que en la estrategia política del independentismo en Madrid se impuso la confrontación dirigida desde Waterloo. Y no hay marcha atrás. Con activistas en lugar de estadistas ocupando escaños en la Carrera de San Jerónimo, cuando los partidos catalanes no puedan vivir más de la tensión y necesiten hacer política se darán cuenta que no tienen entre sus filas políticos para hacerla. Y cuando se den cuenta, ya será demasiado tarde. Algunos tal vez se arrepientan. Será una vez más, el fracaso de nuestra sociedad.