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El tabú de los pechos de las reinas

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  • Jaime Peñafiel
  • Periodista político y del corazón. Experto en noticias sobre la aristocracia y la familia real. Ex redactor jefe de la revista ¡Hola! y fundador del diario El Independendiente y La Revista. Escribo sobre la Casa Real.

Hace unos años fui a dar una conferencia a Benalúa de las Villas, un importante pueblo de la provincia de Granada. Cuando había terminado la charla, se acercó a mí un hombre poco mas o menos de mi edad, para decirme: «Somos hermanos de leche… Los dos mamamos de la misma teta, la de mi madre, que te amamantó poco después de haber nacido yo». Y me pidió permiso para abrazarme.

A diferencia de la hoy Reina Letizia que, cuando nació Leonor, reconoció en su comparecencia ante la prensa a la salida de la Clínica Ruber Internacional que iba a dar el pecho a su hija Sofía –»lactancia materna»–, mi madre, ante la imposibilidad para amamantarme, por coquetería o –creo más bien– porque no le subió la leche, recurrió a una ama de cría.

Como ya he comentado en alguna ocasión, el hecho de reconocer públicamente lo de amamantar, en relación con la monarquía, es ridículamente tabú, y siempre pongo como ejemplo a la reina Isabel II de Inglaterra, quien, cuando nació Carlos, empezó a darle el pecho. Este dato nunca se publicó porque la palabra «pecho» no se podía pronunciar, hasta el extremo de que, según cuenta Litty Kelley, autora de Los Windsor, cuando el biógrafo Anthony Holden escribió sobre el nacimiento del Príncipe de Gales y la forma en la que iba a ser criado, el secretario de prensa de la reina, John Dauth, le telefoneó medio histérico para exigirle que eliminara la frase sobre dar el pecho. «¿Por qué?», preguntó. «Nadie habla de los pechos reales. Los pechos de la reina nunca deben ser mencionados, las reinas no tienen tetas. Ninguna soberana ni princesa ha dado nunca la teta a sus hijos».

En España resulta muy curioso que los setenta y cinco hijos, príncipes e infantes de las dieciséis reinas borbonas, esposas de los once reyes, fueron amamantados por rollizas mozas de pueblo que se dedicaban a dar la teta a los hijos recién nacidos de otras por no venirles la leche, por habérseles retirado o vaya usted a saber por qué.

Siempre he tenido una muy especial simpatía por estas mujeres, posiblemente porque yo también fui amamantado en teta ajena, con lo que no sólo tengo una segunda madre, sino también un «hermano de leche», el que encontré en el pueblo de la provincia de Granada. También las había asturianas. Como la adusta Raimunda, que amamantó al abuelo del rey Juan Carlos, Alfonso XIII, además de Máxima Pedraja, robusta montañesa del Valle del Pas y la santanderina Casimira Pedraza.

La ‘nanny’ de Felipe VI

El Pelargón acabó con estas madres de alquiler y las nodrizas. Actualmente existen bancos de leche materna.  Y entonces llegaron las nannies, niñeras imprescindibles en todas las Casas Reales. Pero nadie ha recordado jamás a Anne Bell, la nurse de Elena y Cristina, que continuó desempeñando la delicada tarea cuando nació Felipe, un niño inquieto, revoltoso, que se sentía el rey de la casa cuando su padre todavía no lo era.

Fue ella, Anne Bell, la que aparecía en la fotografía del bautizo del hoy Rey Felipe VI y en el que ella tuvo que intervenir durante la ceremonia cuando la infanta Elena se distraía jugando con los borlones de hilo de oro del fajín del general de Franco, junto a quien se encontraba su abuela paterna, la condesa de Barcelona. Puede decirse que Elena ha sido la única persona en … tocárselos. Yo lo vi porque estaba allí.

La Reina Sofía en camisón…

Gracias a Anne Bell, o por culpa de ella, aunque con su mejor intención, me introduje una mañana en la intimidad de las habitaciones de la segunda planta del Palacio de La Zarzuela, donde se encontraban los dormitorios de la Familia Real. Tan de mañana era que aún no habían dado las nueve. El motivo: realizar para Hola –revista de la que yo era redactor jefe– el reportaje sobre una jornada de la vida del príncipe y las infantas, desde que se levantaban hasta que regresaban del colegio.

A la hora convenida yo me encontraba en una salita de la planta baja de Zarzuela esperando instrucciones de Anne Bell.

Me llevé una gran sorpresa, sin duda agradable, cuando el ayudante de servicio comunicaba que ya podía subir. De modo que, provisto de mis cámaras de reportero, accedí al segundo piso, donde las infantas estaban ya preparadas para iniciar el reportaje. También Felipe, al que encontré sentado en una de esas sillas llamadas tronas, comiéndose una galleta maría.

Cuando me hallaba en ese área de la mayor intimidad de la familia, jamás visitada por extraños y menos por un periodista, salió de su habitación, en camisón y con los cabellos revueltos de recién levantada, la Reina Sofia, que se encontró con una desagradable presencia que no esperaba.

Nunca, jamás, he recibido una bronca mayor que aquélla por culpa de la nurse Anna Bell. A los tres segundos de la aparición de Doña Sofía, el ayudante que me había invitado a subir recibió una reprimenda telefónica por la línea interior. Y en menos tiempo todavía me vi, de nuevo, en el saloncito de la planta baja. Cierto es que también podían haberme echado, aunque el ayudante se limitó a disculparse, sabiendo, como sabía, que la culpa había sido de la simpática Anne Bell, cuyo trabajo duraría hasta 1970, cuando fue sustituida por Pamela Wallas y Mónica Wall.

Franco salvó el dedo a Felipe

Estas dos nannies, Pamela y Mónica, fueron protagonistas, en abril de 1974, de un grave accidente por el que el príncipe Felipe podía haber perdido una o varias falanges de la mano derecha mientras, en un descuido de estas dos estrictas niñeras, se entretenía jugando con una puerta que, al cerrarse, le aprisionó la mano.

El niño no hacía más que llorar desconsoladamente de puro dolor y ver tanta sangre. ¿Qué hacer? Entonces no existían móviles para avisar a sus padres. Y, aun cuando los hubiera habido, nada podían hacer ellos, ausentes por encontrarse de viaje en Teherán, invitados por el Sha y Farah, viaje al que yo les acompañé.

El máximo responsable ese día en Zarzuela era Alfonso Armada, entonces secretario general de la Casa Real, quien lógicamente asumió el mando. La situación era muy crítica. No había manera de detener la hemorragia. Tanto que el príncipe parecía estar condenado a perder algún dedo.

No había otra solución que operar. Ante tal decisión, Armada decidió informar a Franco. «Hace usted bien. No se debe esperar», le confirmó Franco.

Y lo llevaron a la Cruz Roja de la avenida Reina Victoria, muy cerca de la clínica de Loreto, donde había nacido seis años antes.

La intervención se realizó en el mayor de los secretos. Fue un éxito y Felipe salvó sus dedos. Pero Alfonso Armada recibió al regreso de Doña Sofía la mayor reprimenda que nadie recordara. A gritos le abroncó y le insultó. ¿El motivo? ¿Haber consultado a Franco qué hacer con el príncipe? ¿Haber decidido que se le operara? ¿Haberle anestesiado? Nunca se supo.

Chsss…

Este fin de semana he descubierto en el precioso pueblo de Morata de Tajuña, y dentro de un espacio residencial para ancianos sin recursos, la magnífica obra de restauración que han realizado el Gran Maestre de la Soberana Orden Militar de Caballería de Alfonso XIII y Víctor Fuentes-Calvo.

Han convertido una iglesia medio abandonada en la Imperial y Sacra Capilla Maestral de Nuestra Señora Santa María de los Torneos.

La cinetosis que está afectando a la princesa Leonor a bordo del buque Juan Sebastián Elcano con mareos, náuseas, vómitos y vértigo, suele ser común en personas que viajan en barco.

El nuevo presidente del mundo ha empezado a cumplir ¡¡¡ya!!! lo que prometió en su discurso de juramento. El «puto amo» no sólo ha mentido sino que ha hecho todo lo contrario.

Muy duro y sectario el libro de Joaquín Campos Muerte en Tailandia (La Esfera) sobre el asesino Daniel Sancho y el asesinado colombiano Edwin Arrieta.

La impresentable princesa del pueblo ha reconocido: «Me encanta hacer telebasura porque entretengo a la gente». ¿A qué tipo de gente te refieres, guapa?

Lo nunca visto: las dos Españas unidas en una campaña publicitaria, la elegancia «real» de una y la sencillez hortera de la otra.

Primero falleció su marido, después y en muy corto espacio de tiempo su hija y ahora su hermano. Mis mejores sentimientos, querida Cari.

La venta de Velintonia, la polémica casa del Premio Nobel Vicente Alexandre, continúa, después de ¡¡¡40 años!!!, en un laberinto interminable. Sus propietarios no se ponen de acuerdo por diferencias irreconciliables. Cultura está dispuesta a pagar los 3,5 millones que se piden y que sólo lo vale por haber pertenecido a este Nobel.

El tema de Juana Rivas ya cansa. Aunque fue condenada por sustracción de menores, desde el Gobierno de España se está haciendo todo lo posible para que su hijo Daniel no tenga que regresar al clima de violencia de su padre en Italia. ¿Quién lleva la razón en este tan delicado asunto?

Yo no sabía que a disposición del presidente y su Gobierno hay, en el Grupo 45 del Ejército del Aire, nada menos que… ¡¡¡5 Falcon!!! y ¡¡¡4 Airbus!!!

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