Societat Civil Catalana ha dejado de ser útil

Societat Civil Catalana ha dejado de ser útil

Mucho se ha hablado sobre Societat Civil Catalana, la organización a la que han acusado de ser una herramienta fundada desde los partidos, desde La Moncloa o desde algunas empresas, entre otros espacios. Las teorías son muchas, y la mayoría están equivocadas. Sin embargo, lo único importante es que esta entidad constitucionalista era necesaria. Fue el bote salvavidas que acogió a millones de catalanes que se sintieron huérfanos durante los momentos más duros del golpe de Estado secesionista.

Lamentablemente, y hasta que se demuestre lo contrario, ha dejado de ser útil, porque ahora genera más ruido que resultados prácticos. Si hace unos meses hubiéramos preguntado en cualquier rincón de España qué es Societat Civil Catalana la respuesta hubiera sido unánime: “Es la entidad constitucionalista que llenó las calles de Barcelona con centenares de miles de rojigualdas y ‘senyeres’ para defender a una España unida”. Si repetimos esta cuestión hoy mismo nos dirán algo así como “sí, los que tienen al presidente que vota a ERC” o “los que quieren pactar con los separatistas” o “los que quieren llegar a acuerdos para que suelten a los presos”.

Podríamos discutir si es justo o injusto. Si los periodistas han tergiversado, simplificado o manipulado las declaraciones que los dos últimos presidentes de la entidad, Josep Ramon Bosch y Fernando Sánchez Costa, hicieron en su momento. Ellos mismos las han explicado o matizado en redes y en posteriores entrevistas, y les invito a que lean sus explicaciones. Pero también forma parte de su legado el haber creado esa imagen de Societat Civil Catalana. Algo habrán hecho mal cuando lo que han entendido amplios sectores de la sociedad española es que SCC ha diluido su mensaje y está más por la “concordia” con el secesionismo que por plantarle cara.

Sobre todo, porque si algo había hecho bien Societat Civil Catalana desde su fundación era comunicar. Un mensaje sin complejos, que todo el mundo entendía: España es un Estado de derecho, y aquí estamos nosotros para apoyar a los catalanes que se sienten españoles y que defienden la legalidad. Sencillo, claro y directo. Por eso un millón de personas salieron a la calle siguiendo sus convocatorias del 8 y el 29 de octubre de 2017. SCC podría seguir siendo un arma para defender la democracia en Cataluña, pero ya no lo saben transmitir. Y han provocado dudas. Y desconfianza.

Porque enfrente hay un secesionismo que, al menos en el aspecto simbólico, no ha dado un paso atrás. ¿Cómo se pueden hacen declaraciones para intentar ‘integrar’ a los secesionistas cuando los constitucionalistas catalanes cada día se desayunan con los desafíos de Quim Torra, Carles Puigdemont, Elisenda Paluzie y el resto de dirigentes separatistas? No han pedido perdón por intentar acabar con la democracia española, y no han abjurado de sus intenciones golpistas. Unos días antes de que Gabriel Rufián diera lecciones de ‘alta política’ en el Congreso tras el fracaso de la investidura teníamos a dos de sus ‘jefes’, de los que mandan en ERC, a Pere Aragonès y Roger Torrent, defendiendo la creación de una “República catalana” en un acto de las juventudes de su partido.

Las sucesivas declaraciones de Bosch y Sánchez Costa sólo han servido para que SCC pierda apoyos y que su mensaje se diluya. Y es injusto, porque esta asociación sigue trabajando con eficacia en temas sensibles para el constitucionalismo catalán. En septiembre organizan en Barcelona unas jornadas sobre convivencia lingüística que serán muy útiles para denunciar los abusos del secesionismo en esta materia. ¿Pero quién habla de este acto tras la polvareda generada por ambos presidentes?

Societat Civil Catalana no nació para pastorear al constitucionalismo catalán hacia la “concordia” con un secesionismo que ha mostrado un interés nulo en reengancharse al proyecto común de todos los españoles. Se fundó y consiguió un amplio respaldo popular porque supo escuchar el clamor que había en Cataluña para defender al Estado de Derecho y lideró la respuesta al golpismo independentista. No tiene otra función, por mucho que algunos se empeñen en reinventar la entidad. Mientras sea la herramienta que ejecute los deseos de millones de ciudadanos, SCC será necesaria. Si entra en otro tipo de operaciones, perecerá. De ellos depende.

Sólo un consejo a Sánchez Costa. Albert Sáez, uno de los actuales altos cargos de ‘El Periódico de Catalunya’, que en su momento fue nombrado por ERC para dirigir la política de comunicación de la Generalitat durante los tripartitos de Maragall y Montilla, le ha apoyado en una columna. Uno de los personajes que convirtieron TV3 en una herramienta de propaganda separatista ha ensalzado su “heterodoxia” por sus declaraciones sobre la necesidad de convencer a los dos millones de catalanes independentistas. Si un propagandista secesionista que en el pasado ha hecho mucho daño al constitucionalismo catalán te defiende, mala señal. Conviene marcar distancias, aunque estés pasando por una mala racha y parezca que cualquier muestra de cariño se deba airear. Y es que hay abrazos que matan. Sánchez Costa ha perdido la oportunidad de distanciarse de alguien así y ha difundido el artículo sin ningún comentario crítico. Igual es el mejor resumen de cómo está Societat Civil Catalana en la actualidad. Ojalá todo sea una equivocación mía fruto de los calores estivales y el tinto de verano y haya una explicación que no he sabido ver.

P.D: Las declaraciones de un vicepresidente de Societat Civil Catalana desmarcándose de Sánchez Costa y pidiendo la ilegalización de los partidos secesionistas son una versión chusca del «poli bueno» y el «poli malo». Por favor, si quieren dedicarse a la ficción, que los guiones no sean tan previsibles.

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