Si Soros no va a Sánchez, Sánchez va a Soros

Si Soros no va a Sánchez, Sánchez va a Soros

El viaje que ha organizado esta semana Pedro Sánchez es un señuelo. Una coartada para salvar su presidencia y verse con los grandes donantes de Joe Biden y del Partido Demócrata estadounidense al grito de “socorro”. Es curioso que cuando el viento sopla en su contra, Sánchez siempre migra a los Estados Unidos.

Ya lo hizo allá por 2016 cuando fue lanzado por el barranco por su propio partido y se reunió con los grandes representantes del globalismo para proponerles un plan a medida: si querían imponer su agenda globalista de luchas identitarias, de ideologías de género, de transexualidad, de políticas migratorias, de subversión al modelo tradicional de familia, en él tenían a su mejor ariete.

Y en esas lleva Sánchez desde entonces. Los agentes del globalismo siempre tratan de influir en las tomas de decisiones pero desde atrás, sin someterse a la habitual rendición de cuentas propia de cualquier democracia porque no se presentan nunca a unas elecciones donde su capacidad de influencia venga determinada por el voto mayoritario. Prefieren dirigir con mano de hierro sus empresas, luego tratar de manejar a fatuos personajes como Pedro Sánchez, generar la suficiente miseria en un país para comprar a precios de saldo y luego dar el pelotazo.

Llamativo no sólo es que el presidente de un país –‘Napoleoncito’ Sánchez- viaje a otro y no se vea con su homólogo -entre otras cosas, porque todo lo que esté relacionado con el gobierno socialcomunista de España, apesta en la Casa Blanca-, sino que además vaya a verse con los magnates de grandes empresas cuyas ventas superan con creces el PIB de muchos países del mundo.

Los actores no estatales, como se les conoce en el ámbito de las Relaciones Internacionales, a todos quienes que como los dueños de las empresas con quienes se va a ver Sánchez en EEUU no son depositarios de la soberanía nacional de un país, entrañan grandes riesgos porque sólo velan por sus bolsillos y no por los intereses de la ciudadanía.

El nivel de patetismo de Sánchez en el contexto internacional se demuestra en la medida que es él quien acude a reunirse con todos esos comunistas de salón, los grandes financiadores de la campaña de Biden en las pasadas elecciones presidenciales. No falta casi ninguno. Se verá con Michael Bloomberg, el excalcalde de Nueva York y candidato al partido demócrata en las primarias de la formación.

BlackRock, uno de los que esperan a Sánchez, es el mayor fondo del mundo. En las elecciones de noviembre le soltó por la patilla 1 millón de dólares a los demócratas, incluido a Biden, frente a 200.000 dólares para los republicanos, nada para la campaña de Trump. HP (la antigua Hewlett Packard) destinó más de un 70% de sus donaciones a la izquierda del país, con 330.00 dólares, frente a los 90.000 dólares para los republicanos.

El resto de la agenda de Sánchez también la conforman los grandes financiadores que llevaron a Joe Biden a la Casa Blanca: Netflix (800.000 dólares para Biden frente a unos ridículos 22.000 dólares para los republicanos), PayPal, Qualcomm, Apple y, por supuesto George Soros.

Cada vez que Sánchez necesita una almohada sobre la que lamentarse y llorar sus desgracias acude a los Soros. La familia Soros volverá a ocupar uno de los lugares preferentes en la agenda del presidente socialistas como siempre ha sido. Entre George Soros y su hijo Alexander dieron en las elecciones de 2020 más de 6 millones de dólares a la izquierda de Biden, para que nadie tenga dudas.

Este viaje es la demostración más fiel de que el PSOE de Sánchez y la izquierda española están rendidos más que nunca al capital. A ese dinero del que tanto socialistas y comunistas rehuían tiempo atrás, y que procuran mantener de boquilla, pero que desde hace años se echan a él como si la vida les fuera en ello. Lejos quedaron Marx y Engels. Hoy Soros y el resto de la tropa globalista son su catecismo.

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