¿Y si hubiera una izquierda realmente progresista?
Leyendo a algunos parecería que en este país no existiera un nivel de paro sin parangón en la Europa avanzada de nuestro tiempo ni unos niveles de precariedad laboral insoportables, ni una desigualdad interterritorial creciente entre conciudadanos, ni altas dosis de corrupción política, ni desahucios, ni familias que no llegan a final de mes, ni politización de todas las instituciones del Estado que genera enorme desconfianza, ni sectarismo en los principales partidos que enerva a la ciudadanía, ni pobreza, ni sueldos miserables, ni personas que no pueden llegar a final de mes.
España es un gran país y todo lo que ustedes quieran. Pero un gran país donde existe también todo lo que arriba se señala. Y es por eso que no parece demasiado ambicioso pedir a la izquierda que se una a la derecha en abrazo fraternal para hacer frente común contra el populismo que hoy nos amenaza con asaltar el poder pero con el voto de millones de ciudadanos. Porque, si lo derrotáramos sin más —¿y cómo derrotarlo, por cierto?— acabaríamos con la amenaza populista pero nos quedaríamos nuevamente con todo lo demás: paro, precariedad, desigualdad, sectarismo, desconfianza ciudadana y corrupción política. Porque una cosa es decir que el populismo no solo no es la solución sino que es además una grave amenaza —cosa que afirmo— y otra muy distinta hacerlo responsable de lo que no es responsable, porque han sido PP, PSOE y nacionalistas y nadie más quienes nos han gobernado durante las últimas décadas. O decirnos que no hay otra alternativa que más de lo mismo.
Hay quienes solicitan al PSOE matrimonio indivisible con el PP y con Ciudadanos y hay quienes nos anuncian el fin de la socialdemocracia. Todos contra Podemos. Y todos, liberales y liberalizadores, y el Estado mínimo y Juan Rallo sin impuestos porque ya no queda Estado del Bienestar que defender. Todos bailando la ola a la burocracia europea y a los que pretenden que nada cambie no vaya a ser que los cambiemos en primer lugar a ellos. Todos juntos negando las reformas pendientes y sin regenerar de verdad —no de boquilla— la vida política en España. Todos de la mano a punto de impulsar la creación de un nuevo partido político único que impida que quienes son una amenaza tomen el poder. ¡La solución no puede ser decir que, como el PSOE actual no vale, lo que la izquierda debe hacer es renegar de la socialdemocracia, alejarse de Podemos y acercarse al PP… como si no hubiera otras alternativas!
Sin ir más lejos, me imagino un centroizquierda razonable y sensato, socialdemócrata, laico y europeísta, regenerador y reformista, contundente pero respetuoso con los adversarios políticos, cercano a los problemas reales de la gente, capaz de apoyar circunstancialmente a unos o a otros y también a ninguno, que defendiera la igualdad y se enfrentara de verdad a los nacionalistas que quieren romper España. Es decir, progresista, o sea, justo lo que no tenemos. Hay quien optará también por militar en otros partidos o por buscar una alternativa desde la sociedad civil a la vista de que los partidos políticos resuelven con sectarismo sus problemas internos y los problemas de todos no los resuelven. Es decir, que hay distintas opciones. Todo menos ser un simple espectador —cómplice—. Y es que las luchas por las causas justas no caducan.