Semanas de Pasión para Sánchez y Puigdemont
La pasada semana comenzaba con el sanchismo creyendo haber rebasado para ese martes una estación muy importante del Vía Crucis que le supone llevar arrastrando la pesada cruz de la «amnistía a la carta» impuesta por Puigdemont para permitirles seguir una temporada más en el Gobierno. Pero, por si alguno no se había querido enterar todavía, ese martes lo que todo el mundo pudo comprobar es quién dirige de verdad España con mando a distancia desde Waterloo.
Sánchez y Puigdemont conforman una pareja unida por mutuas necesidades para saciar sus respectivas concupiscencias de poder, que les mantienen dependientes el uno del otro en una tóxica relación de extremo «amor y odio». «Amor» como eufemismo de la imperiosa necesidad que respectivamente sienten, y «odio» entendido como repulsión, por esa adherencia forzosa imprescindible para su recíproca supervivencia política.
Si se tratase de una cuestión de dos personajes cuyas decisiones sólo les afectan a ellos, no pasaría de ser el guion de una novela del género de la psiquiatría o de la psicopatía. Pero resulta inimaginable que de esa relación pueda depender, o, cuando menos, afectar de manera sensible, el presente y el futuro de una nación como España y del bien común de casi 48 millones de españoles.
Es necesario no olvidar esta pesadilla real que se desarrolla ante nuestra vista, porque se corre el grave riesgo de acostumbrarse a considerar lo que sucede como algo «normal», y desear simplemente que esta pantalla pase cuanto antes para olvidarla. Es importante que esto no ocurra, porque literalmente está en juego el sistema de convivencia que los españoles nos dimos en 1978.
Es inaceptable que «el fin justifique los medios» en la esfera pública; que la verdad y la mentira se tengan por inexistentes, o que se pueda faltar a la palabra dada -por los políticos a los electores- con absoluta impunidad y reiteración. Todo eso lo encarna de manera acusada el actual inquilino de La Moncloa, mientras su pareja de baile reside en Waterloo para no responder ante la Justicia española por el golpe de Estado que lideró desde la presidencia de la Generalitat. Como ya dijimos, si España aceptara como un hecho consumado que todo es legítimo para conseguir el poder, la Constitución quedaría seriamente deteriorada al servicio de una «clase política» carente de referencia ética y moral para gobernar.
Es un hecho que si formáramos parte de la América hispana en lugar de la UE, nuestra referencia política más cercana sería la de los Boric, AMLO, Petro o Maduro. La pulsión autocrática de Sánchez es la propia de una república bolivariana y confederal junto a los comunistas populistas de Yolanda, Iglesias, Errejón, Belarra, Montero, Otegi, etc., además de sus «progresistas» socios Junqueras y Puigdemont, cada vez más presentes en aquellas latitudes tan cercanas en lazos afectivos históricos y culturales, como alejadas geográfica y políticamente.
Las inmediatas elecciones gallegas son la próxima estación del Vía Crucis personal de Sánchez, a las que seguirá la muy importante de los comicios europeos y vascos, que les van a suponer una auténtica subida al Calvario antes de las catalanas. Por el trayecto, testearán la capacidad de aguante -no de Sánchez, sino de los españoles- las disputas internas y entre sí de sus colegas y coaligados Sumar-Podemos, ERC-Junts y los progresistas del PNV-Bildu.
Este Gólgota en el que Sánchez se adentra, coloca a España en un escenario inédito en décadas, con los agricultores y ganaderos poniendo a prueba a la Comisión y a los gobiernos europeos, a los que ya no piden, sino que exigen, que simplemente les dejen trabajar; y con una movilización sin precedentes reivindicando menos religión climática, menos ecosostenibilidad y otra Política Agraria Común. Quizás sea el campo quien deba mostrar a la ciudad que en una democracia el soberano es el pueblo, y que unido es invencible. Para aderezar todavía más el problema, Cataluña sufre una sequía que hace que Aragonés necesite que Mazón desde Valencia le envíe agua por barco para sobrevivir, mientras dormita el trasvase del Ebro.
Parecía que sólo existía la amnistía como preocupación para Sánchez y Puigdemont, pero se les están preparando unas auténticas semanas de Pasión, a las que no falta ni el polémico cartel que las anuncia.