El secreto de Pedro Sánchez
Desconozco si el fenómeno ‘Pedro Sánchez’ tiene un nombre ya acuñado por los expertos. Seguramente sí que exista un término para referirse a aquellas personas que, sin ser especialmente queridas o valoradas, tras ser humilladas o machadas consiguen la simpatía y el arropo que antes no tenían. He sido crítica con Sánchez desde su primer día de mandato. Es más, desde antes de ser elegido secretario general del PSOE, ya en la campaña de las primarias. De hecho, antes de ser candidato yo ya me planté en frente, durante la recogida de avales. La primera sensación que tuve de él es que era alguien sin brillo político, protegido por Pepe Blanco y con muchas ganas de trepar.
Durante su campaña en las primarias lo veía pura pose. Sin contenido claro. Mucho marketing y ninguna profundidad. De hecho, le pillé en alguna que otra mentira. Y siempre lo dije. Reconozco que, una vez elegido, no le di tregua. También debo reconocer que siempre fui sincera: nunca me pareció mal tipo. Las veces que coincidí con él, jamás vi maldad en su mirada. Y también lo dije. Mi crítica siempre se fundamenta desde el criterio político. Nunca en la animadversión personal o en las ganas de hacer la puñeta a nadie. Por eso, durante la campaña me vi obligada a tomar medidas cuando algunos intentaron hacerle a Sánchez una verdadera putada. Discúlpeme el lector por el grosero lenguaje, pero no hay manera de calificarlo sin que suene lo contundente que necesita sonar. A Sánchez quisieron hacerle una gran putada ya durante la campaña de las primarias. Y en aquel momento, los principios que una tiene le hacen poner pie en pared y defender lo que es justo. Porque no todo vale.
Durante estos dos años no volví a defender a Pedro. De hecho no volví a coincidir con él. He sido dura en mis críticas hacia su gestión en el partido; hacia su postura política; hacia su pose; su estrategia. A veces reconozco que he sido demasiado dura. Pero siempre he argumentado lo dicho y a día de hoy no me retracto de nada. Sin embargo este último mes le han hecho una gran putada. Y qué quieren que les digan: cuando a alguien le hacen una putada, automáticamente me pongo de su lado. Supongo que será la vocación de picapleitos. Este último mes me he visto defendiendo a Sánchez, cosa que muchos no han entendido. Y hasta ayer, lo hice por la enorme injusticia y traición que habían perpetrado contra él desde hace tiempo. Yo ya sabía que esto llegaría y jamás quise participar; pero jamás imaginé que fueran capaces de semejante destrozo.
Sin embargo, con la entrevista que todos vimos el domingo, Sánchez se ganó mi afecto, no ya por víctima, sino por valiente. Y eso creo que despertó también un sentimiento de cercanía en mucha más personas. No soy sanchista. No soy de nadie. Soy de los valores y los principios. Y este hombre el pasado fin de semana ha demostrado tener más gallardía que durante los dos últimos años. Sólo por haberse atrevido, bien merece un reconocimiento por mi parte. Porque lo valiente, trae consigo el reconocimiento cortés en este caso.