El sanchismo que ganó las elecciones es anticonstitucional
El resultado de las elecciones y la nominación a Alberto Núñez Feijóo para que intente la investidura, le permite a éste, al menos en un plano teórico, trabajar la siguiente conjetura: lo que ofrece Pedro Sánchez a los grupos minoritarios también se lo puede ofrecer él. Pero, sin embargo, eso es inútil posibilismo, porque no se trata de lo que los candidatos ofrecen, sino de lo que a estos les piden y de lo que, de esas peticiones, se está dispuesto a conceder.
Sánchez sabe perfectamente, desde la aritmética electoral del 23 de julio, que renovará su presidencia porque las posibilidades de Feijóo simplemente no existen; en primer lugar, porque lo que piden los partidos independentistas Feijóo no se lo puede dar, y segundo, porque, aunque se lo diera, aquellos no estarían dispuestos a recibirlo de él.
El éxito de Pedro Sánchez y el PSOE es que el cordón sanitario al PP está renovado y reforzado en un sanchismo que va a continuar cohesionado, aunque la incorporación al mismo de Junts incremente los comportamientos y exigencias mafiosas, que, por otro lado, es la manera habitual en que se interrelacionan. Claro que va a haber mucho postureo y una aparente intransigencia, pero el desacuerdo final es imposible por la lógica razón de que a todos perjudica.
Entonces, una vez realizado para la galería el gesto técnico de acercamiento a los partidos periféricos, hay dos cosas que el PP tiene que entender rápidamente. La primera es que el ganador fáctico de las elecciones ha sido el sanchismo ampliado, y después que no existe ningún PSOE (ni en sus cuadros, ni en sus bases, ni en su electorado) fuera de ese sanchismo, por muy en contra del orden constitucional e incluso democrático que este opere.
Hay quien defiende que el actual PSOE es una obra de Zapatero y Sánchez, pero la realidad es que, aunque el partido socialista ideológicamente ha sido siempre bastante incoherente, ha sido consistente y constante en su sectarismo y muy reconocible en sus históricos rasgos antidemocráticos, ya sea en sus inicios anarquistas, en sus apoyos autárquicos durante el reinado de Alfonso XIII o en su alzamiento revolucionario y criminal en el 34.
Los actuales radicalismos y revisionismos, y las alianzas con las fuerzas inconstitucionales, ya sea en sus versiones racistas, golpistas o filoterroristas, no son entonces una excepción en un límpido desempeño.
Gran parte del éxito de Sánchez se debe a que ha comprendido, y ha aprovechado, que no solo los afiliados socialistas sino también los votantes son sectarios hasta el dolor y el sacrificio personal. Por muy en contra que puedan estar de las cesiones a los golpistas e independentistas, del deterioro institucional, de las discriminatorias políticas de género y de la ingeniería social, del clientelismo y el ruinoso incremento del gasto o del ecologismo radical y el animalismo absurdo, le han apoyado sin rubor y le han puesto a cero el contador de barbaridades.
Y de toda esta renovada y lamentable realidad el PP debería sacar ventaja. Ahora que Feijóo continúa teniendo un poco de foco, debería aprovecharlo, no para continuar con estériles acercamientos de telediario, sino para hacer de los próximos acuerdos de Sánchez y sus socios la constatación y la didáctica explicación de lo que es y supone el sanchismo.
Hay campaña por hacer, sea de cuatro meses o de cuatro años. Se ha visto que del tradicional voto socialista ya se ha expurgado aquel que no es cerrilmente sectario, pero hay que dirigirse a una importante bolsa de ciudadanos que habitualmente se abstienen en el desconocimiento de la deriva de nuestro régimen.
Por supuesto que esa estrategia de oposición la tiene que coordinar y orientar Feijóo, pero la tiene que ejecutar todo el poder autonómico y municipal del PP. Claro que los ciudadanos merecen que sus políticos se ocupen de los problemas concretos, pero también es fundamental que no olviden que, además de valencianos, andaluces o castellanos, son españoles, y que de manos del sanchismo les están robando la soberanía nacional, la condición de ciudadanos libres iguales y, como no, las perras.
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