Sánchez ante su Waterloo

Sánchez Puigdemont

La comunicación epistolar cruzada este fin de semana entre Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez Castejón basta y sobra para entender, sin más explicaciones, el abismo personal y político que les separa. El mero hecho de comprobar que el «Estimado Pedro», seguido de un correcto tuteo con el que se dirige Feijóo a él, es correspondido con un análogo «Estimado Alberto», pero seguido de un distante tratamiento de «usted», que es tan incorrecto en términos de mera cortesía personal, como en el mismo contenido material de la misiva. Sería de interés conocer el intercambio epistolar que mantiene con sus aliados, porque con su risueña socia y vicepresidenta, que esconde su condición de comunista tras su última marca política para la ocasión electoral, ya vemos que son «Pedro y Yolanda» cuáles colegas y amigos sempiternos y entrañables.

No veremos reproducido un «Estimado Arnaldo» y el tuteo subsiguiente, correspondido por un «Estimado Pedro» porque la comunicación con Otegi es lo suficientemente fluida y amistosa como para no necesitar de ese formalismo burocrático y por escrito. En todo caso estará registrado en sus sms y whatsapp, incluso es posible que lo estén en un chat donde se encuentren todos los que le mantienen en Moncloa: Yolanda (Díaz), Andoni (Ortuzar), Arnaldo (Otegi), Gabriel (Rufián), y con la estelar y última incorporación de Carles (Puigdemont), aunque con el de Waterloo previsiblemente tenga un canal de comunicación singularmente privilegiado y discreto. Incluso es muy posible que tras la experiencia del programa Pegasus y el jaqueo de su móvil por las autoridades marroquíes, haya tomado especiales precauciones para garantizar su privacidad con todos, salvo con su estimado Alberto.

Ya tuvimos ocasión de comprobar su humanitaria personalidad cuando, tras el (por supuesto siempre lamentable) suicidio de un etarra que cumplía condena en prisión, le expresó públicamente su pesar ante el Pleno del Senado al portavoz de EH Bildu en lugar de hacerlo privadamente en todo caso. No es de extrañar que sea Otegi un fervoroso hooligan suyo, con declaraciones de apoyo hacia él, sin fisuras, y trabajando «en la sombra» (sic) para allanar el camino del encuentro con el prófugo huésped de Waterloo. No es por supuesto para tomarse a broma la situación en que se encuentra España tras el 23J con el futuro en las manos de quien Sánchez la ha colocado, pero mejor afrontar la crudeza del momento con una cierta dosis de humor e ironía cuando comienza un mes de agosto que se anuncia canicular en lo climático y tenso y doloroso en lo político y nacional.

Es sabido que Waterloo es un nombre que se encuentra en la historia como sinónimo de la derrota y caída del emperador de los franceses, Napoleón Bonaparte, que tras huir a la isla de Elba y recobrar el mando de su Ejército, sufrió una contundente derrota el 18 de junio de 1815 en aquellos parajes, que acabó definitivamente con la resiliencia y anhelos imperiales de su manual de resistencia. Los británicos aprendieron la lección, y su posterior deportación fue a Santa Elena, una isla no tan cercana y acogedora como Elba, sino situada a miles de kilómetros en el Atlántico y sometido a una estricta vigilancia. Allí morirá, por tanto, en el exilio, como sabemos, aunque ahora repose en los Inválidos de París.

Esta breve pasada por la historia es para recordar la coincidencia de Waterloo como sinónimo de una derrota final de quien se consideraba llamado a gobernar Europa desde el «Atlántico hasta los Urales». Un proverbio inglés To meet one’s Waterloo («Encontrarse con su Waterloo») evoca el episodio de esa batalla, para referirse a caer derrotado tras una serie de victorias consecutivas. El equivalente español con la conocida referencia a su «San Martín» es menos heroico, sin duda, pero no menos claro. Sin pretender comparar en exceso a Sánchez con Napoleón,
lo cierto es que van a encontrarse ambos compartiendo destino en Waterloo. De la mano de Puigdemont podrán distraerse aunque no les deseo sea en la isla de Santa Elena. Ni será tampoco en prisión, que eso Sánchez se lo garantiza seguro.

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