Sánchez roba a los pobres para dárselo a los ricos

Opinión de Eduardo Inda

Uno de los mitos que más me fascinaban de niño era el de Robin Hood, el noble inglés que se dedicaba a robar a los malos poderosos para mitigar las penurias de los pobres. Eso de confiscar a las bravas a aquéllos que se habían enriquecido explotando a las clases más desfavorecidas me parecía un maravilloso ejercicio de justicia social. De alguna manera esta leyenda medieval no es sino el antecedente de esos impuestos progresivos que, tras la Segunda Guerra Mundial, sirvieron para edificar el Estado de Bienestar y redistribuir la riqueza sin destrozar la meritocracia ni el trabajo bien hecho. Ahora resulta perogrullesco que los más pudientes han de aumentar su contribución a la caja común pero hasta allá por los 50 del siglo pasado no lo era tanto, especialmente, para los que tuvieron que empezar a aflojar la billetera.

La construcción de la Unión Europea se implementó sobre idénticos parámetros: los más ricos debían contribuir sustancialmente más para quebrar progresivamente el desequilibrio norte-sur. Los Fondos de Cohesión, los FEDER, los FEADER para el campo, los FEMP del mar y un largo etcétera permitieron atenuar las diferencias de las naciones escandinavas, el Benelux, la riquísima Francia y la próspera Alemania con los socios del sur, empezando por Italia, continuando por Grecia y terminando por España y Portugal, los últimos en incorporarse al club comunitario antes de la expansión al este. Y funcionó, vaya si funcionó. Si no fuera por la generosidad de los estados del Norte no tendríamos AVEs ni desde luego esa maravillosa red de carreteras que tantas horas de viaje y tantos accidentes nos ha ahorrado.

Y qué quieren que les cuente o les diga de esos Fondos Next Generation que sirvieron para resucitar a España, Italia, Grecia y Portugal, las naciones más castigadas en términos de PIB por el parón provocado por el virus chino. Nuestro país, y ahí ciertamente no hay que negarle el mérito negociador a Pedro Sánchez, ha recibido 70.000 millones a fondo perdido por los 26.000 de Alemania, cuando es obvio que los teutones contribuyen infinitamente más al erario comunitario.

Ahora resulta perogrullesco que los más pudientes han de aumentar su contribución a la caja común pero en los años 50 no lo era tanto

El antagonista de Robin Hood era el Sheriff de Nottingham, un cacique local que exprimía a sus administrados con impuestos leoninos, lo que los expertos en la materia han denominado exacciones, es decir, trincar al contribuyente el 70%, el 80%, si no más, de sus ingresos. Como quiera que no se atrevía con el héroe pelirrojo, el malo-malísimo se ensañaba con los seguidores del gran hombre de los bosques, gente buena y desarmada, resignada a su mala suerte vital.

Pedro Sánchez ha ido últimamente de justiciero social por la vida, especialmente desde que inició su acelerada podemización tras la muerte civil del delincuente de Pablo Iglesias y el gatillazo de Sumar. El marido de Begoñísima Autoridad del Estado vendió como un gran acto robinhoodiano ese atraco a mano armada que constituye el Impuesto a las Grandes Fortunas y el que endosó a bancos y energéticas. Al primero de los tributos lo bautizó como «impuesto a los ricos» y al segundo «impuesto a los beneficios extraordinarios». Todos eran supuestamente temporales pero aún continúan en vigor sajando al personal.

Y todos tragaron, olvidando que se trataba de una doble o triple tributación, ya que las personas con patrimonios superiores a los 3 millones de euros apoquinan IRPF, IBI, IAE, IVA e Impuestos de Transmisiones Patrimoniales y bancos y energéticas pasan por caja anualmente para astillar el de Sociedades, amén del IVA, las cotizaciones sociales y en muchos casos el IBI. Los voceros a sueldo de Moncloa no vistieron en esta ocasión a Sánchez de Superman sino de verde como el héroe de los bosques de Sherwood. Y hay que admitir que en algunos sectores de la sociedad caló el nauseabundo mensaje que no es ni más ni menos que una confiscación más cercana al chavismo que a esa socialdemocracia que siempre fue el marchamo del PSOE de las grandes mayorías felipistas.

Lo de llenar las cuentas corrientes de los ricos a costa de saquear a los pobres es más propio del medievo que de una sociedad moderna y justa

Ahora ya no hay dios en los medios, por mucho dinerete institucional que le metan en la faltriquera, que defienda lo indefendible, que es lo que el obseso del Falcon intenta perpetrar con Cataluña. Excepción hecha, naturalmente, de ese El País y esa Ser que tragan con todo porque sin las regalías monclovitas tienen menos futuro que un espía sordo. Lo de llenar las cuentas corrientes de los ricos a costa de saquear a los pobres es más propio del medievo que de una sociedad moderna y justa. Mola entre cero y nada al personal. Claro que al pájaro le importa un comino destrozar la Constitución y el Estado de Derecho, la España del 78 en definitiva, si es preciso para mantenerse en Moncloa o para asegurarse una Generalitat que se antojaba imposible tras haberse quedado el PSC a 26 escaños de la mayoría absoluta. Moncloa o el Palau de Sant Jaume bien valen un pacto con ETA o la voladura incontrolada de la solidaridad interterritorial.

La amnistía, los indultos y las excarcelaciones o acercamientos de etarras le salieron casi gratis porque buena parte de la opinión pública veía estas barrabasadas como algo lejano o que no iba con ellos. Pero a Juan Español, como a cualquier otro ciudadano del orbe, le toca los pelendengues que le metan mano a la cartera cual carterista compulsivo, más aún que sea para hacer más ricos a quienes son muy ricos en una suerte de revival del franquismo. Al respecto resulta ineludible recordar que el dictador multiplicó exponencialmente la prosperidad de Cataluña y el País Vasco industrializándolas elefantiásicamente mientras se olvidaba de Andalucía, Castilla-La Mancha y la secularmente menospreciada Extremadura.

Sánchez quiere ahora hacer realidad por la vía de la injusticia social lo mismo que Junts y ERC intentaron en 2017: la independencia de Cataluña

Esto es lo que plantea Pedro Sánchez con esa atrocidad ética y moral que supone que Cataluña se lo guise y se lo coma ella solita. Trazando un símil para nada hiperbólico esto es como si igualasen el IRPF de Amancio Ortega, Juan Roig, Rafael del Pino o Ana Botín al de ese españolito medio que gana 26.948 euros al año. O como si una empresa del Ibex tuviera que pagar el mismo Impuesto de Sociedades en términos absolutos que una pyme.

El problema es que, por muchas trolas que nos largue Pedro Sánchez, esto no va de cuentos sino de cuentas. Detesto hablar de balanzas fiscales, me parece una inmoralidad supina, esto es como si tu padre te ayuda a comprar tu primer coche y luego te lo echa en cara cada mañana o como si en tu empresa te pagan un buen sueldo y tu jefe te perdona la vida por ello cuando coincides con él en la máquina del café. Pero si quieren taza, yo les sirvo taza y media. Por mucho que el independentista travestido de socialdemócrata sensato que es Salvador Illa nos venda motos de infrafinanciación hay que subrayar que las comunidades con más diferencia entre lo que aportan al Estado y lo que reciben son Madrid (8.000 millones de euros de déficit) y Baleares (489 kilos). Cataluña es la segunda en términos absolutos, 2.000 millones, aunque porcentualmente la tercera detrás de las Islas, si tenemos en cuenta la población de la una (7,5 millones de habitantes) y la otra (1,2 millones). Vamos, que la región que preside Marga Prohens se estira con el resto bastante más que la que lidera Salvador Illa.

Ahora lo que quiere Sánchez es hacer realidad por la vía de la injusticia social lo mismo que Junts y ERC intentaron echando mano de la razón de la fuerza en 2017: la independencia de Cataluña. Expulsada la Guardia Civil y con la Policía y el Ejército reducidos a una posición meramente testimonial, con 40 embajadas, TV y radios públicas estatales y la Educación en manos de los caciques locales, lo único que unía a Cataluña con el resto de España era la fiscalidad. Ceder el 100% de los impuestos a la región de mis dos abuelas es lo que quedaba para otorgarles la independencia de facto. Hay que recalcar que en un mundo globalizado, más en una unión de naciones como es la UE, la gran marca distintiva entre unas y otras formas de gobernar es la fiscalidad.

La entente PSOE-ERC compromete la transferencia de hasta 13.000 millones anuales desde la caja común del Estado a la Hacienda catalana

Sánchez se acostó Robin Hood el 7 de agosto y se levantó Sheriff de Nottingham el 8 con la investidura de Salvador Illa, osadía con la que salta por los aires la igualdad entre españoles, la solidaridad interterritorial y seguramente su propia supervivencia por cuanto el hombre que le dio la Presidencia del Gobierno de España, Carles Puigdemont, se quedó sin Generalitat. La broma nos va a salir estratosféricamente cara a los españoles que no residimos en Cataluña. La entente PSOE-ERC compromete la transferencia de hasta 13.000 millones anuales desde la caja común del Estado a la Hacienda catalana. Hasta un niño de teta colegirá que esos 13.000 kilos saldrán del bolsillo del resto, vía nuevos impuestos, como ese de Sucesiones y Donaciones bis que Sánchez establecerá para joder a gobernantes y gobernados en las autonomías en manos del PP.

¿Qué diríamos si holandeses, suecos, daneses y alemanes anunciasen que se acabó lo que se daba con los fondos Next Generation o que el maná de los fondos estructurales pasa a mejor vida? Para empezar, que son insolidarios, unos egoístas de tomo y lomo, para terminar, que la UE se va al carajo, y entre medias habría quien los tildase de racistas, fascistas y no sé cuantos más -istas. ¿Se imaginan la que se liaría si se fijase una tarifa única de IRPF independientemente de los ingresos? Ardería Madrid y la ciudadanía asaltaría Moncloa con más razón que un santo. Pues eso.

El disparate que va a consumar Sánchez no es fascismo, que también tiene su puntito, es una conducta más propia de esa España de la servidumbre de la gleba en la que los ciudadanos tenían poco más que para comer porque eran semiesclavos que trabajaban a destajo para el señor que, para más inri, los freía a impuestos. La única esperanza que nos queda a los demócratas que defendemos con uñas y dientes la igualdad entre españoles es que el concierto económico con Cataluña no sea más que el enésimo episodio de trilerismo con el que el maestro de los cubiletes, Pedro Sánchez, se ríe en el careto de sus panolis socios de ERC. También les prometió una Mesa de Diálogo permanente y se reunió una sola vez. Sinceramente, prefiero que el marido de Bego time a Junqueras, Marta Rovira y cía a que lo haga con los españoles de ese sur pobre que también existe.

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