A Sánchez le ponen los separatistas
La ciudadanía, condición que reconoce -dice la RAE- a una persona una serie de derechos políticos y sociales que le permiten intervenir en la política de su país, no se cree lo que ve. Da igual que seas rico, pobre, de derechas o izquierdas, la gente toda alucina y se pregunta: ¿pero cómo puede un Gobierno en funciones tomarnos tanto el pelo?
Cualquier titular de prensa nos deprime. La deuda pública sube en 28.853 mm€ en la Era Sánchez. Un belén viviente en Lleida pone a jueces del Tribunal Supremo como diablos: “¡A la caldera!”. PSOE y ERC negocian la salida de prisión de Junqueras antes del verano. Sánchez se esconde de la prensa: primer ¿presidente…? que no hace balance anual desde 2011.
Sigamos con los muy alegres titulares. A esto se le llama definición por acumulación. Podemos se resigna a investir a Sánchez en 2020 mientras Iglesias se reúne con ERC. Las dudas de la Abogacía para contentar a ERC congelan la investidura. El viejo pacto del silencio que había que enterrar, consigue que prescriban los delitos de Pujol. ¡Buena noticia, la mordida del 3% sigue campeando por sus fueros! Algo huele a podrido en el palacio de la Moncloa y no digamos ya, en el Palau de la Generalitat. La rosa socialista apesta, recuerda a los aromas putrefactos de los arenques de Dinamarca. Ni siquiera Raúl del Pozo, que siempre las ve venir, anima la entrada del año nuevo: “Inquieta un Gobierno tambaleante que se dirige nadie sabe dónde”.
Y así será, seguro, pues dependemos de ineptos e infradotados. ¿O a qué se debe la súbita explosión de amor, entre los hijos de los ERE y esos “terroristas urbanos”, como con total acierto, define la policía a los dañinos comandos de Torra? ¿Para qué sirven unos y otros? Para despreciar a la ciudadanía, mientras se reparten la Nación. Creen que España es un botín que les pertenece y han decidido arruinarnos.
Abascal, Arrimadas, Casado, Oramas y varios políticos más ya no saben qué razones esgrimir con tal de frenar el macabro coito entre Sánchez y los separatistas. Al parecer, el de las disfunciones está del todo enganchado, los amantes traidores conocen de sobra su pasión por el poder y no lo sueltan, dándole gusto y prometiéndole el placer que más le arrebata. Hará lo que haga falta por ser presidente. No le importa incumplir promesas y congelará las pensiones hasta formar Gobierno. Que los pensionistas se la soplan.
Espero que alguien más apropiado que yo se atreva a proponerle al Rey que la próxima vez que grabe un discurso lo haga vestido con el uniforme de capitán general del Ejército. Así, el ególatra de Sánchez se enterará quién es el Jefe del Estado.