Sánchez pierde por su actitud

Sánchez Feijóo debate

Dice un adagio en Comunicación que la actitud es la repuesta: puedes saberte todas las estratagemas de un debate en TV y utilizarlas a fondo (no dejar hablar al adversario, ir negando por debajo y llevando la contra por detrás, tirarte al campo y pedir al árbitro que pite falta), pero como tu actitud sea la contraria de la que quieren ver en ti los votantes a los que tienes que dirigirte (y no nos engañemos, deciden los 600.000 ex electores del PSOE en 2019 que ahora dicen que escogerían la papeleta del PP), has perdido, no sólo las elecciones, sino también el Gobierno de España.

Hoy Sánchez ha encontrado su contrapunto en Feijóo quien se ha convertido en la horma de su zapato: parecía justamente como la pieza contraria, opuesta al presidente, que encajaba desde el otro lado a la perfección: si uno atacaba, no dejaba hablar, el otro respondía y aguantaba el chaparrón; si el primero abusaba de los moderadores, el segundo apenas se dirigía a ellos; si Sánchez transmitía nerviosismo y desesperación, Feijóo calma y paciencia, mucha paciencia, para algunos quizás demasiada…

Y hoy en día, en un mundo eminentemente digital, no nos engañemos, un debate también lo pierde (eso es lo que ya están reflejando las redes sociales desde el momento en que empezó el propio debate) quien es más objeto de mofa, de quien se hacen más memes y a aquel al que cazan en imágenes, planos, cortes más viralizables, pero para mal, con gestos que incluso pueden dar miedo. Juzguen ustedes mismos por los reels en su Instagram o los mensajes en su WhatsApp quién está ya en el centro de la diana.

Hay otros tres aspectos que han sido demoledores para Sánchez: no ha llevado ni un sólo gráfico, ni una sola imagen con datos para intentar reforzar lo que decía. Eso, teniendo un gran problema de credibilidad es cuanto menos una temeridad (quizás intentaba evitar más memes como el de la hucha de las pensiones con Escrivá). Ha sido cortado en varias ocasiones por los moderadores, reforzando así la idea de que el culpable del bronco debate sin cumplir las normas era él y que la víctima de todo ello era Feijóo. Y él solito -excepto en el tema de los pactos con Vox- ha metido en su propia casa al lobo del sólo sí es sí y de las mentiras del sanchismo.

En resumen, a los puntos, y por la capacidad de aparecer en todo momento como el contrapunto moderado y respetuoso (ha repetido Feijóo hasta en 23 ocasiones «yo le respeto» o «con todo respeto») a un presidente al que se le ha visto ya más fuera de La Moncloa que dentro, nervioso y fuera de sí en algunos momentos, el presidente del PP ha logrado imponerse en este debate que pasará a la historia como aquel en el que los dos candidatos hablaron oficialmente el mismo tiempo, pero pareció que uno hablaba mucho y no dejaba hablar el otro hablaba lo que le dejaban y podía, pero cada vez que hablaba, resultaba, con humor, ironía y a lo gallego, demoledor.

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