Sánchez, imbatible rey del detritus

Sánchez

¡El espectáculo presidencial es de aurora boreal! Propia de dos iluminati. Por un lado, el presidente de una nación hermana, agredido inicialmente por un ministro español inexportable, reaccionando virulentamente ante un ser que le lleva buscando la entrepierna política desde que el 54 por ciento de los argentinos decidió poner coto a la corrupción y el latrocinio permanente de los amigos políticos de la izquierda española. Por otro, un enloquecido jefe de Gobierno hispano, que se conduce fuera de la realidad, confundiendo lo inconfundible, que él no es España, ni su mujer tiene nada que ver ni con las instituciones, ni con el Estado.

Pierdan toda esperanza, Pedro Sánchez, no tiene arreglo y, además, es irreductible. Se niega a pasar por la ITV y con el poder en la mano no hay dios que le tosa dentro del conglomerado de intereses que conforman sus deudos. En su ínsula barataria, acusa al adversario de justamente de lo que el práctica en plan campeón. Acusa al resto de sembrar la división y el odio cuando es Pedro Sánchez el primer ministro que más ha contribuido desde 1977 a levantar muros entre españoles.

En el debate parlamentario del pasado miércoles se pudo comprobar con toda nitidez de lo que es capaz este hombre que vive, respira, pervive para sí mismo. No dice ni una verdad completa ni siquiera cuando alardea de haber ganado las elecciones olvidando que está donde está porque vendió su alma a través de la amnistía por siete votos procedentes de un partido xenófobo, derechista y hasta racista.

Un caradura en estado puro. El que más descalifica, insulta, zahiere, pero, ojo, le han tocado a su mujercita, que es un bien de Estado en su particular vademécum, y se ha puesto como un basilisco reaccionando con lo que justamente no puede reaccionar que son los intereses generales de la nación y de sus componentes.

Fue tan enternecedora su charla ante los diputados que sólo el presidente/comisario de la agencia Efe no pudo ver sus auténticas intenciones: confundir, agredir, descalificar, en suma, seguir levantando el muro sanchista que tanto oprobio histórico produce entre los ciudadanos más enterados. Empezó tendiendo la mano derecha para instaurar el debate político donde debe estar y, acto seguido ,suelta la izquierda para aporrear con su vieja cantinela de lo «ultra» cuando a estas alturas que el mayor «ultra» de España se apellida Sánchez. Algo que también empieza a ser conocido en Europa y el resto del mundo a los que engañó durante más de un lustro.

Bien mirado, el problema no es para Sánchez. El gran problema es para el conjunto del país y también para la socialdemocracia española y los que en un futuro tengan que hacerse cargo del mayúsculo quilombo en forma de herencia.

Definitivamente, pierdan los moderados españoles toda esperanza. Este hombre no tiene arreglo.

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