Para Sánchez e Iglesias, España no es país para viejos

Para Sánchez e Iglesias, España no es país para viejos
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Preguntada por las muertes en las residencias de ancianos a causa del coronavirus, la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, ha hecho unas declaraciones a la CNN que son toda una confesión de parte: «Estamos viendo que igual no hemos prestado suficiente atención a sus necesidades y a su cuidado, es una de las muchas lecciones que tenemos que aprender».  Tiene razón. El ejercicio de autocrítica de la ministra ante una televisión de audiencia millonaria supone el primer reconocimiento de culpa por parte de un miembro del Gobierno y coincide con la denuncia hecha por varias decenas de residencias de mayores, como informa OKDIARIO, de que advirtieron de su situación al Gobierno y este miró para otro lado.

Laya tiene razón, pero hay que buscar las causas de ese abandono. Lo cierto es que el colectivo más vulnerable ante el coronavirus no ha recibido la menor atención. Era más importante para el Ejecutivo socialista celebrar a toda costa las manifestaciones del 8-M, porque su plan de ingeniería  social se centra más en alentar y fomentar las proclamas del feminismo radical que en dedicar atención a los mayores.

Las políticas sociales de la izquierda no pasan por defender los derechos de los ancianos, los grandes damnificados de una tragedia sanitaria que ha evidenciado la incapacidad superlativa de un Ejecutivo que primero negó que el coronavirus fuera a impactar de forma demoledora en España y, después, sobrepasado por la magnitud del contagio, está dando palos de ciego. González Laya reconoce la falta de previsión del Ejecutivo y lo hace ante una televisión de audiencia mundial. Sus palabras dibujan un país cuyo Gobierno se ha olvidado de los más necesitados, trasladando una imagen de nación insolidaria. No es cierto. Insolidario es el Gobierno.

La responsabilidad compete a los responsables políticos que optaron por permitir multitudinarias manifestaciones feministas en el momento en el que el contagio se extendía a velocidad de vértigo. Y lo hicieron porque antepusieron su ideología a las necesidades de los españoles, especialmente las de los más vulnerables

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