Sánchez es feliz
Claramente, los veranos no son para la derecha española. No sé si es el calor sofocante que los atonta, que ya están pensando en las vacaciones o que se gafan cada vez que llega la canícula, el caso es que ahora están en plena guerra civil y hace un año perdieron una Moncloa que tenían ganada un mes antes, contingencia que el enamorado marido de Begoña Gómez, Romeo Sánchez, no había previsto ni en el mejor de sus sueños. Aún recuerdo ese jueves 20 de julio del año pasado en el que comí con un altísimo cargo andaluz en Sevilla. La pregunta del millón salió a la palestra:
—¿Cómo lo ves?—, inquirí, confiado en que la respuesta sería positiva pese al gatillazo por incomparecencia que había supuesto 24 horas antes dar plantón a ese segundo debate en el que Sánchez renunció al protagonismo para alzaprimar a Yolanda Díaz y Abascal hizo lo que pudo, que no fue mucho porque el 66% del tiempo de uso de la palabra correspondió a la izquierda.
Mi interlocutor lanzó mi gozo a lo más hondo del pozo:
—Fatal—.
Lo vivido de aquel jueves al domingo fue similar a lo que experimentas en esos accidentes de tráfico en los que pierdes el control del coche y sabes que vas a impactar sí o sí. El resto de la historia es, desgraciadamente, conocida por todos.
Hasta que llegó el tío Paco con las rebajas y nos volvió a meter en ese laberinto de la amargura que tan bien conocemos quienes pertenecemos a la mayoría natural de este país. La ruptura entre Vox y el PP no constituye, en contra de lo que sostienen los comentaristas metidos a spin doctors, una buena noticia ni para los unos ni para los otros. Los más cafeteros del partido verde están encantados de que, «por fin», se ponga «en su sitio al socialdemócrata Feijóo» y el hooliganismo de la calle Génova da saltos de alegría y tampoco sé muy bien por qué. Dicen que con este movimiento más táctico que estratégico de abandonar los cinco gobiernos regionales, oficialmente por los 347 menas de Canarias, realmente para recuperar los votos perdidos en favor del faker a sueldo Alvise Pérez, los de Bambú «se han suicidado».
La ruptura entre Vox y el PP no es, en contra de lo que sostienen comentaristas metidos a ‘spin doctors’, una buena noticia
Por cierto: los 347 menores extranjeros no acompañados que se distribuirán por la geografía nacional suponen el 5,7% de los 6.000 que hay en las Islas Afortunadas. Habrá quien colegirá, pues, que lo de Vox es simplemente una excusa de mal pagador. Si bien es cierto que lo de la inmigración ilegal genéricamente y lo de los menas específicamente es un problemón, son chicos abandonados a su suerte que hacen lo que sea por llevarse un trozo de pan a la boca, no lo es menos que esta cifra está muy lejos de los 2.400 que Sánchez quería endosar en abril por toda España con un reparto que perjudicaba como siempre a las comunidades autónomas regidas por el PP en solitario o en compañía de Vox.
Lo único cierto es que donde antes había dos partidos en la derecha ahora hay tres, pese a que Alvise es un mercenario con una única ideología, el euro, y en la izquierda dos. Cuando en el lado correcto de la historia pululaban tres competidores, PP, Ciudadanos y Vox, fue imposible vencer a ese eje del mal a dos que integraban Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. La historia se repite de tanto en cuando, lo que no barruntaba un servidor es que fuera tan pronto. Eso sí, que no cuenten conmigo ni con OKDIARIO si les da con el puñadito de escaños que pueda sacar el bulero profesional sevillano para sacar adelante la gobernabilidad de España tras las próximas generales. Cosa que, Ley D’Hont en mano, dudo.
Ni Feijóo ni Abascal deben olvidar que el electorado castiga la división y el cainismo. Y en ello están los dos a machete. No sé si esta jugada de ajedrez saldrá bien a Abascal o culminará en jaque mate en su contra. Pero sí tengo claro lo obvio, ese perogrullo que con tanta facilidad olvidan los barandas de la derecha: a día de hoy el PP necesita los escaños de Vox para gobernar España. Confiar en el PNV o en Junts es tanto como creerse que los Reyes Magos existen o que los niños vienen de París.
No estaría de más que dejen de recrear el ‘Duelo a garrotazos’ de Goya, antes o después darán los números para botar al autócrata
Cierto es que la imagen que ha dado el partido de Abascal, incluidas las dos deserciones de Castilla y León y Extremadura, puede penalizarle cuantitativamente pero no lo hará desde el punto de vista cualitativo. Los que eran del sector duro de Vox van a ser más de Vox que nunca. Y que en Génova no se piensen que van a consumar el viaje de vuelta. No lo harán jamás. O, al menos, en décadas. Por no hablar de otro hecho demasiado evidente como para que tanto el presidente del PP como el de Vox se llamen andana: son primos hermanos, cuando ambos militaban en esa casa común de la derecha que fue el PP de José María Aznar no estaban precisamente a farolazos.
Antes o después tendrán que ponerse de acuerdo. Antes o después darán los números para botar al autócrata. Y, como quiera que la etapa de las mayorías absolutas está lejos de resucitar, no estaría de más que dejen de recrear día sí, día también, el sublime cuadro de Francisco de Goya Duelo a garrotazos. No les pido que sean amigos, los amigos los elige uno, y no parece que se hayan elegido el uno al otro ni el otro al uno, simplemente les exijo en nombre de los 11 millones de españoles que conformamos la mayoría natural que renuncien a tirarse los trastos a la cabeza. Que imiten a Sánchez y al delincuente de Pablo Iglesias o a Sánchez y Yolanda, que de puertas adentro se dicen de todo y por su orden pero que extramuros siempre han parecido estar más enamorados que el presidente de Begoña. Devánense los sesos y ya verán cómo no les sale una sola escandalera pública digna de tal nombre en la izquierda.
El único ganador de toda esta bronca es un Pedro Sánchez que se está descojonando a mandíbula batiente —no es una hipérbole, es información— del enésimo regalo de sus rivales. El jueves por la noche, tras el despropósito de la derecha, se mofó elegantemente de los de enfrente: «Hoy es un gran día para España, somos un país mejor». Entiendo que Vox y PP se traten entre bastidores con la misma tirria que se dispensan PSOE y Sumar pero en público han de conducirse como dos enamorados, como si fueran Romeo Sánchez y Julieta Gómez. Basta ya de espectaculitos que sólo benefician al enemigo de España. Y basta también de mirar con vergüenza al otro socio. Recuerdo a ambos que Vox es mil veces más presentable que Podemos y el PP setenta veces siete más demócrata que el PSOE. Y a los del charrán les formulo un sencillo interrogante: ¿quién es ética, moral y legalmente más presentable, Podemos y Sumar o Vox? ¿Unas formaciones financiadas por la narcodictadura venezolana y la teocracia iraní que respaldan a los terroristas de Hamás o una impecablemente constitucionalista? Entre tanto, una cosa está clara: Sánchez es hoy más feliz que el miércoles pasado. Infinitamente más feliz. Claro que siempre nos quedará La Roja…