Sánchez, enfurecido, no soporta quedar como el del gran apagón

Algunas informaciones verosímiles que se han conocido de la locura vivida en la Presidencia del Gobierno el 28 de abril, día del gran e inédito gran apagón relatan a un Pedro Sánchez fuera de sí exigiendo a sus subordinados datos fehacientes para construir un relato que le salvaran el trasero.
Fiel a su acreditado estilo, Sánchez se abonó inicialmente a la teoría del ataque exterior (Putin pasaba por allí) y que afectaba a otros países de la Unión Europea, manera inteligente y urgente para sacudirse sus propias responsabilidades. El gran apagón no es una anécdota. Nunca había ocurrido algo similar el viejo y cuarteado país que llamamos España.
Sánchez, siempre preocupado por sí mismo, no está dispuesto bajo concepto alguno, a admitir que ese hito negro se ha producido bajo su mando y, se mire por donde se quiera, con responsabilidades directas al haber asentado la religión ultraverde/ideológica por encima de la física y el sentido científico/técnico.
Como la realidad y las evidencias del megawatio es la que es, comprobamos que el Gobierno recurre al socorrido Sánchez style, es decir, retorcer al precio que sea la verdad y hechos irrefutables. No soportar quedar para la historia como el presidente que por activa o pasiva provocó que la cuarta potencia europea se fuera directamente en busca del color negro. ¡Otros son los culpables!
Por si faltara algo en el mal souflé, resulta que debemos agradecerle que el caos durase sólo once horas. Lo de los muertos directos por la falta de fluido eléctrico es un daño colateral irrelevante y a despreciar. En cualquier país serio del mundo, el Gobierno no hubiera durado ni una merienda.