Sánchez asume que Navarra es el precio a pagar
El diseño de la próxima legislatura cada vez parece más claro: en el plano económico, una decidida apuesta por la intervención estatal con el doble objetivo de captar votos desde Unidas Podemos para el PSOE y de replicar, a escala española, el modelo que durante tantas décadas ha imperado en la Junta de Andalucía; y en cuando a la política territorial, la cesión a las demandas de independentistas vascos y catalanes ni siquiera se disimula. El objetivo aquí es gobernar con su apoyo, cueste lo que cueste, porque la izquierda sola no suma.
La cesión con los independentistas catalanes es algo fuera de toda duda. La última muestra la hemos visto con las propuestas -tras el veto a Iceta- de Cruz y Batet para presidir respectivamente Senado y Congreso. Hagan lo que hagan los secesionistas en Cataluña, el Gobierno de Sánchez siempre les espera con pista de aterrizaje y alfombra roja en Madrid. Un nuevo paso en esta misma dirección estratégica se está dando en otro lugar del territorio español: Navarra. Allí el PSOE parece dispuesto a dar el gobierno de la Comunidad Foral a Geroa Bai y todo el mundo independentista que le acompaña –incluido Bildu–, en detrimento de la alianza constitucionalista de PP, UPN y Ciudadanos. Lo alambicado de los argumentos que tienen que emplear los socialistas para justificar tal decisión esconde una realidad de poder mucho más clara: hay que contentar al PNV, sea como sea, porque sus apoyos en Madrid resultan decisivos. El partido de Íñigo Urkullu sueña con anexionarse Navarra, ven la oportunidad para avanzar a tal efecto y el PSOE colabora.
Es decir, que Sánchez no sólo no soluciona el problema de la unidad de España en Cataluña, sino que también da por perdido el País Vasco y, a mayor abundamiento, crea -por iniciativa propia- otro escenario conflictivo entregando Navarra a los jeltzales. Resulta sorprendente la rapidez con la que el PSOE de Sánchez se ha acostumbrado al cambalache permanente con los independentistas. Ni siquiera los más firmes disidentes -Felipe González y Susana Díaz, los más señeros- hacen declaración alguna ya. Confiamos en que estén guardando sus comentarios para lo que está por venir.