La ruleta rusa

La ruleta rusa
La ruleta rusa

Es opinión generalizada que la guerra de Ucrania ha cambiado el mundo. Gran parte de los países han visto la evidencia y se preparan para un profundo cambio, aún sin concretar. Demografía, tecnología, industria y un largo etcétera determinan los esfuerzos de la política en el presente y los proyectan a futuro. La necesidad de liderazgos políticos fuertes y solventes son evidentes en la llamada Nueva Era.

En estas condiciones, España, objetivamente, no está preparada para el futuro previsible, ni se la espera. Parece que debería ser labor del Gobierno la planificación y dirección de tan onerosa tarea en la que se van a poner a prueba nuestras capacidades como sociedad y posibilidades de supervivencia de las generaciones futuras.

El problema es que lo que se conoce como Gobierno no existe en España. No se trata de una opinión, sino de la constatación de una ya larga situación. Los ministros no forman equipo, la mayoría no ha pasado la prueba de la idoneidad para el cargo, el Ejecutivo carece de programa, normalmente actúan reactivamente y cuando aparentan que no lo hacen el resultado va desde suprimir la regla de tres a reescribir la Historia, a graduar a los suspendidos o a dificultar el consumo de carne. Sus previsiones rara vez se cumplen.

Ya está dicho hasta la saciedad que la persona que ejerce la presidencia del Gobierno lo hace desde el desgobierno. Los días se suceden con sucesos estrambóticos como el espionaje del CNI a traidores, las escuchas Pegasus a autoridades, los continuos agravios a los independentistas, cupo de leyes menstruales o cualquier otro tipo de disparate. La supuesta gobernanza promueve la desigualdad territorial y no exige el acatamiento constitucional.

La propaganda la dominan, aunque cada vez con más resistencias. Hechos como el viaje particular del rey emérito a España ha servido de reclamo para estar varios días sin informar de los problemas graves y urgentes, exhibiendo un modo de hacer política soez. El caso es no hablar de lo importante y tener distraída a la población, además de pretender, con la provocación, el enfrentamiento radical de los ciudadanos con el ánimo de quebrar las tendencias electorales desfavorables a la coalición electoral y socios asimétricos, hecho perfectamente lógico o algo más allá. Rey emérito criminal, sediciosos indultados y las injerencias extranjeras soslayadas.

Es curioso cómo el Gobierno ejerce potestades de las que no dispone legalmente, actúa con despotismo, por conveniencia, como demuestra la restricción de movimientos a don Juan Carlos. Es curioso cómo desde la portavocía del Gobierno pierden su objetividad y groseramente censuran a un ciudadano por no pedir disculpas, como es el ex monarca, y a los dirigentes de Batasuna nada importa su vida anterior. Cómo calificaría la portavoz el hecho de que por acuerdo los partidos sediciosos catalanes y el PSC decidan no aplicar la sentencia del 25% de asignaturas en castellano.

Todo ello abre el ámbito de, como mínimo, la prevaricación, adornada de mal gusto vengativo y de oprobio constitucional. Hay que recordar que los miembros del Gobierno, cuando tomaron posesión de sus carteras y mochilas, hicieron ademán de obrar con respeto a la Constitución. Un infantilismo agudo lo puso todo en orden.

Por otro lado, en esta difícil situación internacional, España hace frente a una realidad insoslayable: la ausencia de protagonismo estratégico. El estatus del Sáhara Occidental, las relaciones con un Marruecos que sabe y abusa de nuestra congénita debilidad, el desaire gratuito a una Argelia colaborativa y los aspectos migratorios, energéticos y de Seguridad conforman una acumulación de riesgos para los que el Gobierno carece de la más elemental noción estratégica para hacerles frente.

La estrategia se sustituye por la ocurrencia personal del presidente, con hechos opacos en su concepción y ejecución. Por opacidad hay que entender que es una labor personal que no responde a un plan preestablecido por un equipo de Gobierno, para un supuesto político que necesita valoración y el correspondiente proceso de toma de decisiones. Se carece de preparación sólida y está expuesto a consecuencias imprevisibles. Impostura se llama la figura.

Sánchez tiene como única meta hacer su mandato eterno, los efectos del capricho acumulan cada vez más riesgos. España lleva tiempo jugando a la ruleta rusa. Las probabilidades de quiebra son muy altas. Pregunta: ¿qué lógica es ésta? ¿Cómo ha podido llegar a presidente del Gobierno tal personaje?

Creo que quien tiene que pedir perdón es usted Señor Sánchez. Después lo correcto sería que se fuera a su casa.

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