Ridículamente correcto
16 de agosto, dos marroquís son detenidos por violar a dos chicas en Lugo, días después son puestos en libertad. 25 de agosto, un hombre intenta violar a una mujer y al ser detenido encuentran en su expediente un largo historial de violaciones y agresiones. En ambos casos, los agresores resultaron beneficiados por la ley de sólo sí es sí, al igual que 1.000 violadores más, que andan sueltos a sus anchas.
Estos casos -al igual que cientos más- no han merecido la atención mediática nacional ni internacional. Aparte de una simple mención en un periódico (no en primera página) o en un telediario (sin ser la noticia del día), no han tenido un solo hashtag, nadie en el gobierno se ha referido al tema, y nadie ha pedido la cabeza de nadie por estos nefastos acontecimientos. Son y serán víctimas anónimas, sin cara, sin nombre, sin reconocimiento, y sin que ningún famoso exija justicia para ellas.
Sin embargo, al mismo tiempo, por primera vez en la historia de España, un grupo de mujeres jóvenes ganaba la copa mundial de fútbol femenino, un hito sin precedentes que se ha visto ensombrecido por los actos de Luis Rubiales, presidente de la federación española de fútbol.
Nadie discute acerca de lo reprochable de los actos, de lo inapropiado, o de la falta de respeto a una subordinada, pero sinceramente esta situación ¿merece toda la atención mediática que se le está dando?
Todo el Gobierno y los estamentos y los medios progresistas han arremetido contra el caso, y en las redes no cabe un vídeo más en el que alguien dé su propia explicación sobre el piquito. Deportistas del mundo han salido a hablar del tema, se creó el hashtag #SeAcabó, e incluso una actriz famosa como Natalie Portman ha ofrecido apoyo a la afectada.
Esta corrección política que se viene instaurando en el discurso y en la agenda del actual gobierno y de una parte de la sociedad, pretende actuar desde una moral superior, y se está convirtiendo en una bola de nieve capaz de aplastar a quien piense diferente, razón por la cual, muchos se callan o simplemente se dejan llevar por la corriente de algo que para muchos es ya lo ridículamente correcto.
Y aunque por supuesto que Rubiales merece una sanción por sus actos, este terminó siendo la cabeza de turco de unos gobernantes, que impulsaron todo este show mediático, para distraernos e indignarnos, mientras negociaban con un fugitivo su amnistía, solo para seguir en el Gobierno a cualquier precio.
No podemos perder de vista que, si el actual partido en el Gobierno perdió las elecciones, aunque no lo admitan, es en gran parte por el estropicio cometido por la Ministra de Igualdad en funciones, Irene Montero, quien no solamente no ha tenido la valentía de salir a disculparse con las verdaderas víctimas de su ley, sino que, por el contrario, hace un par de días celebraba el primer año de su entrada en vigor. ¿Por qué lo políticamente correcto no se ha encarnizado con alguien que deja salir violadores cada día? ¿Acaso esto no es más grave que lo de Rubiales?
Otro gran error del Gobierno es despreciar el poder de aquellos que se callan y que no publican su opinión en redes sociales, porque ellos también votan, y este verano lo hicieron por la derecha. Esto no es un fenómeno español, es una tendencia que viene ocurriendo en países como Italia, Suecia, Hungría, Polonia, Eslovenia, Argentina, en los que el fenómeno del discurso progresista se había instaurado. El crecimiento de un partido como Vox en los últimos años no es casual.
Y mientras el circo de lo ridículamente correcto siga su curso, gracias a leyes aprobadas por este Gobierno, seguiremos viendo a miles de violadores libres, agrediendo, vejando y violando a cientos de mujeres. Pero a estas mujeres nadie las defenderá en público, nadie creará un hashtag para ellas y pasarán desapercibidas. Estas sí son verdaderas víctimas.
¿O acaso podemos comparar el caso de Rubiales con las violaciones y muertes de tantas mujeres por agresores sexuales a los que incompresiblemente se les ha rebajado las penas?
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