Reverte se los come con ajitos tiernos
Serán pocos los que recordarán que al día siguiente de que Iglesias, Díaz, Montero y Garzón colaran el golazo de sus vidas a Sánchez -y de paso salvarle el trasero a tan apuesto estadista-, el entonces señor vicepresidente subió a la tribuna del Congreso, con el mismo garbo que antaño lo hiciera Ibárruri, para decir, sin venir mucho a cuento: «¡Hay que leer más a Pérez Galdós y menos a Pérez-Reverte!»
Aquello se quedó grabado. ¿Qué tienen estos señores contra el escritor con más libros vendidos del último medio siglo en España? ¿Con el más reproducido en películas, el más escuchado y seguido en televisión? Puede ser envidia cochina, sectarismo o simplemente que alguien quiere su segundo de gloria arremetiendo abruptamente contra el autor de La Tabla de Flandes. Quizá todo a la vez.
Me divierte mucho escuchar a Pérez-Reverte. Aún más los escozores que produce. Comprendo que pese a su léxico abundante, radical en su castellaneidad, puede dar lugar a equívocos en los conceptos. Es difícil, sin embargo, no tomar el rábano por la pieza en aquellas cosas que pregona míster Reverte. A su edad y en sus circunstancias, yo diría que disfruta en la provocación a los infantes, destartala a los ágrafos y pone en ridículo a los que no han leído un libro (especialmente de Historia) que sueltan coces y rebuznos. ¡Una delicia, oiga!
En ocasiones, me he preguntado cómo aquellos compañeros del oficio periodístico que coincidimos en ocasiones con él en viajes informativos no supimos ver el enorme talento literario que teníamos entre nosotros. Era, eso sí, un personaje un tanto particular y llegó a escribir una novelita sobre periodistas titulada Territorio Comanche que hacía especial menciones a aquella TVE de los años felipistas con sus líos de faldas y otras cosas parecidas. ¡Imagínense lo que podría escribir ahora! No te vayas, Arturo. Quedas tú y poco más.
Temas:
- Arturo Pérez Reverte
- Gobierno